Javier Molina. Foto: Arte y artistas flamencos |
Una de las grandes figuras de la guitarra flamenca, sin ningún género de duda, fue la del jerezano Javier Molina Cundí, Jerez de la Frontera (Cádiz), 1868-1956. Considerado el punto de partida de la Escuela guitarrística de Jerez, tuvo, entre otros muchos alumnos-discípulos, a los jerezanos Rafael El Lápiz y a Manuel Morao.
Acompañó a todas las grandes celebridades del momento. Su gran longevidad (88 años), impensable para los datos y cifras que conformaban la esperanza de vida de su tiempo, hizo que su toque ilustrara el cante de artistas de épocas muy distintas: Tomás El Nitri, El Caoba, Paco la Luz, Fosforito, El Loco Mateo, Juan Breva; Manuel Torre, Don Antonio Chacón; Manuel Vallejo, La Niña de los Peines, Manolo Caracol o Lola Flores.
Este fardo ha entrado por Santa María del Mar, por la Playita de Los Corrales y arrastra con la mar de leva una entrevista a Javier Molina, cinco años antes de aquella que el artista jerezano concedió al periódico Dígame, el 23 de agosto de 1955, realizada por Juan de la Plata, con fotografías de Eduardo Pereiras. Para quien no la conozca y esté interesado en leerla, hay distintos sitios webs que la tienen transcrita desde hace tiempo. Puede conocerla aquí, pero si lo que quiere es ver la reproducción hemerográfica, puede hacerlo en el blog papeles flamencos.
Si cotejamos una y otra entrevista, separadas cinco años en el tiempo (la muy conocida de 1955 y la que hoy desempolvamos de 1950), no encontramos contradicciones en el testimonio de Javier Molina sobre su concepción del arte flamenco, pretérito y presente. Para casi todo el mundo —y para los flamencos, especialmente— todo tiempo pasado fue mejor.
Sigue hablando con devoción y no poca nostalgia de Don Antonio Chacón, al que admira más que a nadie —más que a Manuel Torre, como la mayoría de los coetáneos de los dos, con la sola excepción del grito siguiriyero de éste— y narra la aventura "artístico-Tartésica" que junto a Chacón y a su hermano, el bailaor Antonio Molina tuvieron; periplo que discurrió por las provincias de Cádiz, Huelva y Sevilla, con una guitarra al hombro, descalzos los tres, para preservar las preciadas botas. Una información que es concordante con aquella que se nos contó y que tan bien descrita quedó en la biografía que Blas Vega hizo de Chacón, lo cual demuestra el excelente aparato crítico del biógrafo y la veracidad y la sólida documentación que Pepe Blas Vega le insuflaba a sus trabajos. Por eso dicha biografía, lejos de interpretaciones personales o patéticas gitanofobias o gachefobias (que tan nocivo es lo uno como lo otro), es todo un modelo a seguir (1).
Se inclina Javier Molina en 1950 en destacar a La Niña de los Peines como la mejor artista cantaora del momento y en subrayar a El Niño de Huelva como la mejor figura de la guitarra. Cinco años después, en 1955, era Manuel Vallejo a su entender el cantaor más completo y El Niño Ricardo el mejor tocaor del momento. ¿Contradicción? No lo creo. Normalmente, a insulsas preguntas: insulsas respuestas; quiero decir, que en el amplio abanico de los gustos hay espacio para muchos "números unos"; y en segundo lugar, hay cinco años de diferencia entre una entrevista y otra, tiempo más que suficiente para que una opinión sea modificada, como es natural y legítimo (por otra parte).
Javier Molina, visto por Chumy Chúmez |
Sí encontramos —en cambio— una notable inexactitud en la respuesta que da a la pregunta de "si tuvo muchos discípulos", pues señala a Enrique el Mellizo, y a Enrique Ortega como depositarios de su enseñanza y, en modo alguno, pudieron ser discípulos suyos, primero por una cuestión de edad: El Mellizo (1848) le sacaba 20 años a Javier Molina (1868); Enrique Ortega (Feria) El Gordo, otro tanto de años —no digamos ya la segunda posibilidad de Enrique Ortega (Díaz), El Gordo Viejo—; y aparte de todo: esos tres Enriques eran todos cantaores, no tocaores.
Me inclino más por una mala interpretación y posterior transcripción periodística de lo que el artista jerezano le estaba narrando en su humilde domicilio de la calle Prieta. La entrevista la firma José María Cepero y está ilustrada con una fotografía, junto a un dibujo de Chumy Chúmez, al igual que aquella que vimos de La Pompi, al darse la circunstancia de que el humorista gráfico se encontraba, circunstancialmente, en Jerez de la Frontera, como alférez de las milicias universitarias, según publicó Diario de Jerez y según nos indicó nuestro fardero amigo David.
La entrevista revela que unos avispados señores de Barcelona se llevaron en una "cajita" magnetofónica, —pa los restos y sin trincá, que diría El Beni—, una cinta con su toque antiguo, sus trémolos irrepetibles y sus magníficas ligazones, grabado en las partículas de hierro de una vieja cinta casete. Coba del nueve. Le llamaron "El brujo de la guitarra", por algo fue. Así lo definió un coetáneo suyo, Fernando el de Triana, en ése libro "grande y muy bonito", al que su hija se refiere en el transcurso de la entrevista; libro, por cierto, que tan sólo le dedica siete raquíticos renglones a su figura, muy escasos, escasísimos para la dimensión artística del jerezano (2).
Recientemente, Carlos Martín, ha compartido una interesante entrada sobre Javier Molina, en la que se puede oír su toque y leer sus andanzas por los cafés cantantes gaditanos, en El Arqueólogo Musical.
Ahora la entrevista. Disfrútenla. Que hace una mañana de categoría y la marea está llenando.
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(1) BLAS VEGA, José, Vida y cante de Don Antonio Chacón, Madrid: Editorial Cinterco, 1990.
(2) EL DE TRIANA, Fernando, Arte y artistas flamencos, Madrid: Editoriales Andaluzas Unidas, 1986 (Edición facsímil de la de 1935, Pág. 157 y 230).
(2) EL DE TRIANA, Fernando, Arte y artistas flamencos, Madrid: Editoriales Andaluzas Unidas, 1986 (Edición facsímil de la de 1935, Pág. 157 y 230).