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jueves, 28 de febrero de 2013

Javier Molina: entrevista inédita. "Ahora hay muchos flamencos de pan y pescao"

Javier Molina. Foto: Arte y artistas flamencos
Una de las grandes figuras de la guitarra flamenca, sin ningún género de duda, fue la del jerezano Javier Molina Cundí, Jerez de la Frontera (Cádiz), 1868-1956. Considerado el punto de partida de la Escuela guitarrística de Jerez, tuvo, entre otros muchos alumnos-discípulos, a los jerezanos Rafael El Lápiz y a Manuel Morao.

Acompañó a todas las grandes celebridades del momento. Su gran longevidad (88 años), impensable para los datos y cifras que conformaban la esperanza de vida de su tiempo, hizo que su toque ilustrara el cante de artistas de épocas muy distintas: Tomás El Nitri, El Caoba, Paco la Luz, Fosforito, El Loco Mateo, Juan Breva; Manuel Torre, Don Antonio Chacón; Manuel VallejoLa Niña de los Peines, Manolo Caracol o Lola Flores.

Este fardo ha entrado por Santa María del Mar, por la Playita de Los Corrales y arrastra con la mar de leva una entrevista a Javier Molina, cinco años antes de aquella que el artista jerezano concedió al periódico Dígame, el 23 de agosto de 1955, realizada por Juan de la Plata, con fotografías de Eduardo Pereiras. Para quien no la conozca y esté interesado en leerla, hay distintos sitios webs que la tienen transcrita desde hace tiempo. Puede conocerla aquí, pero si lo que quiere es ver la reproducción hemerográfica, puede hacerlo en el blog papeles flamencos.

Si cotejamos una y otra entrevista, separadas cinco años en el tiempo (la muy conocida de 1955 y la que hoy desempolvamos de 1950), no encontramos contradicciones en el testimonio de Javier Molina sobre su concepción del arte flamenco, pretérito y presente. Para casi todo el mundo —y para los flamencos, especialmente— todo tiempo pasado fue mejor.

Sigue hablando con devoción y no poca nostalgia de Don Antonio Chacón, al que admira más que a nadie —más que a Manuel Torre, como la mayoría de los coetáneos de los dos, con la sola excepción del grito siguiriyero de éste— y narra la aventura "artístico-Tartésica" que junto a Chacón y a su hermano, el bailaor Antonio Molina tuvieron; periplo que discurrió por las provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla, con una guitarra al hombro, descalzos los tres, para preservar las preciadas botas. Una información que es concordante con aquella que se nos contó y que tan bien descrita quedó en la biografía que Blas Vega hizo de Chacón, lo cual demuestra el excelente aparato crítico del biógrafo y la veracidad y la sólida documentación que Pepe Blas Vega le insuflaba a sus trabajos. Por eso dicha biografía, lejos de interpretaciones personales o patéticas gitanofobias o gachefobias (que tan nocivo es lo uno como lo otro), es todo un modelo a seguir (1).

Se inclina Javier Molina en 1950 en destacar a La Niña de los Peines como la mejor artista cantaora del momento y en subrayar a El Niño de Huelva como la mejor figura de la guitarra. Cinco años después, en 1955, era Manuel Vallejo a su entender el cantaor más completo y El Niño Ricardo el mejor tocaor del momento. ¿Contradicción? No lo creo. Normalmente, a insulsas preguntas: insulsas respuestas; quiero decir, que en el amplio abanico de los gustos hay espacio para muchos "números unos"; y en segundo lugar, hay cinco años de diferencia entre una entrevista y otra, tiempo más que suficiente para que una opinión sea modificada, como es natural y legítimo (por otra parte).

Javier Molina, visto por Chumy Chúmez

Sí encontramos —en cambio— una notable inexactitud en la respuesta que da a la pregunta de "si tuvo muchos discípulos", pues señala a Enrique el Mellizo, y a Enrique Ortega como depositarios de su enseñanza y, en modo alguno, pudieron ser discípulos suyos, primero por una cuestión de edad: El Mellizo (1848) le sacaba 20 años a Javier Molina (1868); Enrique Ortega (Feria) El Gordo, otro tanto de años —no digamos ya la segunda posibilidad de Enrique Ortega (Díaz), El Gordo Viejo—; y aparte de todo: esos tres Enriques eran todos cantaores, no tocaores.

Me inclino más por una mala interpretación y posterior transcripción periodística de lo que el artista jerezano le estaba narrando en su humilde domicilio de la calle Prieta. La entrevista la firma José María Cepero y está ilustrada con una fotografía, junto a un dibujo de Chumy Chúmez, al igual que aquella que vimos de La Pompi, al darse la circunstancia de que el humorista gráfico se encontraba, circunstancialmente, en Jerez de la Frontera, como alférez de las milicias universitarias, según publicó Diario de Jerez y según nos indicó nuestro fardero amigo David.

La entrevista revela que unos avispados señores de Barcelona se llevaron en una "cajita" magnetofónica, —pa los restos y sin trincá, que diría El Beni—, una cinta con su toque antiguo, sus trémolos irrepetibles y sus magníficas ligazones, grabado en las partículas de hierro de una vieja cinta casete. Coba del nueve. Le llamaron "El brujo de la guitarra", por algo fue. Así lo definió un coetáneo suyo, Fernando el de Triana, en ése libro "grande y muy bonito", al que su hija se refiere en el transcurso de la entrevista; libro, por cierto, que tan sólo le dedica siete raquíticos renglones a su figura, muy escasos, escasísimos para la dimensión artística del jerezano (2).

Recientemente, Carlos Martín, ha compartido una interesante entrada sobre Javier Molina, en la que se puede oír su toque y leer sus andanzas por los cafés cantantes gaditanos, en El Arqueólogo Musical.

Ahora la entrevista. Disfrútenla. Que hace una mañana de categoría y la marea está llenando.

La Voz del Sur, 18 de junio de 1950
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(1) BLAS VEGA, José, Vida y cante de Don Antonio Chacón, Madrid: Editorial Cinterco, 1990.

(2) EL DE TRIANA, Fernando, Arte y artistas flamencos, Madrid: Editoriales Andaluzas Unidas, 1986 (Edición facsímil de la de 1935, Pág. 157 y 230).

martes, 26 de febrero de 2013

Caracol el del Bulto. Diccionario Gaditano de Flamenquitos Insignes (IV)

En Cádiz no se "está" ni se frecuentan los sitios: "se para". Supongo que otras localidades compartirán la peculiaridad semántica del verbo para significar el territorio de estancia y la asiduidad de permanencia; el hábitat urbano. Supongo. ¿Dónde para fulanito? En El Morante.
No, en El Morante, no (apunta otro); él suele parar en Los Gallegos Chicos, aunque últimamente para en...


Manolo Caracol y El Niño de los Rizos
El Niño de los Rizos paraba en La Bombilla y en el Bar Papi, fundamentalmente. Allí, en aquellos territorios y ya bien sobrepasada la edad de setenta años, nos lo refirió. Era invierno. Nos esperaba sentado, solo en la mesa. Gorra, pañuelo azul, anudado y abrigo, mitigando la traicionera surestá que en aquel estío se colaba por el Arco de Garaicoechea

Profusas patillas blancas. Sonrisa fácil. Habla pausada. Y fumaba; sus dedos índices y corazón, con los que en otro tiempo realizaban el picado, estaban barnizados de amarillo nicotina. Ya no podían picar, ni arpegiar, ni su pulgar realizar la alzapúa de su toque, corto, justo, sin el desarrollo de una gran técnica, pero con ése gustito y ése aroma a saco viejo, rancio, que tenía su toque. Eugenio lo resolvía con una mueca, entre irónica y amarga, de enorme resignación y unos ojos vivarachos de quien ya lo ha visto todo. Ya no estaban los suyos. Ni el reñidero de Los Melu de la calle Desamparados. Ni siquiera sus vecinos Breíta, Manolo Vargas y El Cojo Peroche. Al lado, una copa de aguardiente y los recuerdos brotaban de su boca.

Destaco una anécdota que me refirió sobre Caracol el del Bulto, a quien trató mucho, sobre todo a raíz de que su hijo Manolo Caracol se lo llevara a México de tocaor. Era la tarde del 28 de julio de 1961. En la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Merced, del barrio Santa María se casaba Lola Ortega, la hija de Manolo Caracol con el industrial José Sánchez Montesinos. La novia vestía traje blanco con larga cola de volantes y un velo de tul. De padrinos, Manolo Caracol y la madre del novio, doña Patrocinio Montesinos.

Antes de todo eso, en los farragosos trámites burocráticos de la boda, el abuelo de la contrayente, Caracol el del Bulto, hombre de una exquisita gracia, le preguntó al párroco de la iglesia si podría encontrar su partida de nacimiento o bautismo. El cura, a partir de las fecha que el cantaor le proporcionaba, empezó a sacar libros y más libros, sin encontrar documento alguno que atestiguase su nacimiento y bautizo en Cádiz: Lo siento, señor Manuel Ortega, pero usted no figura que haya nacido aquí, ni que lo hayan bautizado aquí”, Caracol el del Bulto, le respondió con sorna y no menos retranca: No se preocupe, padre, haga usted el favor ahora de mirar, a ver si estoy en los libros de Gades”.

El Archivo Catedralicio nos desveló después el misterio y nos mostró la partida de bautismo que Caracol el del Bulto se quedó con las ganas de ver y de enseñársela a su hijo y a su nieta.

Como quiera que el maestro Blas Vega estaba preparando un libro sobre Manolo Caracol, se la mandé por correo electrónico para que ilustrase, en primicia, el gran libro sobre la Casa de los Ortega que todos esperábamos. No pudo ser.

"En la ciudad de Cádiz, a siete de septiembre de mil ochocientos ochenta y uno, Yo D. José de Bocio, Cura propio de esta Parroquia del Sagrario, bauticé solemnemente a un niño que nació en veinte y nueve del pp. mes, a las nueve de la noche, y al que puse el nombre de Manuel, hijo legítimo de José Ortega y Feria y de Agustina Fernández y Espeleta, naturales de esta Ciudad y Casados en esta parroquia, año de sesenta y nueve: Abuelos paternos Enrique y Carlota, y Maternos Francisco y Rufina; todos naturales de esta Ciudad: fueron sus padrinos Enrique y Gabriela Ortega advertirles sus obligaciones: siendo testigos Francisco Espeleta y Juan Dulce, y lo firma ut supra= José de Bocio y Gamero." (rubricado)

(Al margen)
"Manuel Ortega
Casó en la Parroquia de la Magdalena de Sevilla con Dolores Juárez Soto el 20 de abril de 1951. Carbonell" (rubricado)

Archivo Histórico Catedralicio. Libro 124. Folio 149

No puede haber más artistas en torno a una pila bautismal. Su padre José Ortega Feria El Águila, inconmensurable banderillero y cantaor, conocedor de los estilos gaditanos, creador de un estilo de cantiña. Abuelo paterno: Enrique Ortega El Gordo Viejo; Abuelo materno: Francisco Fernández Curro Dulce, enormes siguiriyeros —justa y exactamente los dos cantaores más admirados por Silverio— ...y más sagas cantaoras entrelazadas: Espeletas, Ferias y "Dulces" descendientes (Juan).



Caracol el del Bulto

Nombre artístico de Manuel Ortega Fernández, por imitar en el vestir al empresario taurino Caracol, y debido a un defecto físico del cuello se le llamó también Caracol el del Bulto. Cádiz, 1881-Madrid, 1962. Cantaor. Nieto del Gordo Viejo y Curro Durse, hijo de El Águila, hermano de Carlota, Rita y Rosario Ortega y del torero El Cuco y padre de Manolo Caracol. Según Blas Vega y Ríos Ruiz fue un “excelente intérprete de cañas, soleares y bulerías, actuando en su juventud en cafés cantantes de Cádiz, Sevilla, Jerez de la Frontera y Madrid. Fue mozo de estoques de sus primos los toreros Rafael y Joselito El Gallo

Caracol padre al cante. Detrás, sonriente y orgulloso su hijo Manolo Caracol
Fernando Quiñones lo sitúa triunfando en el Café Filarmónico y en el Café Ideal de Sevilla. Para Manuel Moreno Delgado “Manuel Caracol, padre, fue un gran cantaor y mejor conocedor de todos los cantes, conservando una gran amistad con Chacón, que lo apreciaba y lo admiraba.” 

Juan Vargas, Caracol el del Bulto y El Melu
El bailaor Ramón Vélez, que tantísimos años se llevó actuando con su hijo, Manolo Caracol, así lo recuerda “Su padre, lo vuelvo a repetir, el hombre más simpático y gracioso que nació en esta tierra, pero de una gracia natural que hacía reír a los demás sin proponérselo. Él tenía como una especie de quiste en un lado de la cara, creo que era en el derecho. Era bastante grande, y todo el mundo le preguntaba: “Abuelo, ¿Por qué no se opera ese bulto?; y él decía: Te lo voy a explicar, si me lo operara, todo el mundo me preguntaría: ¿usted es el que tenía un bulto en la cara?, sería un poco pesado, así que me quedo sin operar y me ahorro de responder tantas veces lo mismo”

Caracol el del Bulto en amena charla con Manolo Vargas
Sus anécdotas de gracia, como de la gran mayoría de cantaores gaditanos, abundan en el imaginario. Refería José Luis Montoya la siguiente: "Cierto día, Caracol padre entabló una discusión con otro parroquiano de su misma trayectoria, y como de la discusión pasaron a palabras fuertes, El "del bulto" le dijo a su oponente aquello de, "a ver si eres capaz de decírmelo en la calle, que nos vamos a matar"; como el otro asintió, a la calle se fueron seguidos del resto de la clientela, y una vez fuera, el desafiador, que no era precisamente el Guerrero del Antifaz, viéndose cogido, le espetó al rival: "aquí hay mucha gente, y tú y yo nos vamos a ver las caras, pero en la Barqueta, donde estemos solos"; como el otro volvió a asentir, Caracol padre, sin saber ya por dónde salir, ni dónde meterse, le dijo al contendiente muy serio: "que estoy pensando yo que a ver quién paga el tranvía", con lo que la pelea se acabó entre la rechifla general."

En 1951, participó en el rodaje de la película La Niña de la Venta, con Lola Flores y su hijo Manolo Caracol, con guión de Ramón Torrado, Ramón Perelló y José Palma, rodada en los escenarios naturales de la provincia de Cádiz.





Para ampliar información sobre su vida, léase la entrevista que Manuel Ortega, Caracol el del Bulto, concedió a ABC, el 29 de junio de 1945, subida en papeles flamencos.


Diccionario Gaditano de Flamenquitos Insignes (DGFI):

(I)   El Niño de la Viña
(II)  El Beni de Cádiz
(III) Ramón Vélez
(IV) Caracol el del Bulto
(V)  Antonio Hernández
(VI) El Niño de la Isla
(VII) Fernando Quiñones
(VIII) José Capinetti

domingo, 24 de febrero de 2013

La Pompi: daba gloria escucharla

¿Qué sabemos de la hermana de El Gloria, de Luisa Ramos Antúnez,? Poco más que lo que viene recogido en el DEIF, que su sobrenombre era La Pompi, que nació en Jerez de la Frontera en 1883 y que falleció en Sevilla en 1958. Que era una saetera "de aquí te espero". Algunos retazos muy escuetos de su trayectoria artística y de los flamencos con los que alternó, incluida su anecdótica actuación ante el rey Alfonso XIII.
Ocho años antes de fallecer, concedió una breve entrevista al periódico La Voz del Sur, texto sobre el que —con toda probabilidad— se basó la información recopilada en la prestigiosa enciclopedia, que ilustraba la caricatura que le hizo el gran humorista gráfico José María González Castrillo Chumy Chúmez y que también fue publicada en el periódico gaditano.

Ha venido con la marea, para que lo disfruten los farderitos:


La Voz del Sur, 23 de julio de 1950

viernes, 22 de febrero de 2013

El Cante (III). Un periódico flamenco

Efectuamos una tercera muestra del periódico sevillano El Cante, cuyas entregas primera y segunda ya dimos cuenta en anteriores entradas.
En esta ocasión, el periódico abre con un editorial en el que se refleja la indignación antiflamenquista que ha surgido a raíz de la aparición de un periódico dedicado a la divulgación del arte flamenco. Una escueta biografía del guitarrista Juan Santamaría GómezJuanito el Malagueño, el otrora agraciado con la décima parte del segundo premio de lotería (de ahí los versos: "tocador desconocido / que pasó muchos apuros; / mas ya su fama ha nacido... / le han tocado seis mil duros."); la noticia de la incorporación de un dibujante nuevo y un apartado interesantísimo (seguidillas gitanas) que recoge las seguiriyas atribuidas al repertorio de Silverio Franconetti.
Que sean de vuestro agrado en esta tarde invernal.

El Cante, 1 de enero de 1887. Hemeroteca Municipal de Madrid


jueves, 21 de febrero de 2013

Luis Alonso y Lázaro Quintana, arte en el Teatro Principal (1829)

Año 1829. Principiaba el mes de enero, inmediatamente después del día de Reyes. El Teatro Principal de Cádiz, gran coliseo de la ciudad, ubicado en la actual Plaza del Palillero, se disponía a acoger una función particular a beneficio del célebre bolero Luis Alonso, hermano de El Planeta y en la que participa su sobrino el también cantaor Lázaro Quintana. Entre zapateados, bailes ingleses, comparsas de máscaras, zapitusé de costa firme, el fricasé, cuarteto de cuacaros, la Petenera Americana y el sainete El Carnaval en el barrio de la Viña. Sin desperdicio alguno:

"TEATRO PRINCIPAL.= Función particular à beneficio del primer bolero Luis Alonso. Servir al criminal por amparar al inocente, ó efectos de odio y venganza en el castillo de la Bohemia (comedia de espectáculo en tres actos). = Concluido el primer acto se bailará el zapateado con acompañamiento de guitarra por la Sra. María Rodríguez, aficionada. Acabado el segundo el baile inglés, por la Sra. Josefa García, también aficionada= Concluida la comedia el Sr. Luis Alonso bailará con la Sra. García, el nuevo zapitusé de costa firme, acompañado de guitarra.= Seguidillas manchegas à seis.= El Carnaval en el barrio de la Viña (sainete nuevo, en el que habrá columpio y saldrá una comparsa de máscaras y bailarán el fricasé, la Petenera Americana que cantará el Sr. Lázaro Quintana, un cuarteto de cuacaros, y se concluirá con una contradanza general).= A las 7."


Diario Mercantil de Cádiz, 8 de enero de 1829


miércoles, 20 de febrero de 2013

"Viejos cooperativos" (II), su legado flamenco (1887-1890)

Antonio Rodríguez Martínez "El Tío de la Tiza"
El concurso de agrupaciones de Carnaval que se organizaba en el siglo XIX era muy distinto al actual. De entrada, las comparsas compartían certamen con las estudiantinas de entonces, y no es de extrañar que los instrumentos de cuerda, presentes en éstas, terminaran formando parte indisoluble de los coros gaditanos, que poco a poco fueron abandonando los instrumentos afrocubanos de percusión, como el güiro y los rascadores, en beneficio de la sonoridad de guitarras, bandurrias y cítaras, éste último instrumento, hoy, no sólo en desuso, sino gran desconocido y olvidado, a pesar del papel tan importante e interesante que tuvo en el desarrollo del tango, de la mano de Rodríguez. Así publicitaban los guitarreros gaditanos la construcción y venta de cítaras en el año 1905, lo que prueba que, en ése momento, era un instrumento en alza:


En 1889, un grupo de comerciantes de las calles Cobos y Cristóbal Colón, preocupados por el descenso de las ventas de sus negocios, optaron por crear un concurso particular de comparsas, cuyo premio consistía en una banda que adjudicarían a aquella "que más se distinga durante el próximo Carnaval por sus vestidos y por la belleza de la música que ejecuten". En realidad, se trataba de una estrategia comercial, ya que las industrias ubicadas en aquellas calles habían visto muy mermadas sus ganancias, en beneficio de las otras arterias más céntricas de Cádiz, que se llevaban una gran afluencia de público y que, además, concentraban todo el grueso de los festejos de antes —todavía hoy lo siguen haciendo— como Columela (entonces calle de la Carne), plaza de San Antonio y calle Ancha (entonces Duque de Tetuán).

Diario de Cádiz, 2 de marzo de 1889

Este concurso, además, contrastó con la suspensión que se hizo del gran certamen del Teatro Principal, que contaba con el apoyo municipal y para el cual estaba previsto que todas las comparsas locales fueran a recibir a la estación de ferrocarril a aquellas comparsas foráneas que llegaban  para concursar a Cádiz.

La "primorosa" banda del certamen de la calle Cobos la ganó la comparsa "Viejos cooperativos", que por tercer año consecutivo repetían su título; no así su tipo, ni sus músicas y letras, que, fiel a la tradición, eran distintas a años anteriores:


Diario de Cádiz, 7 de marzo de 1889

Mientras todo esto sucedía en Cádiz, en Londres, concretamente en el distrito de Whitechapel y en las áreas periféricas, empobrecidas, se empezaron a perpetrar unos horrendos crímenes en serie. Jack el Destripador o Mandil de cuero traía en jaque a la policía británica por los espeluznantes asesinatos, aderezados de misteriosas misivas que enviaba a Scotland Yard, y convirtiéndose en el primer caso de crimen en serie que causó una conmoción mundial periodística sin precedentes. 



La noticia llegaba a Cádiz —como a todos los rincones del mundo—, pero aquí Jack el Destripador se convirtió en el cachondeo del Carnaval de 1889. "Viejos cooperativos" le cantaron el siguiente tango, que seguro que provocaron la sonrisa de todos los gaditanos que lo escucharon:


AHMC, caja número 6.177

También le cantaron a las mujeres un tango guasón, comparándolas con un reloj, muy propio del momento, hoy políticamente incorrecto, pero entonces muy frecuente entre los repertorios de la época y muy aceptado y encajado con sentido de humor por las gaditanas de antaño, a tenor de lo que nos cuentan las crónicas periodísticas. 


AHMC, caja número 6.177

Mas no todas las letras de El Tío de la Tiza fueron así de banales. De hecho, el resto de su repertorio fue muy crítico; tremendamente crítico, por ejemplo con el triste flujo migratorio que en nuestro país se estaba produciendo hacia Argentina: "Presencia España impasible / que sus hijos abandonan / huyendo del hambre horrible / el suelo que tanto adoran; / y emigran a otra nación / buscando el pan que les niegan / la patria que a su aflicción / está sorda, muda y ciega. / Con la mayor frialdad / los ve irse por millares, / y ni, aún por caridad, / los consuela en sus pesares..."

No es de extrañar que un periódico barcelonés, La Dinastía, de ése mismo verano de 1889 (1), recogiese la siguiente gacetilla irónica: "El gobernador de Cádiz ha prohibido el cante en las calles del llamado tango gaditano, que excita a la emigración, lo que debe prohibir son las agencias que los tangos no embarcan a nadie."


Antonio Pozo El Mochuelo
Pero hemos escogido estas dos letras del repertorio que "Viejos cooperativos" presentó ante el ayuntamiento para su aprobación, porque fueron justo las dos que el cantaor Antonio Pozo El Mochuelo grabó con posterioridad en cilindro de cera y luego en placas de pizarra (2).

La grabación se impresionó en Barcelona, en el Gabinete Fonográfico del Centro Fonográfico Comercial de Manuel Moreno Cases, que estaba ubicado en la Rambla del Centro, números 36 y 38. Eran cilindros normales, presentados en estuches de color azul y rojo burdeos y entre otras grabaciones se impresionaron coros de zarzuela (Gran Vía, Sra. Martínez y Sr. Navarro); ópera (Sr. Costanti y Sr. Vallrrosoll) y flamenco (ya aquí el tratamiento de señor desaparece y figura El Mochuelo, a secas). Y se vende como flamenco. A pesar de que no era flamenco. Conste. A la guitarra le acompaña Luis Molina (3).


Cilindro de cera de El Mochuelo con el tango de "Viejos cooperativos"

No fueron los únicos tangos carnavalescos gaditanos que El Mochuelo grabara, pero sin duda estamos ante una de las grabaciones de tangos más primitivas.


Las diferencias de letra son mínimas; las clásicas variaciones que el propio cantaor introduce, como consecuencia de no habérsela aprendido bien. Rodríguez, originiariamente sitúa a Jack el Destripador en Cádiz, mientras que El Mochuelo lo hace en Buenos Aires. Rodríguez utiliza el término insurrectibles y El Mochuelo pronuncia "surrucutibles"(sic). Por lo demás, con un programa de audio sencillo, le hemos dado algo de velocidad y de amplificación —partiendo de la base de que estamos ante el audio de un cilindro de cera— para aproximarnos más al sonido real:

                                     
                                                  

David Palomar. Foto: Paco Sánchez

En abril de 2012, con motivo del I Congreso Monográfico sobre El Tío de la Tiza, el cantaor David Palomar, con las guitarras de Juan José Alba y El Niño de la Leo; la bandurria de Emilio Martín y las palmas y el jaleo de Diego Montoya, Mariana Cornejo y Carmen de la Jara, nos hizo esta extraordinaria versión de "Viejos cooperativos" del año 
1889 y su tango de Jack el Destripador:

                     
                       
                                         

_________________________

(1) La Dinastía, 24 de julio de 1889.

(2) Para oír estos mismos tangos en pizarra, léase una entrada que con anterioridad había efectuado el especialista Carlos Martín sobre el mismo tema: El arqueólogo musical.

(3) GÓMEZ MONTEJANO, Mariano, El fonógrafo en España, cilindros españoles, Madrid: El Autor, 2005 (Madrid: Industrias Gráficas Caro).

martes, 19 de febrero de 2013

"Viejos cooperativos" (I), su legado flamenco (1887-1890)

Hornos de fabricación alemana Siemens & Halske de la fábrica de la
Sociedad Cooperativa Gaditana de Fabricación de Gas.
Obsérvense los apellidos de dos de sus socios más opulentos:  Aramburu y Lacave

En la década de los ochenta del siglo XIX, surgió en Cádiz una empresa, de capital gaditano, creada ex profeso para hacerle la competencia a la Compañía de Gas Lebón, que con capital francés, era la que, hasta entonces, había mantenido el contrato de suministro de gas con el ayuntamiento de la ciudad. Un amplio grupo de la burguesía gaditana, muy influyente y con el apoyo decisivo de la Banca Aramburu, creó la Sociedad Cooperativa Gaditana de Fabricación de Gas, para intentar desestabilizar el monopolio y entrar en el reparto de beneficios. Lo primero llegó a lograrse —a pesar de acarrear una enorme controversia, que acabó en multitudinaria manifestación de protesta, no sin consecuencias políticas— (1): la Sociedad Cooperativa consiguió arrebatar la concesión del fluido de gas a la compañía de la competencia. "La cuestión del gas", le llamaba la prensa periódica, que a diario abría sus páginas con las disputas que ambas empresas gasistas mantenían en la ciudad. El 15 de noviembre de 1886 la población gaditana aplaudía a la junta directiva de la Cooperativa, cuando sus empleados encendían las farolas de la Plaza de San Antonio

Acción de la Sociedad Cooperativa. Colección particular de Carlos Cabrera Barbosa




















La idea-imagen que se proyectó inicialmente ante la opinión pública, fue la de una modesta empresa gaditana, con intereses locales frente al capital extranjero, invasor, monopolizador y opresor, pero en el fondo había una profunda motivación lucrativa: Aramburu y Cía eran los banqueros de Lebón y, por tanto, testigos directos de cómo las transferencias a París crecían de forma considerable, ignorando que el carbón se pagaba directamente a Inglaterra desde Francia, y creyendo —ingenuamente— que las citadas transferencias correspondían a los beneficios líquidos. Por eso entraron en liza y por eso terminaron fracasando.

La fábrica se ubicó, lindando con la vía del ferrocarril y el camino de Puntales,
entre la calle Trille y el Callejón de la Tripería




















Pero antes de que todo esto ocurriera, la fábrica fue construida en los terrenos del extramuros de Cádiz, rodeada de huertas beduinas y estuvo al servicio de la ciudad durante muchos años. Allí se colocó de guardalmacén, un muchacho sin apenas recursos económicos, que vivía con su madre, una costurera humilde y su hermanastro. Había nacido en 1861, y estando trabajando en la Sociedad Cooperativa, cultivó sus primeras agrupaciones de Carnaval y trazó sus primeros tangos en el pentagrama.

Ésa es la razón del por qué sacó durante cuatro años consecutivos un coro —entonces se les denominaba comparsa— con el nombre de "Viejos cooperativos" (1887, 1888, 1889 y 1890), cuyos componentes eran, en su mayoría, gasistas de profesión y trabajaban con él en la fábrica de gas, incluido su mano derecha, su amigo Santiago Hucha —aquél que más años acredita dirigiendo sus agrupaciones— que era gasista y compañero de la fábrica.

Esto sucede en 1887, es decir, cuando el tango americano y el tango de negros hace años que campea por Cádiz y ha echado raíces propias, sin perder su aroma indiano, ni en la estructura de su melodía, ni en el soniquete de los instrumentos de percusión; y cuando "Las viejas ricas" —grupo del que en su momento escribiremos largo y tendido— llevan ya varios años triunfando en Sevilla, en Madrid y en distintas capitales. 

Los tangos, ya reconocidos específicamente gaditanos, eran interpretados por la Banda del Regimiento de Álava, en la Plaza de San Antonio (junto a la Fantasía de Rigoletto, de Verdi); en el templete de la Plaza de Mina (al lado de la Danza de los negritos de la Zarzuela Cádiz) y en la Exposición Marítima Internacional (junto a la marcha inaugural que el Maestro Eduardo López Juarranz había compuesto y la Melodía de Haydn). Todo de la mano del maestro Damián López, músico mayor del Regimiento de Álava, que había arreglado una partitura de tangos gaditanos, para piano que puso a la venta en el establecimiento Los Amigos:


Diario de Cádiz, 5 de agosto de 1887
Diario de Cádiz, 14 de agosto de 1887


Diario de Cádiz, 23 de octubre de 1887

"Viejos cooperativos", cuyo sombrero era un contador de gas, en consonancia con el tipo que representaban:


Diario de Cádiz, 21 de febrero de 1887

En 1888 es cuando Silverio Franconetti tiene conocimiento de la figura emergente que tanto está sonando en Cádiz: El Tío de la Tiza. Silverio necesitaba una agrupación que tuviese la difícil misión de sustituir con éxito a "Las viejas ricas", que tantísima fama le había dado a su café cantante. Viaja expresamente a Cádiz, donde es visto por los atentos periodistas que así lo reflejan:


Diario de Cádiz, 6 de mayo de 1888

Seis días más tarde, el 12 de mayo, el periódico hispalense La Avalancha, aporta la noticia de que ha contratado a "Viejos cooperativos", según el estudio de Ortiz Nuevo:

"Salón Silverio. El dueño de este establecimiento, deseando dar siempre más variedad a sus espectáculos, ha contratado, a más del numeroso género flamenco que tiene, a la célebre comparsa gaditana titulada viejos cooperativos, los cuales cantan difíciles tangos." (2)

Y cuatro días después, es decir, el 16 de mayo, lo contaba Diario de Cádiz a sus lectores:


Diario de Cádiz, 16 de mayo de 1888







¿Cómo eran esos difíciles tangos? Pues eran tangos de estructura muy sencilla. Tangos cortos, polifónicos, que a partir de un patrón melódico común servían para contar cosas cotidianas e intrascendentales, como la comparación de una plaza con Melilla:


Plaza de la Catedral
es un verdadero encanto
porque se asemeja mucho
a Melilla con su campo;
tiene su Zoco y Mezquita
infinidad de palmeras
y con el tiempo tendrá
catorce o quince chumberas.
Empezando a florecer
sus cuatro jardines bellos
imitando a cabrerizas
Rostrogordo y Dos Camellos.
Y para más semejanza
debían de colocar
en vez de Silos Morenos
                                      a Maimón Mojatar

Este tango es hoy un clásico del repertorio buleaero de Cádiz. Allá por los años 20 formaba parte del repertorio habitual de Pastora Pavón La Niña de los Peines y en los años 40 fue uno de los muchos tangos carnavalescos que se escenificaron en la obra Las calles de Cádiz, interpretado por Pericón de Cádiz, con el toque de El Niño Ricardo y de Melchor de Marchena y el baile de La Macarrona. Así lo recordaba Pericón:


"Cuando ya estaba el telón arriba, emprincipiaba yo a cantar unos tangos de Cádiz, los de la plaza la Catedral... Y salía un chiquillo Josele, haciéndome burla pa quitarme las cosas de la mesa mientras yo cantaba, y al lao mío, Melchor de Marchena y El Niño Ricardo tocando con un compás bárbaro, y el niño con más compás todavía viniéndose pa mí; yo me levantaba para pegarle, sin parar de cantar, con la horma en la mano, y cuando ya estaba pa darle aparecía por el otro lao La Macarrona que hacía de mare del niño, y con el mismo compás venía, lo trincaba el pescuezo; yo cantando y hasta cuando se lo iba llevando pa su casa, los tortazos que le daba en el culo estaban metíos exactos en el compás del cante y del baile. Y claro, ahí se venía el teatro abajo de aplausos." (3)

Fue el poeta Rafael Alberti el que le indicó acertadamente a Chano Lobato, la procedencia carnavalesca del tango:



“Me senté allí con él, era la primera vez que yo lo trataba y no veas de amable y de eso que estuvo Alberti. Y me dijo que aquello venía de un coro de carnaval. Eso de plaza de la catedral, un verdadero encanto, porque se parece mucho a Melilla. ¿A Melilla cómo se va a parecer? Fíjate qué barbaridad. Tiene su sol que me quita. Que me quita. Y era que había un cabaret que se llamaba La Mezquita. Infinidad de palmeras y na más que había tres. Y con el tiempo tendrá catorce o quince chumberas. Y todas esas cosas me las contó Alberti, que eran de un carnaval, de una chirigota” (4)


Taberna El Zoco con sus parroquianos sentados en sus veladores *


















En realidad, Chano lo explica a medias. La Mezquita y El Zoco eran dos tabernas que, efectivamente estaban instaladas allí —en la primera paraba Enrique el Mellizo—, y una reordenación urbana de la plaza dotó a ésta de —infinidad de— palmeras; de ahí la comparación con Rostrogordo y con Maimón Mojatar, al que la tradición oral ha ido deformando hasta "la cabezita del Sultán" y el obispo Silos Moreno por "cielo moreno".


"Infinidad de palmeras" alrededor de Silos Moreno,
a quien se le colocó una maleta durante la Segunda República *

















Las generaciones de cantaores gaditanos anteriores a Pericón y a Manolo Vargas, metieron por bulerías el tango, enriqueciendo el acervo buleaero de Cádiz. Escuchemos la preciosa versión que Manolo Vargas —con el toque de Rafael de Jerez— hizo en 1952 en el Gran Teatro Falla, durante el transcurso del I Concurso Nacional de Alegrías y de Cantes Populares Andaluces. "Por arriba" —como así le dice a su tocaor 00:03—, con sus tarratrán y su regustito tan gaditano:

                                              

La que sigue, es la versión más próxima a su composición original, es decir, a cómo se interpretó en el Café de Silverio en el año 1888:


                                              
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(1) "La sociedad Lebón y compañía ha interpuesto demanda en el juzgado de San Antonio contra el ayuntamiento de Cádiz por la que se solicita providencia de nulidad del contrato de gas con la Sociedad Cooperativa, amén de los daños y perjuicio que dice haber sufrido, por tal concepto la empresa la Empresa Lebón y pago de costas judiciales que irrogue el litigio. Por su parte, el alcalde, estimando que este asunto no puede ser resuelto por la vía judicial, ha entablado ante el Excmo Sr. Gobernador el oportuno recurso de competencia." Diario de Cádiz, 26 de enero de 1887.

(2) ORTIZ NUEVO, José Luis, ¿Se sabe algo? Viaje al conocimiento del Arte flamenco en la prensa sevillana del XIX, Sevilla: Ediciones El Carro de la Nieve, 1990 (Pág. 96).

(3) ORTIZ NUEVO, José Luis y VILCHES MARTÍNEZ Juan, Las mil y una historias de Pericón de Cádiz, Madrid: Ediciones Demófilo, 1975 (Pág. 54).

(4) TÉLLEZ RUBIO, Juan José y MARQUÉS PERALES, Manuel, Chano Lobato. Memorias de Cádiz, Cádiz: Diputación de Cádiz, 2003 (Pág. 59).

(*) Fotos blog MdC