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domingo, 31 de marzo de 2013

La saeta flamenca de Cádiz. Enrique el Mellizo y los Ortega: papeles, no conjeturas (IV)


"Odia al delito y compadece al delincuente", la famosa frase de Concepción Arenal lucía en el frontispicio de la Cárcel Real, vulgo Cárcel Vieja (vieja, a partir del momento en que hubo una nueva).


Fotografía: Los fardos
Fotografía: Los fardos
La Cárcel Real, considerada una de las joyas arquitectónicas del Neoclásico andaluz, fue testigo de muchas madrugadas saeteras. En un sentido y en otro. Tanto del exterior hacia el interior, como su contrario. Hasta tal punto, que no se entiende la madrugada gaditana de finales del XIX y principios del XX sin el triángulo que formaban: cárcel, plaza de toros y barrio. Tres vértices que anualmente se encontraban, unidos por una misma afición-devoción.


Plaza de toros de La Hoyanca, al lado de la Cárcel Vieja, vista desde la mar

Fotografía: Los fardos

1908. Hacía dos años que habían enterrado al Mellizo y las murallas de Cádiz, la murallita real, tan ligada a sus cantes, empezaba a fragmentarse, con un irrefrenable deseo colectivo de expansión. La ciudad perdía sus puertas, salvo la "de tierra", perdía la "del mar"... y los reclusos y reclusas de la Cárcel Real, como era costumbre antigua, se aferraban a la imagen del Greñuo de Santa María entonando saetas:

"Presidía el conjunto el Preste Sr. Arenillas y de vestuarios los Sres. Riquelme y Ramos, con capas y dalmáticas, cerrando la comitiva la banda de tambores y cornetas de Álava y un piquete de este Regimiento al mando del oficial D. Juan García de Casso.

A poco de salir la procesión de Santa María, hizo un alto siendo adelantado el paso del Nazareno, al que siguió la muchedumbre hasta llegar á las ventanas de la Cárcel en el departamento ocupado por las mujeres presas.

Inmediatos a los enmohecidos hierros de la prisión, estaban los rostros de las reclusas que habíanse ataviado con sus mejores prendas.

Fotografía: Feliciano Gil

En la primera ventana había cinco mujeres, todas bellas, tres en primera línea y dos detrás, más en alto y una de ella de tez morena y sonrosada lanzó al aire los ecos de su sentir en inspirada saeta que avaloraba una voz dulce y emocionada espresando (sic) en el cantar todas las pesadumbres que el cuadro inspiraba juntamente con el dolor que los trances de su vida imprimían á las reclusas, implorando para ellas piedad y alivio en su desgracia.

La misma voz repitió distintas veces sus melancólicos cantares, que la muchedumbre escuchaba en el mayor silencio, esperimentando (sic) hondas sensaciones que se traducían en lágrimas.

Las presas también lloraban, y entre ellas destacábase una de rostro interesante y joven, que de pie, con las manos cruzadas, los ojos fijos en el Nazareno, con mirada anhelante y los labios balbuceando una plegaria, parecía impetrar el auxilio de la divina gracia para la redención de su pena.

Después fué regresado el paso á la comitiva que siguió las calles del itinerario por el barrio de Santa María, hasta la plaza de San Juan de Dios, en donde por haber comenzado la lluvia y por que el tiempo presentaba cariz de agravación, se acordó con la autoridad que la procesión retornara al templo de partida, como así se hizo, siguiendo calle de San Juan de Dios arriba.

Los augurios se confirmaron luego con fuertes aguaceros y tronadas."

Diario de Cádiz, 17 de abril de 1908

En la actualidad, el edificio de la antigua Cárcel Vieja, como sede de la Casa de Iberoamérica, ha acogido a los saeteros actuales, en un intento de recuperar una tradición que se remontaba a más de ciento veinticinco años y que finalizó en 1963, cuando la prisión se trasladó a Cortadura, a la entrada de Cádiz.

Saetas gaditanas, de la célebre Mónica Llamas a Chele Fateta; de Chano Ortega a Magandé, —que le costó la expulsión de Ceuta por negarse a repetir una saeta, a petición del General Sanjurjo—; de los Mellizos, de los Espeletas... y de cientos y cientos de anónimos, gitanos y gachés; hombres y mujeres, reclusos o sin recluir, que fueron configurando la Escuela de Cádiz de la saeta flamenca.

sábado, 30 de marzo de 2013

La saeta flamenca de Cádiz. Enrique el Mellizo y los Ortega: papeles, no conjeturas (III)

Litografía ilustrada por Emilio Luis Bartús, Cádiz, 1944

Sigamos viendo las tradicionales saetas flamencas, que se interpretaban hace algo más de un siglo en Cádiz, siendo la imagen del Nazareno la que mayor número de ellas concentraba. Cien años después sucede exactamente igual. 

En esta entrega debe llamarnos la atención la descripción que se hace del "templete" en el paso de la Virgen —parece ser que una iconografía gaditana ya desaparecida—. Asimismo, debemos fijarnos cómo el periodista hace alusión a "los pasos de San Juan", imagen que antiguamente procesionaba con el Nazareno de Santa María, y redacta literal: "el popular que dio lugar a la copla". Ya que la imagen de San Juan está tristemente ligada a una tragedia acaecida el Jueves Santo de 1880, a la cual se le escribió y se le compuso un tango de Carnaval. Dicho tango luego irradió a Sevilla, según nos contó Demófilo (1), y hoy, instalada parte de su letra —y muy probablemente también parte de su melodía— en los tangos trianeros, vía El Titi y los Montoya, podemos escucharlo, lozano y fresco, en boca del grandioso Miguel Poveda, con todo el lustre y con todas las portentosas cualidades, en su último trabajo discográfico: 


                     ¡Ahora sí que no paso yo

                     por debajo de tu balcón
                     no se vaya a desprendé
                     y a mí me mande 
                     a San Juan de Dios!

El tema merece capítulo aparte y desde aquí nos comprometemos a contarlo en su momento con la documentación correspondiente.


En esta ocasión, en la Semana Santa de 1904, es el artista Silverio Chico o Ángel Pérez (véanse aquí noticias suyas) el que, a juicio del cronista, descuella entre la infinidad de saeteros que le cantaron al Nazareno en su recogida:



"La devota imagen, popularizada por la acendrada fe de los gaditanos, desfiló ayer, con todo esplendor, por la población en medio de las mayores pruebas de entusiasmo religioso.



Fotografía: Los fardos
La Hermandad, que con tanta brillantez celebró el quinario de su Titular, donde pudimos oír la mágica palabra del Sr. Arbolí, quiso que la procesión revistiese igual solemnidad, y justo es decir que lo consiguió, pues la religiosa comitiva fué digna de figurar al lado de las de más fama y lujosas de España.

El paso del Nazareno, al que tan gran realce dan la soberbia peana y las lujosas andas, contenía un caudal en planta, alhajas y bordado y profusión de flores preciadas, entre las que sobresalía una gran corbeille de camelias.


Las imágenes del Señor y la Magdalena lucían las vestiduras que en otro tiempo les donara la familia de Gibaja, protectora de la Cofradía. Jesús llevaba rica cruz de concha y plata, a la que le fueron colocadas nueve coronas, alguna de ellas enviadas desde los pueblos cercanos.


Cuanto digamos del buen gusto desplegado en el paso de la Virgen  de los Dolores, es pálido ante la realidad.


En el airoso templete se enroscaban grecas salomónicas de retama (la flor de moda), rosas y violetas. Una docena de ramos de tres cuerpos regalados por la Sra. Vda. de Iraola.


Don Francisco Ghersi y otros devotos exornaban el plan de las andas, la unión de rica candelería de plata y vaso del mismo metal.


Las alhajas de la Virgen llamaban la atención por sus luces y riquezas.


Para el año próximo estrenará la imagen un manto bordado.


También figuraban en el cortejo, muy bien combinados, los pasos de San Juan (el popular que dio lugar a la copla) y el de la mujer Verónica.


Los penitentes iban perfectamente ataviados con orden; muchos, con extraordinario lujo.


Los servicios muy bien llevados, y las farolas de plata, las mejores de Cádiz, corrieron parejas con los guiones, estandartes é insignias.


Asistieron la banda de Álava, que interpretó lucido repertorio, y la del Hospicio con tambores y cornetas.


También un piquete, con iguales instrumentos del mismo cuerpo, al mando del teniente señor Accame.


De preste, con la cruz de primera clase del Sagrario, el P. Ruiz Mateos.


Tanto la salida como el ingreso en el templo, fueron lucidísimos.


A media noche se verificó la entrada.


En los alrededores del templo hasta la cárcel más de 5.000 personas aguardaban al Nazareno y las saetas se sucedían sin interrupción, cantadas con todo fervor y arte.


Silverio cantó infinidad de ellas, como él sabe hacerlo y fueron escuchadas con recogimiento por los devotos.


Se encendieron bengalas, se iluminaron los arcos voltáicos, colocados ante la iglesia, las bandas interpretaron la Marcha Real, y el Señor de Santa María, entró en su casa despidiéndole aquella multitud con cariño, hasta el próximo año."



Diario de Cádiz, 1 de abril de 1904

A continuación aparecerá la figura de Enrique el Mellizo interpretando saetas. Gigantesca trayectoria la del gitano matarife y puntillero; uno de los más grandes creadores de estilos sigiriyeros, soleaeros, de malagueñas —doble y chica—, de tangos y tientos, de montañesa flamenca y metiendo por verea aromas maños en el compás soleaero de las alegrías. Posiblemente estemos ante la descripción de su última saeta, en 1905, sobresaliente saeta la suya, a pesar de que su muerte estaba próxima. En la primavera del año siguiente de 1906 fallecería.

"Hermoso sobre toda ponderación, resultó el desfile por nuestras calles, de la imagen tan popular y venerada.

No fué obstáculo el aire fresco en demasía para estas fechas, para que se despoblase Cádiz con objeto de ver y admirar al Nazareno de Santa María.

La hermandad ha puesto de su parte cuanto era preciso para que la procesión respondiese a este sentimiento general de expectación, consiguiéndolo con creces.

Orden perfecto, exquisito gusto en el adorno de los pasos, riqueza de trages (sic), mantos y túnicas, abundancia de plata y alhajas; profusión de finísimas flores colocadas con arte; cuidado y esmero en todos los detalles; tales fueron los rasgos de la grandiosa procesión que ya se ha hecho indispensable en nuestra Semana Santa.

El paso del Titular, soberbio en lujo y esplendor; el de la Virgen, magnífico y bellísimo.

Las miradas de todos se fijaban en el manto en construcción de la Virgen de los Dolores; previste ser verdaderamente regio, pues ya, con los bordados que anoche lucía, es uno de los más ricos que tenemos en Cádiz; el dibujo es un prodigio de arte y gusto: va colocado el manto a estilo de Sevilla, y tiene igual longitud á los famosos de la capital de Andalucía. En el manto iban señalados los adornos que aún restan por bordar.

Seguramente el año próximo saldrá la Virgen de los Dolores con el manto terminado por la piedad y devoción de los gaditanos.

Por todas las calles de la larguísima carrera se oyeron saetas en profusión tal, que no creemos que ningún año se hayan cantado tantas.

Al desfile por el barrio, revistió todos los tradicionales caracteres de esta procesión, ya tan conocidos, siendo el entusiasmo indescriptible: en las esquinas de la calle Mirador y Botica rayó aquello en delirio; bien es verdad que había artistas de primer orden en ambos sexos sobresaliendo el Mellizo que conmovió a su auditorio.

El ingreso en el templo fué muy hermoso; los alrededores estaban iluminados por potentes focos eléctricos.

Las bandas de la Columna Infantil de Marinería y Cazadores de Puerto Real, concurrieron á la procesión, siendo recibidos con cariño los pequeños artistas, que interpretaban sentidas marchas fúnebres.

La de cornetas y tambores de la de Marinería, es notable por todos conceptos.

Asistió un piquete de Álava con cornetas y tambores, al mando del teniente D. Antonio Montejo.

Por el Ayuntamiento los Sres. Galván, Serdio y Gutiérrez.

Nuestra enhorabuena a la Cofradía."

Diario de Cádiz, 21 de abril de 1905

En la Semana Santa de 1906, con la salud de Enrique el Mellizo ya haciendo mucha mella en su padre, es su hijo Enrique Jiménez Hermosilla, fiel heredero de su escuela, uno de los intérpretes de saetas reseñado en la noticia. Repárese en la frase: "cantó muy bien las saetas de estilo gaditano, que difieren algo de las que se cantan en Sevilla y otras poblaciones andaluzas". Significativa frase; significativa pista:

"El barrio de Santa María ha ofrecido estas dos últimas noches la nota pintoresca y sui generis del fervor religioso expresado con esas canciones dedicadas á las imágenes que figuran en las solemnes procesiones de Semana Santa.

Sería imposible recoger todas las saetas que en las noches del jueves y del viernes se han cantado, algunas por hermosas muchachas del barrio. En la calle de la Botica, núm. 2 se reunió anteanoche gran concurso para escuchar á la Srta. Dolores de la Rosa, cuya voz dulce é impregnada de sentimiento, llamó extraordinariamente la atención. También se distinguió cantando Rosario Vega y otra joven cuyo nombre no recordamos.



El conocido cantador Hermosilla, cantó muy bien las saetas de estilo gaditano, que difieren algo de las que se cantan en Sevilla y otras poblaciones andaluzas.

En la calle de Sopranis también se formaron reuniones que duraron hasta la madrugada, oyendo cantar en competencia á vecinos del barrio con unos jóvenes de Chiclana que han sido muy celebrados."




Diario de Cádiz, 14 de abril de 1906

A los cuarenta y siete días de publicarse esta noticia, fallecería Enrique Jiménez el Mellizo, un 30 de mayo de 1906. Su necrológica la recogió Diario de Cádiz que, aún por conocida y mostrada ya con anterioridad, merece la pena refrescarla para aquellos farderos que no la conozcan, pues su texto es bastante revelador en algunos aspectos —la descripción que se hace de su carácter afable y ocurrente, a través de la fuente primaria, es una prueba palpable, frente al talante huraño y taciturno, que en fuente secundaria, sobre él se nos había "vendido"—; y sobre todo por la noticia de su animadversión hacia los ritmos de tangos y chirigotas del Carnaval de su tierra, a los que vio con peligro y escepticismo. Se iba el "matarife y el rey" (al decir de Fernando Quiñones); "el último que quedaba de aquella generación de artistas chuscos y personas de gracia", decía el cronista en aquel mes de mayo de 1906:


Diario de Cádiz, 31 de mayo de 1906
(Continuará)
________________________

(1) MACHADO Y ÁLVAREZ, AntonioColección de cantes flamencos, recogidos y anotados por Antonio Machado y Álvarez "Demófilo". Edición, introducción y notas de Enrique Baltanás, Sevilla: Portada Editorial, 1996 (Pág. 87).

viernes, 29 de marzo de 2013

La saeta flamenca de Cádiz. Enrique el Mellizo y los Ortega: papeles, no conjeturas (II)

Cantaor de saeta. Tinta y acuarela.
Obra y gentileza de Santiago Ríos
Segunda muestra de saetas cantadas por los gitanitos del barrio de Santa María, al filo del cambio de siglo, con el cronista reflejando que "ni los años de trastornos políticos habían impedido su salida", un cortejo, en 1899, ya más vespertino que de costumbre:

"Antes de las cinco de la tarde estaban repletos de gente los balcones, zaguanes de casas, ventanas, pretiles de las azoteas, etc., de las calles del barrio de Santa María por donde había de pasar la anunciada procesión de la cofradía del Nazareno, á cuya titular profesa aquel barrio, desde tiempos muy remotos, fervoroso culto. Hasta en los años de trastornos políticos había salido la expresada imagen, sin que nada ni nadie perturbara en lo más mínimo el orden de la comitiva religiosa.

Antes salía de madrugada. Desde el año 71 acá, ha sustituido las horas de aquella por las de la caída de la tarde.

No hay que decir si prestaba alegría á las casas, los tipos clásicos de las hijas más preciadas de aquel barrio, transportadas a los citados miradores, yá las aceras en ancho cordón en estas últimas.

La cruz de la hermosa efigie del titular ya ostentaba desde antes de su salida, una hermosísima corona, regalada por un devoto de la imagen cuyo nombre nos está vedado decir.

La hermosa imagen de la Virgen ostentaba ricas alhajas, entre ellas un magnífico rostrillo de brillantes.

La sección de penitentes que le precedían, llevaban túnicas de terciopelo, con cordón de oro.

Estrenáronse muchas túnicas nuevas, unas moradas con capa blanca y otras blancas con capa morada, llevando en el brazo la cruz, en grana, de la Cofradía.


Azulejos holandeses del siglo XVII, donados por 
los armenios. Iglesia de Santa María
Muchos de los penitentes calzaban sandalias.

En la cruz de la Titular se veían hermosas coronas: las que llevaba el Nazareno, ascenderían á ocho.

Asistió la música de Pavía: no iba piquete. Asistieron en representación del Excmo. Ayuntamiento, el teniente de alcalde D. Amado García Bourlier y los concejales Sres. Lobo y Rodríguez Fernández. También formaba parte de la presidencia el capellán de S. M., D. Luis Bargetón y un señor teniente de la Guardia Civil, al mando de la fuerza distribuida para la custodia de los pasos y orden de la procesión.

Al llegar la procesión a la Plaza de Isabel II, en casa de D.ª Gabriela Monje, se le colocó a la imagen una riquísima corona de adornos de oro y plata, dos grandes cintas de seda color gualda con las imágenes bordadas en bustos de San Juan Bautista y Nuestra Señora del Carmen.

En la calle de Santa María ya habían colocado otra corona de mucho gusto y valor.

La señora de Monje obsequió con vinos y habanos á los antes citados señores que presidían, haciéndolos pasar a su domicilio al mayordomo de la cofradía Sr. Smitch y á D. José Estrade, que dirigía la carrera del titular, por cierto con habilidad bastante para vencer las mayores angosturas y los más insuperables obstáculos de farolas y balcones, sin que aquel sufriera detrimento alguno.

También hizo parada la procesión, al paso por las moradas del Prioste de la cofradía Excmo. Sr. D. Cayetano del Toro y del alcalde presidente del Excmo. Ayuntamiento. En ambas fueron asimismo obsequiados con esplendidez los ya nombrados.

Desde la salida entonáronse saetas, siendo las primeras las que se dejaron oír hasta tres vecinas que turnaban de la casa número 12 de la calle Santa María, una del piso bajo, otra del principal y otra de la azotea.

A las diez y media entraba el Nazareno en el barrio de Santa María, en su barrio, donde fué recibido con entusiasmo cercano al delirio, y entre escenas conmovedoras y llenas de fe, las madres mostraban á los pequeños que llevaban en sus brazos la veneranda (sic) efigie, haciéndoles que con el chapurreo delicioso de los niños, les dirigiesen súplicas y ruegos en solicitud de remedio en alguna tribulación, los hombres, sin una sola excepción permanecían descubiertos, y todos, viejos y niños, hombres y mujeres, contemplaban extasiados la divina imagen. Las saetas se sucedían sin interrupción; en las callejas inmensa multitud se apiñaba, se estrujaba sin una protesta, sin el más leve desorden. El objeto de todos era solo ver al Nazareno, y sufrían gustosos las molestias inherentes á aquel laberinto con tal de poderlo admirar una vez más, de despedirse de él hasta el año próximo.



En la calle del Mirador, el entusiasmo subió de punto. Al aparecer el paso del Señor, se levantó gran clamoreo de vivas y bendiciones, que sólo concluyó cuando vibrante y hermosísima voz femenil lanzó á los aires sentida saeta con un fervor y estilo (permítasenos la expresión) de que sólo son capaces las hijas del barrio.





El silencio más profundo se hizo entonces. Otra voz más dulce, más aniñada, cantó entonces.

                         Estrangulao, hecho peazos
                         Y su cuerpo bañao en sangre
                         Lo descuelgan de la cruz
                         Y lo entregan a su madre.

Al terminar ésta, fuerte y bien timbrada voz varonil, cantó inimitablemente muchas más, todas con sentimiento y expresión.

Aquellas voces, provenían de una casa que hace esquina á la calle de la Botica, donde habita Alfonso Fernández, padre del conocido banderillero Alfonsito con su familia.

En aquella casa había un ramillete de hermosas muchachas, entre ellas Angustias Fernández, hija de aquel diestro, Pepita Ortega y Dolores Durán, hermana de Pipa.

Ellas fueron las que entonaban las saetas y él Enrique Jiménez (Hermosilla).

Allí se reunieron muchas personas conocidas de Cádiz, entraron un momento las autoridades y los mayordomos siendo todos obsequiados espléndidamente por Alfonso Fernández y su hijo y atendidos por Juan Durán (Pipa), Antonio Muñoz, etc. etc.

Más de media hora estuvo parada la procesión en aquél lugar donde se cantaron las saetas á centenares.

Poco después de las doce y media entraba la virgen en Santa María, entre las mayores muestras de entusiasmo y la despedida de hasta el año que viene."

Diario de Cádiz, 31 de marzo de 1899

Indudablemente que la llegada del fonógrafo contribuyó a la difusión de los cantes y la saeta no fue una excepción. Es un hecho claro, muy evidente, a pesar de que el fonógrafo constituía una minoría para ricos que, en modo alguno, estaba al alcance de las clases populares, pero ayudó a su propagación. Así lo expresaba Manuel Capriles, representante de la Sociedad Fonográfica Española,en los albores del siglo XX:


Diario de Cádiz, 11 de abril de 1903

Muy curiosa es la carta redactada a Diario de Cádiz en la Nochebuena de 1904 por un grupo de gitanos del barrio de Santa María, firmada como Los gitanitos del barrio; carta dirigida a Franklin Jr y Cía, —seudónimo de Juan Manuel Martín de Barbadillo— que firmaba la popular y diaria sección Actualidades, en el decano de la prensa andaluza y que marcó un hito en la historia del periodismo (1). La carta en cuestión es muy representativa del fervor que los gitanos de Santa María sentían por su imagen. Va dirigida en plural —por aquello de la Compañía de Franklin— ya que "habemos sabido" que una artista llamada Valsois, a la sazón deambulando por Cádiz, le solicitan con desparpajo un guarda brisas para el "pobrecito Greñuo". Ignoramos quién es esta enigmática artista, ni a qué "manquita" se refiere; seguro que algún erudito de la música nos sacará de dudas. ¡Fijo, como la bola del Observatorio de la Torre Tavira!


Diario de Cádiz, 24 de diciembre de 1904 (edición de tarde)

(Continuará)
_________________________

(1) LABIO BERNAL, Aurora, Diario de Cádiz: historia y estructura informativa (1867-1898), Cádiz: Diario de Cádiz, Universidad de Sevilla y Asociación de la Prensa de Cádiz, 2000 (Pág. 313).

jueves, 28 de marzo de 2013

La saeta flamenca de Cádiz. Enrique el Mellizo y los Ortega: papeles, no conjeturas (I)

Viñeta modificada con autorización del autor. Padylla


Nuevo cantaor. Tempera sobre papel.
Obra y gentileza de Manolo Morgado
Existe una flamencología "de salón", al lado de una flamencología seria. Una que reitera teorías sin demostrar, junto a otra que se fundamenta en las fuentes. La una charlatana, indocumentada, recreadora de tópicos, contradictoria y partidista, cerca de otra, científica y metodológica, que bebe en las fuentes orales y documentales. La primera, hasta ahora, ha sido muy superior a la segunda. Todo el mundo repite lo que todo el mundo en su día afirmó sin contrastar, aquello que salió a golpe de intuición o de invención y terminó instalándose como una peligrosa seudo certeza, que —dicho sea de paso— es lo más difícil del mundo de desmentir, cuando la perniciosa media verdad, andando el tiempo, ya se ha propagado de manera exponencial. 

No conozco un campo de estudio, como el flamenco, en el que se muestre una mayor ampulosidad en los títulos que intentan estudiarlo, y en el que se apele tanto a "la verdad", como si la mentira fuese un reverso demasiado próximo: "La verdad del cante"; "La verdad del flamenco"... Paradójicamente, estos trabajos, preñados de tanta "verdad", suelen ser luego los más desprovistos de veracidad.

Infinidad de estudiosos citan a Manuel Centeno (Sevilla, 1885) como el creador de la saeta flamenca en el primer tercio del siglo XX. Infinidad de estudios citan también a Manuel Torre (Jerez, 1878) y a Antonio Chacón (Jerez, 1863) como los creadores. Infinidad de estudios apuntan asimismo a Enrique el Mellizo (Cádiz, 1848) como su creador en el XIX. Como todo proceso, seguro que no tuvo un sólo creador (que se lo digan a Darwin). Con todo, a nadie se le escapa que de los cuatro anteriores, el mayor, desde el punto de vista cronológico, e influyente de los dos anteriores, fue El Mellizo.


Fotografía: Los fardos
En el caso de Cádiz capital, como foco creador de la saeta por seguiriyas, ya desgajada de la saeta primitiva y despojada de su cadencia de salmodia, así descritas por el Beato Diego de Cádiz o el sacerdote y musicólogo gaditano, José María Sbarbi (1) tiene fundados argumentos. No sólo por la Casa de los Mellizo, también por la de los Ortega y los Monge, esparcidos en las calles Botica, Mirador y Santa María.

El hijo de Enrique Ortega Feria, Enrique el Gordo (José Ortega Morales, nieto de Enrique Ortega Díaz, El Gordo Viejo) así se lo contaba al periodista Luis Bagaría para el periódico La Voz, el 17 de junio de 1922, según rastreo de Manolo Bohórquez"(...) Y en saetas mi abuela Feliciana Fernández, aunque esté mal el decirlo y Chano Ortega."; el mismo cantaor gaditano (Chano Ortega) asimismo considerado un excelente saetero por Don Antonio Chacón, según declaraciones suyas de 1928, al lado de otros, jerezanos y tarifeños, todos gitanos, según su experimentada trayectoria.


El Nazareno de Santa María delante de la Cárcel Vieja

Abramos el fardo. Es Jueves Santo, por lo tanto la luna llena alumbrará en la oscuridad de los testimonios, cómo la saeta flamenca, siguiriyera, directamente influenciada por las tonás de la Cárcel Vieja, se cultivaba con profusión y no menos devoción, en el último tercio del siglo XIX, en el barrio de Santa María, alrededor de El Greñuo, la imagen venerada por los gitanos gaditanos, que le imprimieron su personalísimo sello de jondura, con los Ortega, los Monge, los Fernández, los Espeletas... todos los taurinos viviendo a la verita de la Plaza de Toros del Campo del Sur: el espada El Marinero, los carniceros, los del Matadero y los tablajeros, junto al primogénito de una saga de veintidós hermanos: Chele Fateta, magnífico saetero, hermano mayor —nunca mejor dicho— de Aurelio Sellés; compartiendo barrio, cante y devoción con Chano Lobato, al que por cierto una saeta por poco le cuesta la trena (2).


Antonio Ortega El Marinero

Sin alquimia ni suposición. Lean, lean, no es mera ciencia infusa, es la transcripción periodística, decimonónica, de un foco creador de la saeta flamenca: Cádiz y sus Puertos

Entretanto llegan los papeles de otros arrabales; otras supuestas cunas de saetas flamencas, cuya "flamencología de salón" elevó lo inexistente a categoría de mito, aquí datos, fechas, lugares, letras de saetas, nombres, domicilios y demás circunstancias, con exquisito detalle y pulcra redacción:


"(...) La saeta es un rezo más que un canto, es un poema religioso verdaderamente tal, que pronuncia el hijo del pueblo, acongojado á la vista de cualquier catástrofe ó episodio del que no puede salir á salvo, sin que algo sobrenatural, divino, la misma mano de Dios, le auxilie en su tribulación, poniendo en él los ojos como la última esperanza.


Cantó una saeta el marinero que dijo en los supremos instantes de peligro:


                      El que no sepa rezar

                      que vaya por esos mares
                      y verá qué pronto aprende
                      sin enseñárselo nadie.

También es magnífica la conocida saeta del hijo que junto al lecho de la madre moribunda dijo con profunda pena:


                      ¡Jincarse de royllas

                      Que ya biene Dios;
                      Ba a resibirlo la mare e mi arma
                      e mi corasón! (sic)

Claro es que el paso de las imágenes de las procesiones que representan escenas de la Pasión, inspira á los corazones de os siervos de Cristo, contraídos por inmensa pena, saliendo á los labios la traducción del dolor que sus almas experimentan.


Y si á la posesión de esos sentimientos se agregan facultades de voz y expresiones angelicales y de hermosura, en el ser que pronuncia la oración de que venimos ocupándonos, no hay que decir cuanto gozaremos los que hemos tenido la dicha de escuchar á las mujeres de nuestros barrios populares, agrupadas al rededor del Jesús de Nazareth ó de la Santa Urna que se veneran en la Iglesia de Santa María, ó asomadas a los balcones de las casas de las calles por donde aquellos pasos transitaran en estos últimos días.


Cuando anteanoche llegamos al barrio del mismo nombre que aquella Iglesia, eran ya la una y media y subía el Nazareno la rampa de madera que conduce á la Iglesia.


La concurrencia era exhorbitante, formando una extensa, compacta y negra masa de criaturas de todas clases, sexos y edades, desde el paso de la Virgen, que cerraba la procesión, hasta la Plaza de Toros.

El bullicioso y vocerío eran ensordecedores; las coplas del pueblo, las voces de los que de una gran parte del mismo, protestaban de que se recogiera la procesión tan temprana y los acordes de las bandas de música, no nos permitieron coger al oído ninguna de las saetas entonadas en aquél término del trayecto recorrido en el barrio.

Y bien que lo sentimos, pues de uno de los balcones del piso principal de la casa núm. 25 de la calle de Santa María, se dejaba oír alguna que otra palabra de las coplas que entonaba una gallarda joven de potente y bien timbrada voz, que en algunos momentos lograba sobreponerse á tanto ruido.


Pero, á la vuelta nos detuvimos en la Plaza de San Juan de Dios, bajo los balcones de la casa señalada con el número 11.



Antonio Ortega El Marinero
En el segundo piso vive D.ª Carolina Camerino de Ortega, esposa del diestro gaditano Antonio Ortega el Marinero.

En cumplimiento de una promesa que había hecho, estaba cantando saetas con el singular estilo y maestría ya conocidos en Cádiz.


Hé aquí algunas de las que pudimos alcanzar oír:



                             ¿Dónde va mi Dios metío
                       Entre medio los romanos
                       Difunto y muy mal herido
                       Y de faroles rodeao.

                                       –


                       ¿A quién buscáis señores?

                       ¿Al rey Jesús Nazareno?
                       Sólo oír mentar su nombre
                       Los judíos caen al suelo.

                                        –


                       Es tan estrecha la cama

                       Que el rey de los cielos tiene
                       Que para dormir en ella
                       Un pié sobre el otro tiene.

                                         –


                       Caminemos, caminemos

                       Hasta llegar al Calvario,
                       Por muy pronto que lleguemos
                       Ya lo están sacrificando.

Los que abajo admirábamos, más que el contenido y sentir de la letra, el tono y acento con que eran cantadas, prorrumpieron en aplausos á la hermosa devota del Nazareno.


Isabelita Camerino, joven rubia con dos ojos del color del hermoso cielo de ayer, y muy guapa, parienta de la anterior, cantó entre otras las siguientes saetas:


                        En este día se observa

                        Un eclipse extraordinario, 
                        Le da un desmayo a María
                        En el Monte del Calvario
                        Y está Cristo en su agonía.

                                        –


                        Está sentado en la piedra

                        Aguardando los barrenos
                        Para enclavarlos en la Cruz
                        a Jesús el Nazareno.

                                         –


                         Lo descuelgan de la Cruz

                         Descuartizao y hecho peazos,
                         Se lo entregan a María,
                         Y lo recibe su mare
                         En sus santísimos brazos.

La ovación a la simpática cantante fué muy grande.


Mercedes Jiménez, otra joven no menos simpática que la Isabel, y dándose las mejores trazas para el plañidero canto, dijo muy bien entre otras las coplas que siguen:


                       Pilato lava sus manos

                       Porque culpa no encontró,
                       El pueblo lo acriminaba
                       Por embustero y traidor.

                                       –


                       ¡Válgame Dios, madre mía!

                       ¡Qué tres clavos más mortales!
                       Desde la una del día
                       Hasta las tres de la tarde
                       Que le duró la agonía.

                                        –


                        Con el peso de la Cruz

                        Que le ahogaba la sed
                        Pidió una poca de agua
                        Y el pícaro de Pilato
                        Le da vinagre con hielo."


Diario de Cádiz, 4 de abril de 1896

(Continuará)
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(1) SBARBI OSUNA, José María (carta a Antonio Machado Álvarez "Demófilo"), Revista La Enciclopedia, 5 de marzo de 1880.

(2)"(...) Ahí fue donde yo canté la primera saeta de mi vida.  ¿Tú ves ese hueco de las dos columnas? ¡Ahí! pues tendría unos doce años. Salí cantando Y canté una saeta muy trágica:
                                                        Virgen del penal de Ceuta
                                                        saca a mi padre que está en presidio...

Mi padre estaba escuchando y decía: ¡será hijo de la gran puta! Ahí estaba el Lolo de Soledad, el Armando, unos bichos... A Jesús Nazareno, iba dedicada la saeta. Virgen de Ceuta, patrona del presidio, me acuerdo era una tragedia de aquí te espero, no se qué, no se cuanto, todas las mujeres llorando y mi padre el pobrecito... Y mi padre estaba en la esquina escuchando". TÉLLEZ RUBIO, Juan José y MARQUÉS PERALES, Juan Manuel, Chano Lobato. Memorias de Cádiz, Cádiz: Diputación Provincial de Cádiz, 2003 (Págs. 66 y 67).