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domingo, 18 de octubre de 2015

Fosforito. Diccionario Gaditano de Flamenquitos Insignes (IX) (A Alberto Rodríguez Peñafuerte)

Francisco Lema Fosforito. Fotografía: Fernado el de Triana, Arte y artistas flamencos

Fosforito.

Nombre artístico de Francisco Lema Uller, por su alta estatura y delgadez. Cádiz, 1870-Madrid, 194? Cantaor. Hijo de Francisco Lema y de Josefa Uller, nació, según su documentación de licencia absoluta de quintas, el 17 de abril de 1870 (1). Residió en los números 13 y 15 de la calle San Rafael de su ciudad natal. Casado con la bailaora jerezana María Pilas Malvido 'Mariquita Malvío'. Discípulo directo de su coetáneo —y coterráneao que diría Fernando Quiñones— Enrique El Mellizo, según la declaración del propio Fosforito

Conforme a Blas Vega y a Ríos Ruiz, debutó en 1883, en el jerezano Café del Palenque, propiedad del empresario Juan Junquera, donde permaneció durante cuarenta días. Personalmente, nos parece 1883 una fecha bastante temprana para debutar, al contabilizar Fosforito 13 años de edad; por lo que hemos de situar su debut con posterioridad, hacia 1885/1886. Seguidamente actuó en El Puerto de Santa María y en distintas ciudades y pueblos andaluces, volviendo a Jerez de la Frontera, esta vez al Café de la Vera-Cruz, por espacio de veinticinco días (2).


Fosforito conversa con Juan de Gredos.
Mundo Gráfico, 16 de septiembre de 1931
Tiene muy poco sentido —escribimos una vez— llamarle hoy Fosforito El Viejo, como la actual flamencología parece haber acordado denominarle; como poco sentido tendría, en todo caso —escribimos ahora—, llamar al actual maestro de Puente Genil, Antonio Fernández DíazFosforito El Nuevo. Máxime si el segundo se llama así, por emulación al primero. Porque es que además— resulta que hay un tercero (Fosforito de Granada), llamado así en sus inicios artísticos por emulación al segundo que, como se ha dicho, a su vez emuló al primero; luego... ¿cómo hemos de llamar, entonces, al tercero? ¿Neofosforito? ¿Fosforito el Novísimo? ¿Y cómo le ponemos al cuarto: Fosforito de Valladolid? ¿Tardofosforito?... 

Luego, uno se encuentra por los universos wikipédicos con deconstrucciones biográficas, en donde los "cortapega", arrojan pastiches wikilingüísticos de este calibre: ¡Escolti: que Francisco Lema Fosforito! nació en Pont Genil (Còrdova) en 1869!


Por esa misma regla de tres y aplicando idénticos criterios de tiempo y por mor de reiteración de nombres artísticos, deberíamos decir —y de paso unificamos parámetros de clasificación semántica de sustantivos antropónimos—: Chacón El ViejoTerremoto El Viejo; Lebrijano El Viejo; Canario El Viejo; Canalejas El Viejo; o Perla La Vieja... toda vez que la historia registra dos Chacón(es) —otros dos Chaconcitos—; dos Terremoto(s); dos Chocolate(s); dos Lebrijano(s); seis Canario(s); cinco Perla(s); ocho Habichuela(s); cinco Rubia(s); cinco Carocol(es); cuatro Jarrito(s); tres Camborio(s); dos Canalejas; dos Faíco(s); seis Chaqueta(s) —otros dos Chaquetón(es)—; una Tomata —junto a cuatro Tomate(s) y un Tomatito—; quince Chatos —más tres Chatas—; ocho Cojos, tres Mancos; cuatro Tuertos y dos Jorobaos.


Fotograbado de la Revista Actualidades,
1903. Biblioteca Nacional de España
Cuando hace un tiempo investigamos la figura de "El Tío de la Tiza" (3), en un trabajo que nos ocupó muchos años y que fructificó en un volumen de setecientas páginas, usamos una fuente muy diversa, al asumir el gran reto que suponía revisar una biografía errada —y de qué forma— sobre la que no podíamos deslizarnos, precisamente, por encontrarnos obligados a mostrar un número de pruebas mayor del habitual y sin margen alguno de error, que le diera solidez a nuestra hipótesis revisionista. Gracias a dicho trabajo, el Ayuntamiento de Cádiz pudo iniciar el expediente y posterior nombramiento de Hijo Predilecto (en vez de adoptivo, como insinuaba la naturaleza de su anterior biografía).

Ello nos hizo rebuscar en un tipo de documentación que —hasta entonces— nunca había sido usada en las investigaciones flamencas, según las propias palabras del maestro José Blas Vega, que en carta personal así nos lo alabó y refirió. Los documentos a los que aludimos son los libros de quintas; es decir, los expedientes de quintas municipales, en este caso, del Archivo Histórico Municipal de Cádiz, al tratarse de una documentación, en ocasiones muy prolífica en proporcionar datos y complementaria con otras fuentes más comunes, como padrones, partidas de nacimiento, bautismo, matrimonio, defunciones y otros tipos de materiales.


1902. Licencia absoluta de Fosforito (anverso). AHMC



Veamos la documentación de quintas de Fosforito, concretamente su licencia absoluta, en la que un día fuera clasificado como "soldado condicional", firmada en Cádiz un 13 de diciembre de 1902 por el Coronel de la Zona de Reclutamiento de Cádiz, número 42, Luis Aranda Mina.

En ella se refleja que ha nacido en Cádiz, un 17 de abril de 1870; que es cochero de profesión y que perteneció al reemplazo de 1890.



Una ocupación laboral, ejercida en su juventud (cochero) que ya conocíamos, gracias al investigador Martín Salazar (4) y que ahora se corrobora, y una fecha de nacimiento distinta (1870), un año después a la propuesta por el DEIF. En cualquier caso, será la partida de nacimiento la que fije en un futuro su año natal, que seguro lo arrojará algún archivo parroquial de Cádiz, pues el Registro Civil no se puso en marcha hasta enero de 1871.

Al reverso del documento de su licencia absoluta de su servicio militar, se consigna manuscrito el siguiente texto:


1902. Licencia absoluta de Fosforito (reverso). AHMC



"Años 1890 á 1902. 

Empezó en Caja un 13 de diciembre de 1890, como comprendido en el artículo 69 de la ley y el siguiente día pasó al Depósito por dicho concepto en el que continuó hasta el 13 de diciembre de 1902 que por haber cumplido los doce años que previene la ley se le expide la presente licencia absoluta.
                                          El Comte. Mayor":








En otro documento relativo a su expediente militar de reclutamiento, localizado por el investigador Manuel Bohórquez, podemos contemplar que tenía asignado el número 225 y que vivía en Cádiz en los números 13 y 15 de la calle San Rafael; numeración que correspondía al Barrio del Hospicio (La Viña). En dicho documento se vuelve a confirmar que nació el 17 de abril de 1870 y que sus padres son Francisco (Lema) y Josefa (Uller):






Blas Vega y Ríos Ruiz, fijaron su fecha de nacimiento, a partir de unas declaraciones que el propio Fosforito efectuó a la revista Mundo Gráfico, el 16 de septiembre de 1931pero sin tener en cuenta que dicha entrevista había sido publicada antes, en 1929 y que la respuesta verdadera de Fosforito había sido modificada (5)— ya retirado del cante y entregado a su pasión por los gallos de pelea; afición compartida por tantos flamencos, entre otros, lo siguiriyeros Francisco la Perla y Manuel Torre, o su paisano José Brea Breíta, cuñado de Manolo Vargas y El Cojo Peroche.


Mundo Gráfico,
22 de enero de 1930




A propósito de los gallos de pelea, el redactor de Mundo Gráfico, J. Larios de Medrano, publicó un artículo sobre la cría, proceso de selección, cualidades físicas y antecedentes hereditarios de los gallos, citando a Fosforito entre los más destacados.




Fosforito entre gallos de pelea. Mundo Gráfico, 16 de septiembre de 1931

La entrevista la realizó Juan de Gredos (seudónimo de Eleuterio Verdes Villa, según David Pérez Merinero) y consta de dos páginas. Le sirvió de apoyo documental a Blas Vega y a Ríos Ruiz para su entrada en el DEIF. Mas se da la circunstancia curiosa, —como se ha dicho— que dos años antes, el 13 de noviembre de 1929, El Heraldo de Madrid había publicado esta misma entrevista, más amplia y firmada por Antonio V. de la Villa (hermano de Eleuterio). Ambas entrevistas están subidas en red desde 2009 en el blog Papeles flamencos. En ella, Fosforito declara en 1931 que "hace sesenta y dos años que vio la luz primera"; de ahí que la enciclopedia fijara 1869, en lugar de 1870 que en este momento acredita el expediente de Quintas; fecha que sí coincide con los "hace cincuenta y nueve años" que, verdaderamente respondió en la entrevista primigenia de 1929. En cualquier caso, poco importa ahora la precisión de su año natal, que en un futuro conoceremos seguro.

"Escuchemos" mentalmente ahora y de primera mano, al propio Fosforito en la transcripción literal de la primera entrevista de 1929, por ser más completa y fidedigna, ya que, en la segunda, se perdió información muy valiosa, como la que aquí se proporciona de la muerte de El Canario. Tan sólo omitimos una introducción que le precede, de escasa calidad literaria, cuajada de tópicos con "falsetas que sienten celos"; "bordones que suplican" y "primas que gimen de achares":

Fosforito con Antonio V. de la Villa, Heraldo de Madrid 13 de noviembre de 1929


"LOS QUE FUERON 'ASES' DEL CANTE HONDO.

Fosforito, el rival de Antonio Chacón, el viejo ruiseñor del cante, enfundado en su pulcro terno negro, de no mal corte, limpio, melancólico en el gesto, pasa revista cuidadosa a las 'jacas' de pelea de la gallera del noble caballero andaluz don Francisco Taviel Andrade, admirador del artífice del estilo en la época de su mayor esplendor, y que en los momentos tristes en que se inicia la decadencia lo protege y pone a resguardo de las contingencias económicas. Imprevisión de artista. Billetes, mujeres, arte purísimo, gloria... todo derrochado idealmente. Para ser un recuerdo burlón del pasado.


¿En dónde vio usted la luz primera, Fosforito?

—En Cádiz, hace cincuenta y nueve años; en una tierra en la que la poesía se hizo música en los pregones, en los surtidores de los patios, en la luz, en la risa de las mocitas. Y mi nombre es el de Francisco Lema. Y de mi niñez no puedo contarle nada interesante como no sea que tuve, siendo muy chico, que arrimar el hombro para ayudar a los míos a mantener la casa. Que siendo un mozalbete me empecé a aficionar al cante, y era un pájaro loco que soltaba sus trinos con cualquier pretexto, y en la calentura de los sueños me imaginaba coplas y más coplas que ponían la cara verde de envidia al mismísimo Fillo, Silverio y a Juan Breva. La fortuna me puso en los umbrales de aquel divino malagueñero que se llamó Enrique el Mellizo; éste —mi maestro a poco— abarcaba todo el género, y las seguiriyas y soleares salían de su garganta pulidas y emocionadoras hasta arrancar bravos y atronadores ¡olés! que no dejaban escuchar las letrillas finales. Yo me aficioné como un poseso, y en aquella escuela… fui día a día perfeccionándome en los secretos del cante. Mi mentor, con mano segura, me iba enseñando a dar matices a la voz, a robarle a las coplas su entraña, a tamizarla a través de los trémolos para que la esencia del sentimiento, de la alegría o del reto fluyese arrolladora en suspiros, en ayes estremecedores como certeras puñaladas; que la música tomase vida y ecos de triunfo en los sostenidos, en las leves palpitaciones de la media voz. De allí salí con mi estilo tallado, con un dominio cumplido de lo que eran los registros en la mina preciosa de mi garganta. Compañero de escuela, admirable camarada de lucha y competición más tarde, fue aquel mago que asombrosamente elevó las sublimidades del género a las regiones inaccesibles del divinismo, ¿su nombre? ¡Antonio Chacón! Y el remoquete de 'Fosforito', que luego popularicé, haciéndole famoso, se debió a mi contextura. Yo era lo que se dice, en aquella época, un junquillo pinturero. Morenito, flexible, escurrido de chichas; como la gente me veía tan largo y delgado, se aficionó a llamarme 'Fosforito' el Fósforo... ha alumbrado muchos días buenos para la Ópera Flamenca ¿ha visto usted qué esaboriciones inventan para andar por casa?

¿Salió usted muy joven para debutar?

—Muy pronto. Tenía catorce añitos. Con mi voz y los pocos años, el mundo venía a ser la senda radiante que habría de conducirme a la consagración, sin nutrirse de los anhelos rabiosos que me estallaban en el pecho. Puse la proa de mis sueños camino de Jerez y en el bello rincón de los viñedos irrumpí al Palenque dispuesto a probar fortuna. El café de Junquera, camarín en donde se rendía encendida devoción a esta modalidad, ya había acogido entre sus muros a otros cultivadores felices, como el 'Chato de Jerez', magnífico siguiriyero; Diego el 'Marrurro', Luis el de 'Juanero' y Javier Molina, que con sus originalidades e inspiración tiranizaban la atención de los habituales al establecimiento de cante. Para abrirse una brechilla en la admiración y en el gusto de aquella gente no quedaba otra solución que poner en juego todas las facultades, el repertorio todo de las coplas más nuevas y el estilo depuradísimo de quien ha de medrar en el oficio.

Tuve suerte. La lucha se desarrolló en un ambiente poco propicio a los neófitos. En la primer
(sic) malagueña se transfundió la música de la guitarra con los lirismos de mi alma en tensión, templada y varia de tonos como una cuerda más del instrumento. Al acabar me volvieron a la realidad unos nutridos aplausos, que a mí me supieron a besos de mujer. Entre chato y caña, volví a cantar, dos, cinco, ¡no sé cuántas coplas más! Parecía que ya había asegurado el porvenir; que los veinticinco realazos que me tenían asignados por día eran veinticinco mil duros. y mi persona el amo del cante. La realidad era otra. En casa de Junquera cuando pagaban era muy buena señal. El barómetro más infalible que marcaba las temperaturas crematísticas de la caja lo fue ése detalle.

Allí permanecí actuando durante cuarenta noches con muy buen éxito. Desde entonces me especialicé en las malagueñas, haciéndome célebres con ellas

                                              Si de ti pudiera vengarme
                                              bien sabe Dios que lo hiciera;
                                              pero es mi querer tan grande,
                                              que lo pienso, me da pena
                                              y lloro lágrimas de sangre

                                              Yo canto de noche y día
                                              mi voz a nadie conmueve
                                              yo soy como el ave fría
                                              que canta sobre la nieve
                                              llorando las penas mías
En esas dos coplas que le copio me volcaba materialmente, y conseguí tantos triunfos con ellas que las hice mis favoritas, entre todas las del repertorio. Si nos atenemos a las dificultades de interpretación, considero la más difícil la seguiriya, el verdadero 'cante jondo', así como lo más gitano son los martinetes.

                                            Yo voy como un ciego
                                            por esos caminos.
                                            siempre pensando en la penita negra
                                            y luego qué llevo conmigo.

                                            Cuéntame tus penas,
                                            te diré las mías...
                                          verás como al rato de que estemos juntos
                                            todas se te olvidan.


¿Qué hay de esa leyenda del Canario?

Mucho se ha fantaseado sobre su trágico fin. La muerte del coloso fue otra copla más, con sabor de sangre y leyenda, que tejieron sus partidarios. El Canario por aquél tiempo trabajaba mucho y bien. En el zenit de la gloria empezó a refulguir una nueva estrella que le hacía sombra a la aureola del divo... que gozaba: (la Rubia de Málaga) mujer en promesas, chavalilla que apuntaba muy notables condiciones para el arte jondo, y que muy pronto diezmó atrayéndose al coro de admiradores que la acompañaban, a modo de aureola los más recalcitrantes canaristas. A los celos y rivalidades profesionales, (el Canario) añadió más tarde cierta popensión amorosa, que los antagonismos disfrazaron de odio. El caso es que (el Canario) tenía que cumplir sus compromisos artísticos en el café cantante del señor Manuel (el Burrero) que regía los destinos de la catedral sevillana, en donde se contrastaban valores y recibían el espaldarazo los que se dedicaban a tan difícil modalidad, en ocasión en que se hallaba actuando (la Rubia) el padre de la malagueñera vio con muy malos ojos y presagios funestos la llegada del rival. Si pérdida de tiempo se fue en busca del señor Manuel para darle conocimiento de todo ello y aplazar si se podía el debut de (el Canario). (El Burrero) no participaba de aquellos tan sombrios augurios, y a sus razonamientos le opuso el buen crédito de la casa y la formalidad que siempre había disfrutado el negocio. El progenitor de la (Rubia de Málaga), fatalista como todos los de su raza, como las nostalgias supersticiosas que destilan las coplas, frunció el ceño, ensayó un gesto torbo, y partió raudo, acompañado de los negros cuervos del pensamiento. Y surgió el choque: y se alborotó la sangre en el potro de los instintos que todos llevamos dentro, enfrenado por las conveniencias sociales. En el puente de Triana, (el Canario) y el autor de los días de (la Rubia) se buscaron el corazón con toda la fiereza de los enemigos fuertes. En los primeros asaltos el arma del (cantaor) tocó, corajuda el pecho del rival. La sangre azuzó mucho más a los combatientes. El herido, a los pocos instantes, se tiró a fondo en un salto de felino y la hoja cestellante de la faca se adentró en la carne contraria hasta arrebatarla (sic) la vida. Pronto corrió la noticia: (¡han matao al pobrecito der Canario! ¡Sácabó lo bueno!) ¡Ya no cantarán los pajarillos del río, porque se ha muerto el rey de los vergeles! Hasta los oídos del señor Manue (el Burrero) llegó la triste nueva con la velocidad de la pólvora. El dueño del café cantante soltó una blasfemia y tiró para el puente, dispuesto a comprobar la noticia. En el camino se cruzó con el padre de (la Rubia), que, muy entero, con la palidez de los momentos decisivos en el rostro y palabra firme, le espetaba como un lamento de los manes del sino: (¡aquello tenía que pasar, y pasó!) ¿No se lo dije yo a usted? a partir de entonces, como si el suceso hubiese sido un capricho de la fortuna, la fama de (el Canario) subió como la espuma, celebrándolo todo con verdadera idolatría. Se copiaron sus gestos, las salidas en el cante, 


¿Qué sabe usted de Juan Breva?

—¡Casi nada! No ha mentado usted a nadie. ¡El primer malagueñero! que destacó en un tiempo en el que hacían furor las cañas, las serranas, seguiriyas, soleares, las javeras. Estilo grandioso; matices, voz de joyel, arrogancia. ¿Quién no recuerda ya aquella entrada suya inmortal?


                                             El cielo y la tierra tiembla
                                             sólo al oírme nombrar.
                                             Que repiquen las campanas
                                             muera quien al pago da.

El Breva, aunque poseía poco repertorio de toque, le gustaba acompañarse en sus sesiones de cante. Tocador insuperable de aquella época fue el maestro Patiño, y en la misma escala de méritos, recuerdo y saco a colación a la 'Rita de Jerez', que en pleno apogeo de sus facultades vino a hacer suerte, ganando tres duros diarios al cafe madrileño El Imparcial.

¿Qué opina sobre la forma en que hoy se interpreta el fandanguillo por la nube de profesionales del cante hondo?


—Que es una verdadera pena. Han degenerado la copla. A falta de estilo —lo más delicado y difícil— recurren a las facultades, y ya veremos qué les va a quedar cuando se queden sin ellas. El fandanguillo es, más que nada, un baile cantado, que un hidalgo sevillano, don José Pérez de Guzmán, de opulenta fortuna y envidiable voz, popularizó rápidamente, sirviéndose, primero, de las mujeres en las fiestas de los patinillos, y más tarde, por los profesionales. Tiene su origen en Alosno, Huelva. Ya lo dice la letra:

                                               El fandanguillo de Alosno
                                               nadie lo sabe cantar.
                                               lo cantan los mineros
                                               cuando van a trabajar.

Los mineros forman sus corros; aparece la guitarra, y de punta a punta todo el mundo lo canta. Las letrillas más varias, jugosas e inspiradas, la poesía de esencia popular, dan calor a la copla. Las venus, ardientes y bronceadas, comunican ritmos y plasticidad a los movimientos graciosos del fandanguillo:

                                              Ponte guapa, Ana María,
                                              con tu falda y tu peineta;
                                              báñate en aguas floría,
                                              y súbete a ésa carreta
                                              que va p´a la romería.

Después del debut, ¿por dónde se encauzó usted?

—Roto el hielo, empecé mi peregrinación artística por todos los pueblos de más o menos importancia que gustaban del 'cante jondo'. En una de mis correrías conseguí un contrato por veinticinco días, ganando también veinticinco realitos diarios, en un café cantante denominado 'La Vera Cruz'. El nombrecito no me hizo mucha gracia en un principio.

Aquello del título me escamó, sin sabérmelo explicar. Salí a cantar, me ovacionaron; cobré mis seis veinticinco y, muy satisfecho, me retiré a dormir. Al siguiente día, menos gente, menos aplausos… y ni una peseta. Y así pasó una semana, y así la otra, hasta que llegó la fecha señalada como final de mi contrato y en vista de que la garantía del citado contrato era verbal y esto no suponía nada positivo, me puse a andar, y de esta forma caí con mis huesos en Puerto de Santa María.

Por cierto, que el dueño de aquél cobacho de ladrones, cuando Antonio Chacón solía aparecer por allí, en plan de mirón, lo animaba a cantar; y como el glorioso maestro se negase a hacerlo, le echaba la más tremendas maldiciones, hasta que desaparecía corriendo, desconfiando de sus trucos. 


En otra ocasión habían anunciado al inmenso Silverio. Decidimos ir a oírlo, Antonio y yo. Bucamos acomodo; nos mezclamos entre la multitud para pasar inadvertidos; pero no lo conseguimos. Ya empezaba a conocernos la gente. Interpretaron mal aquella acción nuestra; creyeron ibamos a burlarnos del debutante, y cuando más tranquilos nos hayábamos, un matón a sueldo del empresario del café cantante se acercó donde se había instalado Chacón y, cuando menos lo esperaba, le soltó un guantazo como un tiro. Antoñito salió de naja, no sin antes haberle tirado una silla, y, creyendo que la cosa no iba conmigo, cometí la candidez de seguir en mi puesto.

No había terminado Silverio su primer copla (sic) cuando resonó en la amplia sala un tortazo que venía a ser el punto de arranque de un atronador palmoteo. El rufián baratero también había sorprendido mi atención en el espectáculo para agredirme con premeditación. ¡Excuso decirle que seguí con igual velocidad que mi compañero el mismo camino de salvación! ¡Qué íbamos a hacer, si sólo teníamos dieciocho años!


Heraldo de Madrid, 26 de enero de 1920

La suerte no me fue esquiva. Paso a paso consolidé mi personalidad y el remoquete de 'Fosforito' se popularizó en toda España. En aquella especie de Olimpo que era el café del señor Manuel el Burrero, permanecí nueve años compitiendo con lo bueno, malo y peor que por su tablado desfilaba. Mis sueldos oscilaban entre los cincuenta, treinta y cinco y veinticinco reales.

Luego llegó el pugilato, noble, limpio, verdad, a cargo de mi ya desaparecido camarada Chacón —el amo del cante; el mago del estilo, el que con una intuición asombrosa y arte de maravilla culminó en todas las facetas del cante jondo—
y mi persona. De lo que hacíamos, bien pueden dar fe cuantos se deleitaron escuchándonos.


Seguir hablando de lo que se refiere a mí mismo sería necia vanidad de viejo...


Preciosa fotografía de Emilio Beauchy Cano. Sevilla, 1888. Café del Burrero

¿Cuándo se presentó usted en Madrid?

—Después de haber recorrido casi la Península entera, cosechando muchos billetes y palmas. Así como en Sevilla, Cádiz y Málaga es donde más se entiende de estos menesteres del 'jipío', Madrid es, sin disputa, la ciudad que más caro cotiza cualquier manifestación de arte. Y en la capital de España puse mis ojos, buscando la consagración efectiva.

Cuando yo entraba en la corte, moría el célebre hombre de teatros don Felipe Ducazcal. En dos saltos me planté en casa de Agustín Monedero, dueño del café cantante más concurrido y celebrado de la villa. Llegamos muy pronto a un acuerdo en las condiciones e que verificaría mi debut. Mi presentación tuvo una cariñosísima acogida. Creo que canté aquella noche memorable, con una unción, con un derroche de facultades y una fe tan inquebrantable, como no lo había hecho en toda mi larga existencia de cantador (sic). Me aclamaron constantemente, y de esta forma marchó la cosa hasta que pasé a trabajar a otros establecimientos de esa índole: el Romero, Naranjeros, el café del Brillante derivó, en vista del negocio de sus similares, por los mismos derroteros, y mi persona lo inauguró como café cantante tiempo después. El último templo romántico dedicado al culto férvido del cante hondo, y que con más bríos se defendió de las innovaciones del modernismo en la evolución de los gustos del pueblo, fue el café de 'La Marina'.

De mi época no ganó nadie para la vejez. ¡Ni para el almuerzo!...


                                              Esperar en la experiencia
                                              es esperanza perdía;
                                              que antes que llegue el saber
                                              s´acabaíto la vía.

Se derrochó todo; dinero, juventud, coplas. ¿Quién se acuerda en plena apoteosis de la ancianidad futura? ¡Las hormigas! ¡Y usted! ¿las ha oído cantar... Ni cantadores (sic) ni amos de café de cante se han retirado ricos. Eso sí; muy honrados y con un agujero en cada mano para remediar cualquier necesidad en el prójimo. Entonces el teatro no se declaraba decidido mecenas... De los pobrecitos 'cantaores'..., Ni se pagaba a cinco y tres pesetas la butaca por escuchar los trinos de nosotros. ¡Ya usted ve! 'El Chato de Jerez' era una notabilidad y murió más pobre que una rata, olvidado de todo el mundo. Y cuando ya no había remedio, al enterarse de su fallecimiento, la gente hipócrita se mesaba los cabellos diciendo: '¡digo, casi ná!' ¡morirse el virrey del cante; el hombre con más sal del Universo! De los que más han ganado ha sido Antonio Chacón, y el máximo se elevaba a cobrar cuatro duros diarios.

La 'Mejorana', 'bailaora' debuten, platino del arte de los 'pinreles', que enloquecía con sus giros, y las 'puñalás' de sus ojos verdes, traían sin sosiego al mundo entero, coincidió conmigo en el mismo café y recuerdo que, aparte de no alternar, cobraba cuatro duritos. ¡lo mismito que su hija 'Pastora'! otro monumento único y genial en el baile cañí. Porque crea usted, aquel infierno de tener que alternar entre copla y copla y si no lo hacíamos nos ponían caminito de la calle—, trasegando toda la serie de caldos más o menos auténticos de mi tierra, era capaz de dar al traste con la voz de una campana. Y no voy a contarle yo lo que iba a ser de estos muchachos de hoy si se hubiesen tenido que cuidar como los hacían sus antecesores. Así y todo, la vida en activo de un cantador (sic) de cartel se puede calcular con una duración de veinte a veinticinco años.

¿Por qué fecha cantó usted en ademán de despedida?

Fosforito, con el estoicismo de quien se bebe la amargura de las penas que se agarran al corazón y atenazan como un solloso las palabras que van saliendo con dificultad de la guitarra sonora que es el pecho del artista, embellecidas por los trastes de la garganta, duda, calla un momento y luego ríe con filosofía recordando:

—La última vez que se escuchó mi voz ocurrió allá por el año de 1923, en el Olimpia, de Sevilla, en competencia con el Niño de Granada. Luego, en un concierto organizado por Vallejo, en el desaparecido Teatro de Novedades, me celebraron mucho los habitantes madrileños de la populosa calle de Toledo.

el baile flamenco está 'perdío' y aún con eso, lo indudable es que quedan buenos cultivadores; pero a los aficionados no les llama la atención ya. El 'Estampío' lo baila admirablemente, sobre todo por alegrías, y tiene que agarrarse a las cuchufletas para 'jamar' porque el estómago no se le suele engañar fácilmente.

Otro tanto podemos decir de las seguiriyas, ¡pasadas de moda!, y, sin embargo, hay quien las borda: Manuel Torres y Tomás, el hermano de la 'Niña de lo Peines'.

Es muy fácil que usted se crea que las coplas son inventadas por los propios artistas; ¿o no? pues es un error. La mayoría, las que vuelan al viento de labio en labio, como una mariposa de poesía, las urde ese vate espontáneo que atiende por 'Fernando el de Triana' que vienen a ser los perfumes deliciosos de la agalla Andalucía. Mire, con relación a las principales figuras del género, voy a emitir nos juicios sinceros, desprovistos de apasionamientos de viejo apegado a las tradiciones. Los chicos de hoy cantan muy discretamente, a gran voz, pero con poco estilo. Les ocurre lo que a Fleta interpretando 'granaínas'; un torrente de facultades, pero el estilo huyó de la copla como un pájaro asustado. Con picardía adaptan a sus condiciones lo que mejor les va, venciendo las dificultades con mucha voz. ¿Quieres usted otro ejemplo? el de Perosanz. Si este muchacho hubiese sido hijo mío yo le aseguro a usted que no canta ni una sola 'coplilla'. Con su voz de barítono hubiese conseguido gloria y provecho por las rutas de Talias.

Ya de la gran figura del cante 'jondo' nadie se acuerda; no se oyen discos de quien en otra época cautivó al público con su admirable voz de ruiseñor, y yo me atrevo a solicitar un poco de atención para el pobre Fosforito, que a pesar de los años conserva aún una voz que no haría mal papel alternando con los 'ases' actuales de la 'Ópera flamenca'.       
                                                           ANTONIO V. DE LA VILLA"


Fosforito le muestra orgulloso un buen ejemplar a Juan de Gredos.
Mundo Gráfico, 16 de septiembre de 1931



La Voz, 18 de noviembre de 1935
Entre la primera entrevista (Heraldo de Madrid, 1929) y la segunda (Mundo Gráfico, 1931) hay muchas diferencias. Realmente, no son dos entrevistas distintas, sino la reproducción de una sola, fragmentada (y algo alterada) cuando ésta se mostró dos años después. En la segunda hay un sesgo importante, respecto de la anterior. Se omite una información de primera mano sobre la trágica muerte de El Canario. También otra —no menos valiosa— de la agresión física que sufrieron Don Antonio Chacón y Fosforito, viendo actuar a Silverio Franconetti. Asimismo, se suprimen interesantes alusiones, complementarias, sobre el Maestro Patiño, La Mejorana, su hija Pastora Imperio, Manuel Torre o Tomás Pavón. Se constata el enorme respeto que Fosforito sentía por Chacón y la camaradería que luego existió entre ambos cantaores, pese a establecerse entre ellos una competencia, yo diría que una de las más sanas, jamás conocida, que, en otro momento y espacio, y con otras personalidades, hubiese derivado en celos artísticos hostiles, como casi siempre terminó por originarse en las grandes rivalidades históricas del cante flamenco. 



La referencia hemerográfica suya más temprana que hallamos podido localizar hasta el momento, corresponde a Diario de Cádiz25 de noviembre de 1888, y lo sitúa ya como consagrado artista, camino de la ciudad marroquí de Tánger, para efectuar un bolo y se le reconoce ya su especialización como cantaor de malagueñas, en el breve texto de la gacetilla:


Diario de Cádiz, 25 de noviembre de 1888

Idéntica noticia e idéntico texto, salió publicado en el periódico La Palma de Cádiz, sólo que dos días después. Localizado por Alberto Rodríguez y divulgado en su blog Flamenco de papel; lo que prueba que el periódico de Adolfo de Castro copió la noticia del —ahora— decano de la prensa gaditana (cotéjense ambos breves):


La Palma de Cádiz, 27 de noviembre de 1888 (Alberto Rodríguez)

En la siguiente reseña, de un año después y aparecida también en Diario de Cádiz, con motivo de una contratación que se efectuó en el famoso café cantante del número 23 de la calle San Juan, el cronista Franklin Jr y Cía, —o sea, Juan Manuel Martín Barbadillo— fue bastante más explícito que el genérico e impreciso "varios artistas", desgranando esta vez el plantel de cantaores, bailaores y tocaores de Cádiz y los Puertos y de Jerez de la Frontera. La noticia también la reprodujo idéntica La Palma de Cádiz, un día más tarde, 15 de noviembre de 1889, (y puntualmente mostrada en Flamenco de papel):


Diario de Cádiz, 14 de noviembre de 1889

La temporada se repitió en marzo de 1890 con la participación de Fosforito en el café cantante de la calle San Juan, ahora con la figura de Tomás el Mezcle:


Diario de Cádiz, 14 de marzo de 1890

En 1892, según las pesquisas de Alberto Rodríguez, Fosforito debuta en el Café San Marcial de Madrid, anunciándose como auténtica novedad, "apartándose de las palmadas y pataleos" (sic). Al año siguiente recibió un homenaje en su ciudad natal, en una función a su beneficio en el Circo Teatro Gaditano, como así lo atestigua El Guadalete, aunque le redacte mal su nombre y su apellido:


El Heraldo de Madrid, 25 de mayo de 1892
(Alberto Rodríguez)


El Guadalete, 12 de abril de 1893 (Alberto Rodríguez)

En junio de 1895, Francisco Lema Fosforito actuaba en Madrid en un elenco con Las Macarronas de Jerez, El Mezcle y otros artistas, en el Liceo Rius:


El Imparcial, 11 de junio de 1895

Fosforito se fue a vivir a Sevilla y en 1896 habitaba la vivienda de la familia de su mujer, con su suegra como cabeza de familia. Gracias a la labor del gran investigador Alberto Rodríguez Peñafuerte, a cuyo trabajo pertenece el hallazgo de los siguientes documentos, podemos fijar su residencia en la capital hispalense, en el número 83 de la Alameda de Hércules. Con posterioridad se mudarían al número 48 de la calle Ciegos, como así figuran en la rectificación del padrón sevillano correspondientes a 18961902, respectivamente. Como se puede comprobar en las planillas del padrón, la mujer de Fosforito Mariquita Malvío— no era María del Pilar, sino que Pilar, Pilas o Pila, según cada escribano, era el apellido paterno, común a todos los hijos de Robustiano y de María Malvido Galán:


Rectificación del Empadronamiento de Sevilla, 1896. Alberto Rodríguez
Rectificación del Empadronamiento de Sevilla, 1902. Alberto Rodríguez

Quizá por eso mismo: por su residencia en Sevilla, "los papeles" de Cádiz hablaban de que en 1896 a Fosforito hacía tiempo que no se le oía en su tierra. El redactor anónimo, por su parte, se empeñaba en reproducir mal su apellido Lema:


Diario de Cádiz, 24 de junio de 1896


Diario de Cádiz, 25 de junio de 1896
Entrada del Circo Teatro Gaditano. Colección particular de José Blas Vega (DEIF)

Muchos años y en innumerables ocasiones, fue Fosforito primera figura del Circo Teatro Gaditano, popularísimo y modesto teatrillo del entresiglos, mucho más humilde que los grandes coliseos: el Teatro Principal o el Gran Teatro (aunque a fines de siglo XIX, éste último se encontraba en un largo período de reconstrucción tras el incendio del primitivo de madera), que albergaba todo tipo de actuaciones teatrales y espectaculares, y contaba con un patio de butacas que convertía en una pista de circo:


Diario de Cádiz, 6 de enero de 1899

Días después, el decano de la prensa gaditana era bastante más explícito con el plantel de artistas que junto a Fosforito fueron contratados: Hermosilla, el hijo de Enrique el Mellizo; el Quiqui, llamado viejo, pues ya era un cantaor veterano que había deslumbrado a la afición de los cafés cantantes hispalenses con el dominio de los cantes de su tierra; y Juan Gandulla Habichuela a la sonanta:


Diario de Cádiz, 13 de enero de 1899

También era explícito el periódico gaditano El Cocinero que recogía el éxito de las actuaciones del cuadro:

El Cocinero, 22 de enero de 1899

En febrero de 1899 el Circo Teatro Gaditano ofreció una oferta mixta entre artistas flamencos y agrupaciones de Carnaval. Ninguna novedad, por otra parte, para una ciudad que llevaba décadas haciendo lo propio y abasteciendo ambas disciplinas artísticas, que hoy —visto con perspectiva— se entiende y comprende mejor por qué el tango de las comparsas gaditanas sería incorporado luego en la segunda mitad de siglo XIX por los artistas flamencos, cambiándole solamente con los años su denominación a tanguillo y conservando su melodía, su compás, su velocidad y su letra, en ocasiones jocosa y en otros casos con una gran carga de denuncia social.

Estos escenarios, como el que a continuación leeremos, fueron una constante, el espacio y tiempo en el que se produjo dicha mezcolanza; dándose la circunstancia, en la reseña que ahora viene, de una segunda celebración a beneficio de Francisco Lema Fosforito:


Diario de Cádiz, 4 de febrero de 1899
Diario de Cádiz, 2 de marzo de 1899
Diario de Cádiz, 4 de marzo de 1899
Manuel Pérez el Pollo


Velada de ensueño. Y el cogollo, la almendra el clou de la velada 
como se decía antiguamente— fue el concierto flamenco, con Teodoro Cazalla El Quiqui, acreditado patriarca del cante gaditano; Fosforito y otro maestro de la guitarra: Manuel Pérez el Pollo (a la derecha), coetáneo de Gandulla Habichuela, que terminó entre botellas escanciadas interpretando un tango gaditano con su voz:








Diario de Cádiz, 5 de marzo de 1899

En 1903, Fosforito actuó varias veces en Cádiz. Seguía la empresa del Circo Teatro Gaditano contratando a los mejores artistas y en breve así se anunció:


Diario de Cádiz, 4 de mayo de 1903

Y junto a Fosforito, desfilaron artistas de todo linaje y primerísimo nivel: Don Antonio Chacón, Antonio Jiménez Hermosilla, Manuel Torre, Niño Ríos, El Colorao, Antonio Ramírez, con la bajañí de El Pollo... unido a espectáculos de variedades: excéntricos musicales y tangos de Carnaval en la viñera Plaza de Jesús Nazanero:

Diario de Cádiz, 6 de mayo de 1903
Diario de Cádiz, 9 de mayo de 1903

Reunión de cabales. Que sepamos identificar: Rafael Pareja (tercero por la izquierda);
Fosforito (cuarto; al lado) y Pepe Marchena (tercero por la derecha).
Foto: familia de Rafael Pareja, localizada por Juan Rondón

Y así lo confirmaba ése mismo día la edición de tarde de Diario de Cádiz, que, en el tren mixto, procedente de Sevilla, habían llegado dos grandes colosos del cante por malagueñas; los dos, según la propia declaración de ambos, discípulos de Enrique el Mellizo:

Diario de Cádiz, 9 de mayo de 1903 (edición de tarde)


Diario de Cádiz, 10 de mayo de 1903
Diario de Cádiz, 11 de mayo de 1903





Espectáculos que se prorrogaron en el Teatro del Parque Genovés, con amplia y diversa oferta de varietés que, junto al arte de Fosforito y de otros artistas flamencos, daba cabida a virtuosos y excéntricos musicales, como Coll, Med, Bond; equilibristas y payasos o coupletistas (sic) de moda, como Anita Fernández o la gran Pilar Cohen, diva de moda a principios de siglo XX, que en Cádiz dejara huella imborrable:


Diario de Cádiz, 21 de agosto de 1903
Diario de Cádiz, 24 de mayo de 1903
Diario de Cádiz, 25 de mayo de 1903

Afincado ya en Madrid, triunfó durante varias décadas y sería en los años 20 cuando inició el declive de su carrera, constatándose en una crónica que ya está "muy gastado". Conocemos de Fosforito las actuaciones contadas por el Eco Artístico:



Eco Artístico, 25 de abril de 1912 


Eco Artístico, 15 de abril de 1920

Eco Artístico, 1923 (Alberto Rodríguez)

Repasemos las palabras de Fosforito, respecto de su última actuación:

"La última vez que se escuchó mi voz ocurrió allá por el año de 1923, en el Olimpia, de Sevilla, en competencia con el Niño de Granada. Luego, en un concierto organizado por Vallejo, en el desaparecido Teatro de Novedades, me celebraron mucho los habitantes madrileños de la populosa calle de Toledo." (6)

Efectivamente. Fue en Madrid, cuatro años después de su actuación en Sevilla. La prensa corrobora la que —parece— fue la última actuación suya, a las diez y cuarto de la noche del 29 de enero de 1927, compartiendo cartel, efectivamente en el Teatro Novedades, y efectivamente con Manuel Vallejo, Angelillo, Escacena y otros, según publicó el periódico La Libertad:


La Libertad, 29 de enero de 1927


Fernando el de Triana
Fernando el de Triana, (1867-1940) coetáneo de Fosforito, glosó su figura ampliamente, en su clásico ensayo flamenco, editado en 1935, explicando valiosos detalles; incluso el origen, curioso, de su sobrenombre:


"Gaditano nativo. Este alias, que supo hacer célebre en poco tiempo, se lo pusieron en la tierra de la gracia de sus propios paisanos, y le encajaba perfectamente, por su elevadísima altura y su extremada delgadez.

Voy a referir una anécdota del ya nombrado Paco el Sevillano, que era hombre chistoso a pesar de sus grandes alardes de formalidad.

Sabido es que por aquel tiempo la luz de más lujo y claridad era la del gas: de éstas había unas cuantas en el tablao del Café del Burrero, la instalación de dichas luces estaba hecha a buena altura, pero como para Fosforito no había nada alto, una noche encendió un cigarrillo en una de las más altas, y al notarlo Paco (El Sevillano) le preguntó en tono grave, como siempre hablaba: 

¿Qué edad tienes, niño? Dieciocho años contestó Fosforito. ¿Dieciocho? ¡Cuando tengas veinticinco vas a encendé en er só! 

El chiste corrió como la pólvora, y las carcajadas se oían desde la calle, siendo el primero en celebrar la gracia el propio Fosforito, que con sus dieciocho años y gaditano neto, no pensaba más que en la chufla, hasta que llegaba el momento de cantar; entonces variaba por completo la decoración, y en el momento que el gran maestro Pérez marcaba los primeros compases de malagueñas quedaba el público como en misa, en espera de escuchar la voz de plata del sublime cantador. 

Este silencio se interrumpía, primero, al terminar el temple o salida para el cante: unos momentos de comentarios y elogios para el cantador clásico, y a cantar se ha dicho; pero a cantar de tal forma que daba lugar a discusiones con los chaconistas sobre cuál era mejor. 

Verdaderamente, entre Chacón y Fosforito, por aquella época, el último que cantaba ganaba, a pesar de ser sus cantes de muy distinto corte, pero ambos de extraordinario valor. 

Esta es la copla con que Fosforito solía empezar, dicha tal y cómo él la cantaba:

                                           Ar campo me vía llorá
                                           donde no me vea la gente;
                                           porque me hace pasá
                                           las fatigas de la muerte,
                                           y no te pueo orviá.

Esta copla parecía desprenderse de una piña de armónicos cascabeles, que más bien que voz, eso era lo que parecía tener el gran artista en su prodigiosa garganta, y queda demostrado el grandioso éxito del cante de Fosforito con decir que a los pocos días de su aparición en el Café del Burrero no había taberna, ni fiesta, ni bautizo, donde no se cantara la copla antedicha; hasta el extremo que dio lugar a una anécdota del gran artista jocoso que se llamó Vicente El Colorao, el cual, paseándose un día por la Alameda de Hércules muy pensativo y cabizbajo, le preguntó un amigo: ¿Qué hay, amigo Vicente? A lo que contestó: Aquí estoy pensando que antiguamente cada uno lloraba donde le ocurría una desgracia, y desde que ha venío Fosforito to er mundo ¡ar campo!, ¡ar campo va a llorá! En las actuaciones de Fosforito aun duraba la ovación de la primera copla cuando hacía unas pequeñas notas de temple para que el público guardase silencio, y entonces salía con su cante favorito: la malagueña larga. Este era el cante que hacía sudar al público, por creer que no podían llegar los pulmones del formidable cantador a coronar el penúltimo tercio, que era de una esplendidez maravillosa por sus variadísimas modulaciones, tan raras como bien acopladas, y esta era la copla motivo de las más grandes ovaciones:

                                            Desde que te conocí
                                            mi corazón llora sangre
                                            yo me quisiera morir,
                                            porque mi pena es muy grande
                                            y así no puedo vivir.

Esto cantaba el inconfundible Fosforito, que hoy vive en Madrid con sus sesenta años y el disgusto natural de ver cómo la moderna afición le corre el misterioso velo de la indiferencia. ¡Así es el mundo!" (7)

Respecto de la anécdota que Fernando el de Triana narró de Paco el Sevillano, en el origen de su mote, volvamos a recordarla:

¿Qué edad tienes, niño? Dieciocho años contestó Fosforito. ¿Dieciocho? ¡Cuando tengas veinticinco vas a encendé en er só! 

Midiendo 1, 79 no se enciende er só, pero viva la bonita hipérbole de Andalucía, pese a que el documento siguiente lo contradiga: otra vez los expedientes de quintas de Fosforito, en este caso, localizados por Alberto Rodríguez Peñafuerte, a quien va dedicada esta entrada:



Característico libro de clasificación cuando se han alegado circunstancias específicas para la exención, que no le conceden a Fosforito, el cual es clasificado como Recluta en depósito, pese a alegar la coyuntura de ser a la sazón— único hijo de viuda.


Mariquita Malvío, mujer de Fosforito. Colección particular
de José Blas Vega (DEIF)

Posiblemente la mujer de Fosforito, Mariquita Malvío, María Pilas Malvido, bailaora jerezana, fuese María del Rosario de nombre y se trate de la bailaora, que, en enero de 1899, debutó en el Circo Teatro Gaditano, junto a Dolores Lahesa La Viuda.


Diario de Cádiz, 3 de enero de 1899 

José Luis Ortiz Nuevo, localizó dos bonitos artículos de la prensa sevillana, correspondientes a 1887, con sendas referencias a Fosforito, siendo un chaval de, apenas, 17 años, cuando ya gozaba de la atención de los escritores hispalenses, en este caso de Pedro Sánchez, dedicándoselo a su amigo Rafael Solís:

"(...) 'Fosforito' es un niño, un adolescente de complexión nada robusta y de garganta delicada a la que ya cuida como enferma, no bebiendo ni vino ni aguardiente, porque uno y otro le hacen padecer. 'Fosforito' es un ser delicado a quien otros aires más puros que los que allí se respiran tienen que alimentar su vida si ésta no ha de apagarse pronto como lámpara seca.

Y este niño, este ser delicado que merece de quizá todos el único sentimiento puro que allí alienta es quien, por la fuerza del sentimiento, domina aquella fiebre loca que posee los ánimos y hace cesar la orgía en el más álgido punto de su desenfreno, y detiene las corrientes del vicio cuando marchan más impetuosas , viniendo a ser, no hay duda, el héroe soñado, el vencedor atleta de aquel circo, el coloso que avasalla a cuantos le rodean.

Con ese tono y esa melodía y ése aire que no es sólo un aire que recrean el oído, que es el gemido de una pena que mata, que es el ¡ay! que el más íntimo dolor arranca, que es fuego de una pasión voraz, aliento de un deseo vehemente, 'Fosforito' canta:

                                             Toas las noches a las dos
                                             se me redoblan mis penas
                                             porque a esa hora murió,
                                             aquella madre tan buena
                                             que el ser que tengo me dio.

Y el poseído por los vapores de alcohol, y el embriagado por la fiebre africana, y el bueno y el malo, y el joven y el viejo, y la mujer y el hombre, y todos, en fin, sienten despertarse en su alma sentimientos que parecían dormidos para siempre, los cuales les transforman y ennoblecen trayéndoles a la vida del espíritu, de las esperanzas y de los recuerdos, de los ensueños y de los amores pasados y futuros.

Tiene razón mi amigo: 'Fosforito' merece admiración.
¡Lástima grane que en aquellos recomendados centros de recreo no fuesen todos 'Fosforitos'!
                                                                      
                                                                      Pedro Sánchez."

El periódico El Cronista, recogió la réplica de Rafael Solís a Pedro Sánchez:

"(...) 'Fosforito', el niño que canta llorando y que derrama en sus cantares la pena y la melodía, haciendo de la tradicional 'malagueña' el pequeño poema lírico-popular de más gusto en este país, ha sido y es el ideal artístico de mi fantasía, el objeto de mi admiración, como creo que también lo es de la tuya, desde la noche en que le oímos; y FOSFORITO, tu artículo, la síntesis y sublime apología que de mi héroe haces en las líneas que me dedicas, la prueba de cómo aprecias el arte, la credencial de discreto y distinguido 'folk-lorista' que a título legítimo puedes ostentar.

'Fosforito' ha hecho del canto popular una serie de gemidos qu saturados y envueltos en melodía mágica de tonos admirables llega al alma, revuelve en ella las fibras todas del sentimiento, determina la afección íntima, la sensación interna que suspende, hace temblar los nervios, provoca el llanto de corazón y sube más tarde al cerebro, se estaciona en él, forma la idea, hace surgir el concepto y obliga por último a dejar salir por los labios el ¡olé! clásico. (...)
                                                                      
                                                                      Rafael Solís" (8)


Sobre su cante, recojamos la voz autorizada de Jorge Martínez Salazar, en el trabajo anteriormente citado:

"Respecto a sus cantes, pese a la restringida opinión de Blas Vega y Fernando Quiñones, se conocen al menos dos estilos bien definidos de malagueñas de Fosforito, conservados en los viejos discos de pizarra. Es verdad que tales estilos son muy poco conocidos, pues solamente ha circulado durante un tiempo una versión de su malagueña larga muy simplificada que Diego el Pijín, anciano ya, intentó rehacer a su manera. Ahora, algunos modernos cantaores, como Arrebola o Diego Clavel, han intentado recuperar sus cantes, aunque para acceder a las más puras versiones de las malagueñas de Fosforito no haya más remedio que recurrir a los antiguos discos, especialmente a los impresionados por el Niño de Cabra.

Según refiere Fernando de Triana en su tantas veces mencionada obra, Fosforito iniciaba sus recitales de malagueñas con una malagueña de preparación para seguir a continuación con su cante favorito, la malagueña larga. El primer cante alcanzó gran popularidad, pues Fernando de Triana afirma que “no había taberna, ni fiesta, ni bautizo donde no se cantara”. La letra de esta malagueña, según Fernando, eral la siguiente:

                                              Al campo me voy a llorar
                                              donde no me vea la gente,
                                              porque me haces pasar
                                              las fatigas de la muerte
                                              y no te pueo olviar.             

En ningún disco antiguo hemos escuchado esta copla, por lo que durante años supusimos que esta malagueña se hallaba perdida, y ello a pesar de que poseíamos desde mucho tiempo atrás un disco del Niño de Cabra con la malagueña en cuestión, sólo que en su título se adjudicaba a Chacón, atribución que en un principio dimos por buena. Fue en 1983 cuando volvimos a escuchar este cante en una grabación de Alfredo Arrebola con idéntica melodía y letra que la malagueña contenida en el disco del mencionado Niño de Cabra, pero esta vez adjudicada ya a Fosforito. Ello en un principio nos dejó perplejos, pero más tarde empezamos a recordar un disco del Niño de las Marianas que escuchamos allá por los años cuarenta y que llevaba el título de 'Malagueñas de Fosforito', que por cierto estaba en tan mal estado que apenas se entendía su letra y melodía. Tal recuerdo nos impulsó a buscar la grabación del Niño de las Marianas y, cuando conseguimos oírla de nuevo, pudimos comprobar que, efectivamente, la letra y música del disco coincidían plenamente con las contenidas en las grabaciones del Niño de Cabra y de Alfredo Arrebola. Fue a partir de entonces cuando finalmente nos decidimos por mantener la atribución de esta malagueña a Fosforito. Hasta entonces habíamos adjudicado la malagueña a Chacón, pues, aunque habíamos escuchado también el cante en discos de Escacena y el Niño de Marchena, en sus títulos no aparecía atribución alguna y continuábamos confiando en el rótulo del mencionado disco del Niño de Cabra, que ahora estimamos como un error más de los muchos cometidos por las marcas impresoras de las viejas placas de pizarra." (9)


_________________________

(1) Expediente de Quintas del reemplazo de 1890. Archivo Histórico Municipal de Cádiz.

(2) BLAS VEGA, José y RÍOS RUIZ, ManuelDiccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco Tomo I, Madrid: Cinterco, 1988 (Pág. 310).

(3) OSUNA GARCÍA, JavierEl Tío de la Tiza 1861-1912. Revisión biográfica, Cádiz: Caja San Fernando, 2007.

(4) MARTÍN SALAZAR, Jorge, Los cantes flamencos, Granada: Diputación Provincial de Granada, 1991 (Pág.154).

(5) En la entrevista matriz de 1929 (Heraldo de Madrid), Fosforito, a la pregunta: ¿en dónde vio usted la luz primera? respondió textualmente: "En Cádiz, hace cincuenta y nueve años". Sin embargo, en la reproducción fragmentada de 1931 (Mundo Gráfico), esto se reprodujo como (supuesta) respuesta a idéntica pregunta: "En Cádiz, hace sesenta y dos años". Es decir, se alteraron las cifras: en una se dice 59 y en otra 62:

. 1929 declara 59 años: 1929 - 59 = nació en 1870.
. 1931 reproducen que declara 62 años: 1931 - 62 = 1869. 

(6) Heraldo de Madrid, 13 de noviembre de 1929.

(7) EL DE TRIANA, FernandoArte y artistas flamencos, Madrid: Editoriales Andaluzas Unidas, 1986 (Edición facsímil de la de 1935, Págs. 22-26).

(8) Localizado por José Luis Ortiz Nuevo en el periódico El Cronista, 10 de septiembre de 1887 y mostrado en VVAA, Aurelio, Bernardo, Matrona. Cien años hace que nacieron, Madrid: Ministerio de Cultura, 1987 (Págs. 140-142).

(9) MARTÍN SALAZAR, Jorge, Ob. cit.