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lunes, 28 de enero de 2013

Manuel de Falla escucha malagueñas en un fonógrafo (1895). (A Carlos Martín Ballester)

Es de común aceptación que Manuel de Falla y Matheu (Cádiz, 1876-Alta Gracia, Argentina, 1946) dio su primer concierto público, a las ocho y media de la tarde de un 16 de agosto de 1899 en el Salón de Manuel Quirell, que estaba establecido en el número 17 de la calle Rosario y que cedió para tal ocasión un gran piano de cola Chassaigne. Así lo refieren todos sus biógrafos y algunos, incluso (Serafín Pró y Ruiz), adelantan unos meses su debut a ese año de 1899 con otra audición pública que el Maestro dio en el Casino Gaditano. En cualquier caso, así lo dice la lápida de dicha finca, que el propio Quirell colocó antes de verle la cara al siglo XX, siendo el empresario gaditano todo un visionario, como bien dice Gema León en su estudio sobre el músico universal, sabedor de que estaba ante un debut histórico y ante un genio emergente (1). 




Aquel concierto del Salón de Manuel Quirell estuvo auspiciado por varios nombres propios (Fernando García de Arboleya, César Lovental, Adolfo García y Ludolfo Uhthoff) y apadrinado por su amigo y profesor de la Academia Filarmónica Santa CeciliaSalvador Viniegra, que interpretó el violonchelo (y en cuya casa particular de la plaza Candelaria ya había actuado). También por Salvador Tello de Meneses (profesor del Real Conservatorio de Madrid) que ejecutó el violín y por el eminente profesor Antonio Rivas que lo hizo con la viola. Todos acompañaron a un Manuel de Falla de veintidós años, que tocó el piano extraordinariamente bien. 

La primera parte estuvo dedicada a los compositores del XIX y en la segunda, Falla estrenó obras propias, ya compuestas por él, como Melodía (dedicada a su mentor Viniegra), Cuarteto en Sol (para violín, viola, violoncello y piano), Serenata andaluza (para violín y piano) y Nocturno que lo interpretó en la tercera parte del concierto.

El hijo de Salvador Viniegra, Juan José Viniegra y Lasso de Vega (en colaboración con Carmen y Carlos Martel Viniegra), también nos habló de aquél célebre concierto de la calle Rosario, del cual tuvo información de primera mano:

"Allí acudió lo mejor de la ciudad, así como los amantes de la música, que no escasean en Cádiz. Colaboraron en aquella ocasión con Manolo, don Salvador Téllez (sic) de Meneses, violinista gaditano, profesor del Real Conservatorio de Madrid y mi padre que, como hemos dicho anteriormente, tocaba el violoncello. Manolo, como es natural, despertó el entusiasmo del auditorio que le ovacionó fervorosamente. Tan grande fue el triunfo, que Quirell, una vez terminado el concierto, anunció en voz alta que para recordar el feliz acontecimiento, pensaba poner una lápida de mármol en aquél lugar con esta inscripción... (...)" (2):

Ana La Morilla con Manuel de Falla , 1878
Conocemos que la sirvienta de Falla, Ana La Morilla le cantaba en su infancia, aires flamencos, en su domicilio de la plaza de Mina. Manuel de Falla llegó a decir:

"En mi primerísima infancia cuando yo sólo tenía dos o tres años (...) los cantos, las danzas y las historias de La Morilla me abrieron las puertas de un mundo maravilloso."


"Las primeras experiencias son el venero de la vida", añadió con el tiempo Félix Grande, refiriéndose a la indudable mella que dichas melodías y melismas de aquella nodriza hicieron en las composiciones posteriores del Maestro. Y prosiguió: "Ser músico y haber nacido en Cádiz al filo del postrer cuarto del siglo XIX bien puede producir una montaña musical: la que se llama hoy Manuel de Falla. (...) En la época de la infancia de Falla, Cádiz era uno de los pocos lugares de la tierra donde podían escucharse los cantes más ricos de raíz y sucesiva tradición". (3)

El poeta José Ramón Ripoll, coordinando y escribiendo una introducción-estudio de una reedición que la Diputación Provincial, con Rafael Román, sacó del libro de Viniegra (hijo), decía en sus apuntes preliminares:

"(...) ...atraído por la rareza de aquellos sistemas tonales, por sus requiebros y, principalmente, por la mixtura de escalas mantenidas en la guitarra, el niño Falla pudo intuir levemente que a pocos metros de su casa tenía lugar uno de los más altos y profundos sucesos de la expresión musical. En las casas del barrio de Santa María nacieron y vivieron famosos y punteros cantaores, bailaores y guitarristas de todos los tiempos, y no es difícil suponer algún fortuito encuentro entre el joven músico y alguno de aquellos artistas populares. Siempre he pensado, en el Cádiz de mi imaginación, en aquél Falla deseoso de conocer, escuchando al célebre Enrique el Mellizo, patriarca del cante grande, cuando éste le lanzaba siguiriyas al mar en las noches de viento y locura; o cuando callejuela abajo, salía de la Iglesia del Nazareno entonando la melopea que acababa de oírle al oficiante y de donde posiblemente surgió su popular malagueña. Son fantasías posibles pero improbables, aunque de Cádiz se lleva el poso donde han de caer familiarmente las posteriores enseñanzas y descubrimientos"(4).

Bien. Adentrémonos en el mundo real, minuciosamente descrito, con ése lujo de detalles con que lo hacían los periodistas de hace un siglo y pico, atestiguando en el formato sábana del Diario de Cádiz, el contacto de Manuel de Falla con el arte flamenco; el "fortuito encuentro", como bien imaginó José Ramón Ripoll. En este caso en una audición fonográfica, privada, precisamente en el mismo Salón de pianos Quirell de la calle Rosario, cuatro años antes, es decir, en 1895 cuando Falla tenía dieciocho (para diecinueve) años, acompañado de su padre, y con la vocación compositora a flor de piel, según se desprende de la carta que el propio músico le escribió a Roland-Manuel, en 1928, haciendo alusión a cuando él contaba con diecisiete años de edad:

"(...) A partir de ese momento, algo como una convicción tan temerosa como profunda me impulsaba a dejarlo todo para dedicarme completamente al estudio de la composición".


Ya una audición en la calle Ancha, en el Salón Edison, a cargo de Armando Hugens, el 20 de enero de 1894, había mostrado en el fonógrafo la malagueña del Mellizo, junto a romanzas, peteneras y otras piezas musicales. Verla aquí.


El surtido musical fue variado. Entre las piezas escogidas para la audición iba una malagueña cantada por Joaquina Payáns, una cantaora, recogida en el DEIF, excelente intérprete de malagueñas, además de serranas, tangos y su peculiar versión del cante de los jabegotes.

Joaquina Payans. Óleo de José del Nido
Ya la Academia de Santa Cecilia de Cádiz había celebrado audiciones fonográficas, precisamente de esta misma cantaora y de otros artistas (que ya arribarán en otro fardo, con otra marea).

Este aguaje nos trae a un Manuel de Falla, tremendamente atento al invento de su época, decisivo para su formación: un maravilloso aparato que "atrapaba" la voz humana y las melodías. ¿Dónde estará —si es que está en alguna parte— el cilindro de cera con el discurso impresionado de Emilio Castelar, que Falla escuchó?

Todo sucedió en el mismo salón donde, años más tarde, Manuel de Falla estrenaría su virtuosismo, como pianista y como compositor. Entre candelabros de un solo pie, frondosas esparragueras y costillas de Adán, ponches generosos, vinos jerezanos, pastas, dulces y una servidumbre atenta a la burguesía. La crema de la crema de los músicos gaditanos de finales del siglo XIX, alrededor de un aparato que leía el sonido impreso en un cilindro de cera. Enfrente de la Santa Cueva, a la vera de donde Joseph Haydn compuso Las siete palabras y Goya pintó. 

Lean, lean, acomódense y oigan, oigan... ¡Que el fonógrafo va a comenzar! 


¿Un vino Pago de Macharnudo, de Agustín Blázquez, señor? 

¿Una pastita del obrador de Feduchy, señorita?...




"AUDICIÓN FONOGRÁFICA

Muy concurrido y animado estuvo anoche el elegante salón de pianos de D. Manuel Quirell de antiguo instalado en la calle del Rosario, con motivo de la audición fonográfica, de carácter íntimo y familiar, por lo que las invitaciones fueron muy limitadas, tanto que exclusivamente se extendieron entre los amigos del dueño de la sala que por casualidad habían estado los últimos días en su casa.


Ello, no obstante, el Sr. Quirell transformó la sala en una confortable vivienda adornada con mucho gusto con plantas y flores.


Había hecho desaparecer todos los pianos, menos uno, gran modelo vertical de cuerdas cruzadas y construcción francesa, aunque concluida en Barcelona, Chossaigne freres (5) y un magnífico armonium.


Por todo el lienzo de las paredes se habían colocado numerosas sillas y aumentaban la iluminación con magníficos candelabros de un sólo pie y muy artísticos con infinidad de bujías.


El Sr. Hugeus, propietario del fonógrafo ya conocido en Cádiz, por haber visitado nuestra ciudad no hace apenas un año, de paso otra vez, fué puntual en acudir á la hora de comenzar la audición.


Entre la concurrencia, como mencionaremos más abajo, hallábanse conocidos profesores músicos de esta localidad, que habían sido citados para impresionar sus trabajos en la lámina sensible del fonógrafo, así como distinguidos aficionados al arte músico, en sus dos esferas vocal é instrumental.


Las audiciones fonográficas se verificaron en dos sesiones; una á primera hora y otra á la mediación de la velada.


Las señoritas y familias que concurrieron, quedaron verdaderamente sorprendidas de lo maravillosamente que se oyeron las siguientes impresiones, entre otras muchas:


Discurso de D. Emilio Castelar (los pueblos latinos); La Inteligencia, poesía de D. Clemente García de Castro, tan conocido en nuestros círculos literarios; La Risa, que produjo verdaderas explosiones de ídem, El adiós á Elsa y otro número del Lohengrin, de Wagner, cantado por el Sr. Borgatti, tenor que hace concebir las esperanzas de un nuevo Gayarre; una escena graciosísima de la obra de Javier de Burgos Dª Inés del alma mía, entre los artistas del Teatro Lara de Madrid, Matilde Rodríguez y José Rubio; otra de la comedia de D. Miguel Echegaray Los Hugonotes, entre aquel actor y Ramón Rossell; de Tolsti, algunas romanzas, entre ellas Penso, que fué impresionada en otra ocasión por la distinguida aficionada señora de Lacoste, Non posso vivere..., Perche languir, cantado por la Sra. de Aguado, muy aplaudida en los círculos aristocráticos de Madrid, y Vorrei morive y Ti amo ancora, cantadas por el barítono español Sr. Latorre, actualmente muy aplaudido en Milán; las Malagueñas de la célebre Joaquina Payans, titulada la Patti del género flamenco, y en fin otras muchas que no podemos recordar.


En el intermedio de la primera á la segunda audición fonográfica se interpretaron preciosos números musicales.


Entre ellos recordamos:


La sinfonía de Suppé Pique dame, á cuatro manos por los profesores Srta. Teresa Colomer y Eduardo Romero, interpretada magistralmente con el Chassaigne antes mencionado, precioso instrumento, provisto de un aparato llamado sordina, que permite apagar el sonido del piano, cuando conviene.

De estos instrumentos lleva ya vendidos muchos el Sr. Quirell. Muchos aplausos premiaron aquella primorosa ejecución.


El Sr. Romero interpretó dos dificilísimas piezas, la Fantasía de Fausto, de Pujol, y la Tarantela de Rubinstein.


Se le hizo una ovación.

La Srta. Colomer interpretó la preciosa mazourka de que es autora, á petición de los concurrentes.

La Sra. de Lacoste cantó, como ella sabe, con buen gusto, estilo y afinada voz, la romanza Vieni á me, las carceleras de Chapí de las Hijas del Zebedeo, que fueron impresionadas, y la romanza de El rey que rabió.


Fue colmada de aplausos y elogios por parte de todos.


Siempre se oye con gusto su excelente escuela é irreprochable método de canto
.


La niña Soledad González, cantó muy bien la jota de Los Zangolotinos.


Tanto á ésta como aquélla les acompañó en el piano la Sra. D.ª Aurora Noya de Sheffer.


El conocido violinista Sr. Cordonier, interpretó con aplausos el Nocturno de J. Monasterio y el preludio de El Anillo de Hierro.


La primea de estas piezas fué recogida por el fonógrafo.


A la hora en que escribimos aún continúa el concierto.





Entre los asistentes recordamos á las familias que siguen:


D. Miguel Fernández de Celis, su señora, hermana é hija; D. Ricardo Fernández de Celis; D. Manuel Dueñas y familia; D. Rafael Caruana; Sr. Marqués de la Calle y su hermano D. Bernardo; el Sr. Thenart; D. Manuel de Dios; don Juan M. Lacoste y Sra.; Sra. Viuda de Colomer é hijas; Srta. Braojos; Sra. de Letchos; Srtas. de Briones y Jordan; el Sr. Roca y su esposa; D. José Falla é hijo; D. José Rodríguez Fernández; Sra. Viuda de Elizalde é hijas; D. Benito Picardo; D. Eduardo Romero; los Sres. Montero y Aguirre; el coronel Alba; su esposa é hija; Sra. de Pontrémuli é hija; Sres. Sheffer, la Sra. de Quirell y Sres. de don Armando Hugens, estos últimos haciendo los honores con gran distinción.


Se sirvieron á los citados, ponches, vinos, pastas y dulces, sin descansar un momento los camareros en este servicio.


Todos conservan grata memoria de la audición."


Diario de Cádiz, 29 de enero de 1895
__________________________

(1) LEÓN RAVINA, Gema, Manuel de Falla y Cádiz, Cádiz: Ediciones Mayi, 2009 (Págs 94-98).

(2) VINIEGRA Y LASSO DE LA VEGA, Juan José, Manuel de Falla su vida íntima, Cádiz: Diputación Provincial de Cádiz, 2001 (Pág. 57).

(3) GRANDE LARA, Félix, Memoria del flamenco 2, Madrid: Espasa-Calpe, 1979 (Pág. 470).

(4) VINIEGRA Y LASSO DE LA VEGA y RIPOLL, José Ramón, Ob. cit. Pág.8.

(5) ¿Será el mismo piano Chassaigne en el que, cuatro años más tarde, Falla daría su primer concierto público? Seguro que sí.

6 comentarios:

  1. Enhorabuena, Javier, por este "fardo". Te has lucío.

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  2. Entrada de mucha categoría, Javi. Qué actividad la de D. Armando Hugens, siempre de acá para allá difundiendo las bondades del fonógrafo.

    Gracias por la dedicatoria, compañero.

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    1. Gracias a ti siempre, Carlos. Tengo ganas de leer esa gran historia del fonógrafo que, tarde o temprano, tendrás que escribir. Un abrazo.

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  3. Estupendo artículo, pero gracias a tu cita me acabo de dar cuenta de que existe una transposición en el texto original, o sea, en el prefacio que escribí para la nueva edición del libro de Viniegra. Donde dice "el niño Falla que a pocos metros de su casa tenía lugar, pudo intuir levemente, uno de los más altos y profundos sucesos de la expresión musical.", debe decir "el niño Falla pudo intuir levemente que a pocos metros de su casa tenía lugar uno de los más altos y profundos sucesos de la expresión musical." Te agradecería que lo corrigieras si es posible, aunque el error no sea tuyo. Enhorabuena. José Ramón Ripoll

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