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lunes, 2 de junio de 2014

Tío Chele (1927-2014): un bailaor de posguerra


Tío Chele. Foto: Kiki

Una de las sensaciones más desconcertantes de esta vida se produce cuando en tu memoria se retiene el fotograma exacto de la última vez que has visto a un ser querido. Inquieta la forma en la que ésas imágenes retornan a ti, porque vienen bien enfocadas, mostrándote con claridad, quizá la sonrisa de un saludo que tú no sabías se trataba del último. La última mirada o el último eco de su voz. Cuando ése calidoscópico montaje de imágenes se proyecta en tu memoria, te acuerdas que la muerte es lo único que, verdaderamente, es "para toda la vida", crudo juego de palabras que te avisa, con infinita verdad, de lo efímera de nuestra existencia.


Foto: Universogaditano.es
Viernes, 23 de mayo. Ruido de platos en la Peña Juanito Villar. Camareros que no dan abasto. Cubiertos que se caen. Sillas de enea desvencijadas, mantel azul y barato de papel. Venialidades que contrastan con el trato exquisito de los anfitriones. En el ambiente, aroma de pescadilla del muelle, bien frita y limones para enmascarar la fritura acompañante que —acaso— no esté a la altura y frescura de la anterior, si es que se entrevera género discordante. De fondón, la rica pescadilla; y de fondo suena la fresca voz del titular de la peña: antigua grabación de el de la Jineta, cuando Juan Villar estaba entre los tres o cuatro mejores cantaores de España, acordándose de su amigo Alfonso de Gaspar, por bulerías, con soniquete de Paco Cepero y con amaneceres bellos, en el mar y en el campo.
Foto: Ramón Soler

Dos cámaras con trípode grababan una esplendida y didáctica conferencia de Faustino Núñez, ilustrada al cante por David Palomar, con el toque de Keko Baldomero, cumpliendo así un proyecto de cooperación transfronteriza: Flamenco de Orilla a Orilla del Instituto Andaluz de Flamenco. En la barra, territorio hacia donde es preciso que el ingenio sutil del conferenciante dirija y hable de glosolalias siguiriyeras, en subliminal y agudo toquetazo de aviso de cornetín: otro as de la baraja flamenca está y sabe escuchar el cante y la disertación: Antonio Barberán.

Minutos antes de empezar, con luces a punto de apagarse y los parroquianos ya —casi— chistando silencio, la figura de El Chele atravesó el umbral de la vieja casamata caletera. Gorra como la de Ignacio Espeleta, bastón y paso muy lento. Chaqueta gris, camisa color mostaza. Entraba un viejo bailaor, de vuelta de todo. Sus hijos con él y su sitio guardado. Cambió el brazo de apoyo sobre su bastón para estrechar nuestra mano, con una sonrisa franca y un cariñoso saludo con su acento gutural. Siempre abrió generoso los cajones de su memoria para contestar a cuantas preguntas le planteamos. Amaba el arte flamenco. Era socarrón e ingenioso en sus narraciones. Trufaba el sentido de humor con las vivencias pasadas y gozaba de una memoria prodigiosa que administraba con socarrona retranca. Se sentía muy orgulloso de haber representado artísticamente a un —entonces muy desconocido— Camarón de la Isla en Ceuta, junto a "Los Beatles de Cádiz", cuando los melenudos de Enrique Villegas, cobraban lo mismo que Raphael o Julio Iglesias. y las salas Pasapoga, El Biombo Chino o Los Canasteros de Manolo Caracol, se los rifaban


Tío Chele. Foto: Kiki
Tío Chele. Nombre artístico de José Agudo Sampallo. Cádiz, 1927-2014. Bailaor. Debutó con el bailaor chiclanero Juan Gálvez El Cojo Farina. Se inició en los colmaos y tabernas de su ciudad natal como La Cueva del Pájaro Azul, La Venta La Palma, Las Tres Marías, Costa Azul, El Ventorrillo del Chato y la Venta Vargas, de San Fernando. En los años cuarenta formó parte de una compañía flamenca llamada La muerte pequeña de Andalucía, junto a Amós Rodríguez Rey, Antonio Jineto, Mercedes Broco, El Pilili, El Bella, El Lolo de Cádiz, Patrocinio Rojo y El Niño de Jerez. Esta compañía, que ensayó en el Gran Teatro Falla, estuvo al frente del representante y cantaor gaditano Manuel Portela y recorrieron las provincias de Sevilla, Cádiz y Córdoba. Más adelante ingresó en una compañía con Maruja Marté, Antoñita Vega, El Cojo Farina, Niño de las Maravillas, Chano Lobato, Antonio Jineto y El Churri


En el centro El Cojo Farina y Patrocinio Rojo. A la derecha Tío Chele y atrás
creemos reconocer a Jineto y a Juan Doblones, el tocaor de la izquierda

En 1947 se incorporó al elenco de Anita La Jerezana, con Manuel Carrasco  padre de Periquín Niño Jero y Juan Ángel Pecillín, entre otros artistas. Entroncado familiarmente con El Beni de Cádiz que fue padrino de su boda—; con Santiago Donday, con Antonio Vargas Peroche y con Eugenio Salas El Niño de los Rizos. Viajó con El Beni a Madrid, viviendo allí el ambiente flamenco de los años cincuenta. Regresó a Cádiz y a caballo entre La Parra la Bomba, El Escorial y La Privadilla, alternó en fiestas con cantaores, tocaores y bailaores como, Antonio el Herrero, El Peste, Ramón Vélez, Pablito de Cádiz, El Niño de los Rizos, El Botita, El Niño de la PelotaPericón de Cádiz o Chano Lobato, entre otros muchos. Ejerció de representante artístico; trabajó también en la Fábrica de Tabacos y en la taquilla del Cádiz C.F.

Tío Chele. Foto: Cata Zambrano
Participó bailando en la Nochebuena Flamenca de Cádiz que emitió Televisión Española en 1999: Navidad en los esteros, con JinetoChano Lobato, Mariana Cornejo, Manuela Fernández la Careta, Loli JiménezSelu de Cádiz, Cascarilla, Vicente Soto Sordera o Nano de Jerez



TVE, Nochebuena en los esteros. Diciembre de 1999
Con Selu de Cádiz. TVE, Nochebuena en los esteros. Diciembre de 1999
Con Jineto, Cascarilla y Mariana. TVE, Nochebuena en los esteros. Diciembre de 1999
Con Vicente Sordera y Manuela Careta. Nochebuena en los esteros. Diciembre de 1999
Jineto, Chano Lobato y Tío Chele... Nochebuena en los esteros. Diciembre de 1999

Fue otro de los integrantes, en los años cincuenta y sesenta, de aquellas singulares y seculares comparsas de flamencos, que recorrían la ciudad, actuando y "mangando" comillas y cursiva intencionada para al gerundio por las calles gaditanas. Véase el fardo: La comparsita flamenca. La peña Juanito Villar le dedicó sus XXVIII Encuentros Flamencos.

Fernando Quiñones lo evocaba en la siguiente reflexión, apreciando sus replantes por bulerías:

"Por nuestra parte, y difiriendo en ello de la mayoría de los autores, nos resistimos a rechazar, de entre esos aspectos, el que podríamos llamar “heterodoxo” y que también nos vale en sus justos momentos y hora, si son un Peroche o un Lobato quienes nos cantan o un Pablito de Cádiz, Chino, Chele o Gineto quienes nos bailan esas bulerías aplicadas a las más inimaginables melodías, trátese de canciones modernas o religiosas, himnos, pasodobles o rayos encendidos." (1)



El bailaor Ramón Vélez que junto a El Beni estuvo en la compañía de Manolo Caracol, lo evocaba en sus memorias, con sus andanzas, con El Mori de Cádiz, cantaor de una gracia extraordinaria en contraste con un fin, tremendamente trágico:

"Había en Cádiz, un hombre que si se hubiese ido a Madrid, hubiese sido un gran cómico, pero él quería mucho a su madre viuda, era demasiado gaditano y se quedó en Cádiz, trabajando en el Dique de Matagorda, él era conocido sólo en su tierra, y ya nadie se acodará de él, era mayor que yo, así que de su edad quedarán pocos, él era conocido por El Mori de Cádiz, Chano Lobato y el Chele de Cádiz, se acordarán, éste que he nombrado ahora, también tiene gracia por arrobas, no hay quien esté a su lado un segundo sin reírse. (...) Los artistas fueron, Popey de payaso, Chano Lobato de cantaor, que además toreó una vaquilla, fuimos también El Beni, El Bastina de la Viña, El Chele de Cádiz y un servidor." (2)


Chano Lobato, por su parte, lo mencionaba cuando compartió con él el trabajo de la Fábrica de Tabacos de la calle Plocia:

"Y estuve aquí, en la Fábrica de Tabacos, que es una cárcel, porque esto dentro era como una cárcel, entonces estuve cinco años para poner las cosas en su sitio. Nos castigaban siempre, en el tubo, a Tío Chele y a mí." (3)




Alejandro Luque, en su excelente biografía sobre El Cojo Farina, nos recuerda su aprendizaje e inicios con el bailaor chiclanero:

"El Chele, su vecino de siempre, al que Juan inició en la disciplina del baile poniendo las manos sobre los hombros y marcando, un dos, un dos tres, cuatro cinco seis. (...) Una vez más, aquello sabía a pan para hoy hambre para mañana, por mucho que se patearan toda la provincia de Cádiz y Sevilla juntas. Y es que, más que dar dinero, podía jurarse que perdían. Eso sin mencionar a un contable que se encargaba de amonestarlos cada vez que salían de juerga y regresaban en condiciones poco aptas para los enormes esfuerzos que el baile exige.

                           — Sepa usted que tiene una multa
                           (anotaba el tipo en su libreta negra),
                           y que se la descontaremos del sueldo. 

Sentencia que aterrorizaba a todos, especialmente a El Chele:

                           — Juan, ¿cuándo vamos a pagar la multa, 
                           si no cobramos desde que salimos de Cádiz?" (4)

Las anécdotas recopiladas por Alejandro Luque, además de estar contadas con una bella redacción, poseen, una vez más, el testimonio claro de cómo el sentido de humor ayudó a sobrevivir en el sur a unos flamencos de posguerra:

"Una vez más, los flamencos demostraban que en Cádiz el humor es lo último que se pierde. Como enésimo botón de muestra cabe recordar un espectáculo que se estrenó en el Cine Macario de el Puerto; nadie recuerda el nombre, pero sí que estaba protagonizado por Merceditas Broco, una bailarina que llegó a bailar ante la Reina de Inglaterra en compañía de Aurelio.

En el patio de butacas, los carniceros de El Puerto; sobre las tablas, un decorado que emulaba las viejas ventas; Farina, el hilarante Antonio Peroche y otros compañeros representaban la larga paciencia de los artistas esperando al señorito de turno que resolviera la noche, un argumento de sobras conocido por todos. Y el señorito, en la piel del galán Manuel Portela, llegaba al fin:

                        — Señores, buenas noches, ¿cómo está la noche?
                        — Fatal, respondían todos a coro.
                        — ¡Pues ahora vamos a dar una fiesta
                        y nos vamos a gastar treinta o cuarenta mil duros!

Y en ese momento, sin el menor respeto por el guión, intervino Peroche:

                        — ¡Manué, no te gastes el dinero y paga las
                        pensiones, que están los dueños esperando...!

Las carcajadas y los gritos de ¡Viva Cádiz! que lanzaban los carniceros no fueron suficientes para impedir el despido de Peroche, que en adelante fue sustituido por un cómico gaditano..." (5)


Conversando con Chano Lobato. TVE, 2000
El Morcilla, Chano Lobato, Tío Chele y Jineto. TVE, 2000
El Morcilla, Chano Lobato, Tío Chele y Jineto. TVE, 2000
El Morcilla, Chano Lobato, Tío Chele y Jineto. TVE, 2000

Otro flamenco de cartel. Hijo de la posguerra y las cartillas de racionamiento, que repiqueteó en un losillo sus pataítas por bulerías, con trozos de madera en las alpargatas para aumentar el soniquete, en constante porfía sana con Bendito, con Ramoncito Vélez, con Juan Farina, con los Jinetos, con El Beni, con Porroto... y con tantos y tantos artistas de su ciudad natal.

¡Que descanse el bailaor: El Chele de Cádiz!


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(1) QUIÑONES CHOZAS, FernandoDe Cádiz y sus cantes. Guía de un folklore y una ciudad milenarios, Barcelona: Fundación José Manuel Lara, 2005 (pág. 139).

(2) VÉLEZ GONZÁLEZ, Ramón, Mi vida contada. Un bailaor flamenco de los años cuarenta, Sevilla: Calle Ancha, 2001 (págs. 31-38).

(3) TÉLLEZ RUBIO, Juan José y MARQUÉS PERALES, Juan ManuelChano Lobato. Memorias de Cádiz, Cádiz: Diputación de Cádiz, 2003 (pág. 116).

(4) LUQUE, Alejandro, Que me quiten lo bailao. Vida y arte de Juan Farina, Chiclana de la Frontera: Ayuntamiento de Chiclana de la Frontera, 2000 (págs. 19, 57 y 58)

(5) Ibídem, (pág. 60).