José Capinetti. Foto: Aleu Zuazo, véase La Fragua. |
José Capinetti Rodríguez. San Fernando (Cádiz), 1878—Cádiz, 1952. Tocaor. Hijo primogénito del matrimonio isleño compuesto por José Capinetti Padilla y Eloísa Rodríguez García, de cuya unión nacerían sus hermanos: Antonio, Pedro, Manuel, María, Josefa, Ana y Carmen Capinetti. Casado con María Antonia López Almagro.
Al buen investigador y exquisito aficionado al arte flamenco, Salvador Aleu Zuazo, debemos la localización de su partida de bautismo, cuya transcripción literal dice así:
"En la Iglesia Parroquial de esta ciudad de San Fernando, un veinticinco de agosto de mil ochocientos setenta y ocho, Yo, Don Ramón Herrera, coadjuntor de ella, Bautizé (sic) solemnemente á
José María, que nació el catorce del corriente, á las once de la mañana, hijo legítimo de José Capineti y de Eloisa Rodríguez, naturales de esta ciudad y casados en ella. Abuelos paternos Pedro Capineti y María Padilla; Maternos Francisco Rodríguez y Ana García; Padrinos Juan Capineti y Josefa García; testigos Manuel Romero y Juan Domínguez, y para que conste lo firmo
Ramón Herrera (rubricado)." (1)
En 1894, Capinetti figura empadronado en la calle Bravo, en su San Fernando natal, en compañía de sus padres y hermanos, en el barrio de Las Siete Revueltas, territorio en el que, en diferentes épocas dio cobijo a otros flamencos, tales como, Luisa Fernández, La Monona, Cristobalina, Mariquita o Alvarito de la Isla:
Padrón de 1894. AHMSF |
Mandadero en aquellos evocadores candrays de sal, que dibujaban una preciosa Isla, en cuyos caños navegaban panzudas embarcaciones de vela latina, en el muelle del Zaporito, es la profesión primera de Capinetti, que le supone Aleu Zuazo, vía la información oral de su sobrino.
"Ya era mayor —sin que podamos precisar la edad— y aspirando a una mejor calidad de vida, decidió irse a Cádiz donde residían algunos parientes que lo habían precedido en esta determinación. Se quedaría para siempre en la capital, donde se hizo el gran artista del que se tiene conocimiento". —decía Aleu Zuazo— (2)
Foto: Movellán |
Partiendo de la planilla del padrón gaditano del año 1905 y considerando que en este documento era preceptivo consignar el tiempo en el que llevaba habitando en la ciudad, en el cual se manuscriben nueve años como "Tiempo de residencia en Cádiz", podemos calcular, con cierta precisión y contestar así a la duda de Aleu Zuazo, que debió ser hacia 1896, en pleno conflicto con la Guerra de Cuba, cuando la familia trasladó su residencia a Cádiz, al barrio de Santa María, concretamente al piso segundo del número 25 de la calle de la Botica:
José Capinetti en un retrato de estudio. Foto: Antonio Barberán. |
Capinetti está considerado, de manera bastante consensuada, discípulo y continuador de la escuela guitarrística del Maestro Patiño, vía (entre otros de) Manuel Pérez el Pollo. Lo cual es evidente por la fecha en la que se instala en Cádiz (1896). Si bien, Patiño falleció en 1902 —y seguramente en fecha próxima el Maestro Tapias, también—, los eslabones transmisores de su vieja escuela de toque continuaban en activo, a través de El Pollo, de Juan Gandulla Habichuela, de Manolo el Pintor o de Manuel Ramírez. Aun en el caso de ser totalmente autodidacta, como así declara a la prensa en una entrevista que enseguida conoceremos, es imposible no recibir influencias de la estética del toque de la ciudad y del barrio en el que Capinetti reside, donde se concentraba entonces una de las escuelas más fructíferas y preclaras de la guitarra flamenca.
Se puede ser alumno sin banca; estudiante sin pizarra; aprendiz sin matrícula...: observando y "mangando" falsetas de tu alrededor —Ramón Montoya se cuidaba de no exhibirlas ante precoces guitarristas de buen oído, para así retrasar el inevitable "robo" de sus bellas y depuradas falsetas—, de rasgueos y acordes imposibles, a través de infinidad de juergas, por las ventas, y el campus universitario de los cuartos y reservados.
Cádiz. Tres escuelas de toque juntas: Ramón Montoya, Niño Ricardo y José Capinetti. Fondo de Ramón Grosso. Biblioteca de Temas Gaditanos |
José Capinetti alternó con todos los artistas de Cádiz de la primera mitad del siglo XX, de su comarca artística, siendo el tocaor preferido de muchos cantaores, entre otros, de Aurelio Sellés y de Pericón de Cádiz. Pese a la gran cantidad de discípulos que le ha otorgado la tradición oral, las clases de guitarra las impartía con cuentagotas, dependiendo del concepto que él mismo tuviese de quien las solicitaba. Uno de ellos, aunque por muy poco tiempo, pues apenas recibió clases suyas, fue Eugenio Salas el Niño de Los Rizos. En una de las distintas entrevistas personales que le hicimos a Eugenio, nos contó que Capinetti llegó a decirle en una ocasión:
El Niño de los Rizos en Rito y Geografía del cante flamenco, TV |
"—Eugenio: te vas a tirar toda la vida diciendo que quieres dar clases conmigo y cuando te decidas voy a estar ya en el otro barrio."
Chano Lobato, que alcanzó de pleno a José Capinetti, corroboró la transmisión de su escuela en las manos de El Niño de los Rizos:
"—Ese chiquillo (se refiere Chano a Eugenio, cuando contrajo una enfermedad en las manos que ya le impedían tocar) ha sido de pena. Qué pena. Hay que ver que manera de colocarse la guitarra, qué planta de tocaor. Que pena. Es verdad. Tenía los aires de Capinetti..." (3)
La propia declaración de Capinetti hablaba de su "escapada" artística a aquel Madrid tan flamenco de 1910. Los periódicos, bastante más certeros que la memoria, testimonian su paso por la Villa y Corte entre 1913 y 1914 —mostradas en su día por Antonio Barberán— concretamente en el célebre Café de las Veneras, y en el Concert Madrileño, en compañía de Francisco Niño Martínez, Ideal Gaona y Gloria la Cordobesa; el también tocaor Joaquín Rodríguez y el popular cantaor, Antonio Pozo el Mochuelo:
Eco Artístico, 25 de agosto de 1913. |
Inventario de artistas por orden alfabético. Eco Artístico, 5 de septiembre de 1913. |
Eco Artístico, 15 de septiembre de 1913. |
Eco Artístico, 25 de enero de 1914. |
En 1920, en un espectáculo 'culto y moral', estuvo Capinetti contratado en el Café Alhambra, de Cádiz, en donde alternó con los cantaores Manolita Dominguez y Triana, cuyas actuaciones dejaron "estela" hemerográfica en El Noticiero Gaditano, a través de un crítico, que rubricaba sus textos bajo el seudónimo "UNO":
El Noticiero Gaditano, 7 de agosto de 1920. |
El Noticiero Gaditano, 12 de agosto de 1920. |
El Noticiero Gaditano, 9 de agosto de 1920. |
El Noticiero Gaditano, 12 de agosto de 1920. |
El Noticiero Gaditano, 11 de septiembre de 1920. |
En 1922, el año del Concurso de Granada y del Concierto Flamenco de Cádiz de la Academia Santa Cecilia, hallamos a Capinetti contratado en el Kursaal Gaditano: en actuaciones flamencas y de variedades:
El Noticiero Gaditano, 27 de noviembre de 1922. |
Dos años más tarde, en 1924, serán las tablas del, entonces, primer coliseo de Cádiz, Teatro Principal, las que conocerán las actuaciones de Capinetti con Aurelio Sellés, Pilar Calvo y Dora la Cordobesita —como nos contó en su momento Pérez Merinero—. La prensa luego elogiaría su actuación: "...destacó la magnífica actuación del tocaor de guitarra Capineti":
El Noticiero Gaditano, 4 de diciembre de 1924. |
En mayo de 1925 se inauguraba la Tienda de Los Gallos, en la Cruz Verde. Toda la gitanería de habano y manzanilla, de toreros, flamencos, banderilleros, galleros, exportadores y personalidades de los sonidos negros se condensaban en el vestíbulo viñero. La gacetilla es simpática y desenfada (4):
El Noticiero Gaditano, 15 de mayo de 1925. |
En diciembre de 1925, nuevamente en la Tienda de Los Gallos se produjo un encuentro memorable, de esa estampa pasada, que entroncaba el histórico binomio, tauroflamenco, tan enraizado en la capital desde tiempos pretéritos. Se produjo una reunión de cabales, para agasajar a Manuel Báez el Litri, con el diestro Sebastián Suárez "Chanito" —que sabía cantar y simultaneaba sus actividades taurinas con el arte flamenco—; Antonio Ortiz Camacho, famosísimo exportador de gallos; Antonio Jiménez el Mellizo, hijo de Enrique el Mellizo; José Vara Varita, Aurelio Sellés y José Capinetti (a quien el inexperto periodista le cambian el nombre por Francisco):
El Noticiero Gaditano, 11 de diciembre de 1925. |
En 1926 —según puso de manifiesto David Pérez Merinero— Capinetti (Capinetry, sic) acompañó a Manolo Caracol en Valencia:
La Correspondencia de Valencia, 17 de marzo de 1926. Fuente: Papeles Flamencos |
La Correspondencia de Valencia, 22 de marzo de 1926.Fuente: Papeles Flamencos |
LA FAMILIA CAPINETTI ENTRA EN CONFLICTO.
Ése podría ser el título de lo que sigue. En noviembre de 1925, el guitarrista es atendido en el Hospital de la Misericordia, de una herida frontal. ¿Se trata de la puñalada que le dio el tocaor gaditano Manolo el Pintor, que nos contó Aurelio?:
El Noticiero Gaditano, 3 de noviembre de 1925. |
El 30 de mayo de 1929 fue inaugurado el último coso taurino que tuvo Cádiz. Ése mismo año, su hermano, Manuel Capinetti sufrió una fractura severa del peroné al intentar escalar la pared del coso, que tenía una altura bastante considerable:
El Noticiero Gaditano, 21 de octubre de 1929. |
En 1930, es su hermana Josefa Capinetti quien tiene problemas de convivencia con algunos vecinos del barrio de Santa María, en donde ella reside:
El Noticiero Gaditano, 30 de agosto de 1930. |
Problemas que persisten al año siguiente y vuelve a presentar denuncia en calidad de "casera", de la casa número 12 de Santo Domingo:
El Noticiero Gaditano, 11 de junio de 1931. |
En 1930, según el rastreo de Ángeles Cruzado, José Capinetti actuó en Jerez, en la finca 'El Majuelo' de Domecq, "en una fiesta en la que se habló durante mucho tiempo", junto a Isabelita de Jerez, Pepe Durán el Tordo, Rosa Durán, Aurelio Sellés, Luisa Requejo, La Pompi, El Gloria y Manuel Torre.
El apellido italiano —como en el caso de Capinetti— es algo muy propio y común en el ámbito de la Bahía gaditana, en donde abundan los apellidos de italiana ascendencia, mayormente de origen genovés, a partir de su nutrida colonia: Lasquetti, Scapachini, Sopranis, Benbenutti, Parodi, Fopiani, Rossety, Fedriani, Fossati, Amiguetti, Bonmatti, Cirici, Pettenghi... No obstante, su apellido era frecuentemente confundido y coloquialmente "gaditanizado" como 'Capinete' (Pericón le llamaba así; y así figura en el padrón arriba mostrado de 1905); 'Capinetry' o 'Caprinete', como lo describe el periodista de El Noticiero, con motivo de una actuación en el Teatro de las Cortes de La Isla, en 1932, precisamente con Pericón de Cádiz que venía de ser la sensación en el Olimpia de Sevilla, en comandita con El Niño de la Huerta:
El Noticiero Gaditano, 10 de marzo de 1932. |
Tras la Guerra Civil, José Capinetti —a quien, según los informes confidenciales de la Jefatura del Servicio Nacional de Seguridad, franquista, apodaban "El Gitano"— se ve envuelto en un peligrosísimo Consejo de Guerra, en Sevilla, con la amenazadora sombra de Queipo de Llano y en una época en la que los juicios no ofrecían la más mínima garantía procesal sobe la población civil. Capinetti es llamado a declarar junto al cantaor Pepe el Limpio y al tocaor El Niño de Huelva, por estar en el momento inadecuado, en el sitio inadecuado: una juerga de señoritos en El Pasaje de la Europa, en donde, supuestamente, se profirieron gritos de ¡Viva Largo Caballero! Verlo en fardos anteriores, aquí y aquí.
Eso ocurría un 12 de octubre, día de la Hispanidad, de 1938. Un año después, Capinetti forma parte de un elenco artístico, adulterado, muy propio de la posguerra; pasillos teatrales con una nómina de folklóricas que encandilaban al régimen, en el cual tenía cabida un reducto de cantaores flamencos, como Niño Medina, Niño de Fregenal y el bailaor Paco Senra, según informa el periódico Azul, órgano de la Falange Española de la JONS, el 3 de marzo de 1939:
Azul, 3 de marzo de 1939. |
En 1940 y en la línea propagandística del régimen, organizada por la Alta Comisaría de España en Marruecos y el Ateneo de Cádiz, formó parte, junto al bailaor El Chino, el cantaor El Troni, el tocaor Servando Roa y varios miembros de los Jinetos, del espectáculo teatral Solera de Cádiz, estampa de sainete original de Rafael García, cuya dirección artística estuvo a cargo de Joaquín Quintero, encarnando José Capinetti el papel de "Don Antonio". En el verano de 1947 inauguró la temporada en El Cortijo de Los Rosales, acompañando a Pericón de Cádiz.
Año 1940. |
Su gran maestría en el acompañamiento para el cante se lo facilitó —sin duda— el mero hecho de saber cantar. En ese sentido, hay unanimidad de criterios, a la hora de valorar las cualidades tocaoras (y cantaoras) de José Capinetti. Veamos algunas opiniones autorizadas sobre su maestría guitarrística, entre artistas coetáneos e investigadores:
GALERÍA DE OPINIONES.
Aurelio Sellés: "(...) Capinetti tocaba mejor que todos... (...) Capinetti era muy buen tocador. (...) Les voy a decir a ustedes lo que le hacía un hermano de Pepón, uno que había aquí. Este hombre venía en busca de un tocaor que había en Cádiz que se llamaba Manolo el Pintor, que le pegó una puñalá a Capinetti, por celos de guitarra." (5)
Pericón de Cádiz: "Capinetti era un tocaor que había en Cádiz que tocaba por soleá como yo no h´escuchao a nadie, con un aire suyo y unas cosas... y luego cantaba con voz de falsete que daba miedo, la malagueña doble del Mellizo l´hacía de una forma preciosa y emocionaba oírlo con aquella voz y el sentimiento que ponía. (...) Y cuando tocaba tenía muchas cosas del maestro Patiño (...) Y Capinetti hacía muchas cosas suyas, con un compás y una medía bárbara. Aurelio no quería cantar con nadie más que con él, y ca vez que tenía que salir cantando con otro l´entraba una cosa mala; allí en Cádiz siempre con Capinetti, y cuando iba a Córdoba, a Jerez o a algún sitio dé´sos, se llevaba a Capinetti pa que le tocara... (...) Y como Capinetti no vivía más que pa la guitarra, siempre pensando en la guitarra, algunas veces pasaban cosas...
Me acuerdo de una noche que estábamos en La Privaílla, un bailaor que le decían El Chino, Capinetti y yo, los tres caninos, sin un duro en el bolsillo; cuatro o cinco días sin ná de ná... Y allá a las doce y media, que ya Antonio tenía el candao encima el mostrador pa cerrar, el teléfono que suena... Deja Antonio el candao, se va p´al teléfono, lo coge:
—Sí, sí, aquí es La Privaílla... ¿Capinetti?... Sí, aquí está, y Pericón, y el Chino... sí, señor; aquí están los tres.
Se viene pa nosotros y le dice a Capinetti:
—Anda, ponte al aparato, que es pa una juerga. Se pone Capinetti al aparato y le sentimos decir:
—Bueno, ahora mismito vamos p´allá los tres. Suelta el aparato, se viene pa fuera, el dueño coge el candao, cierra La Privaílla, salimos los tres por la calle Benjumeda p´abajo, y cuando ya íbamos cerca de la calle Soledad, Capinetti que se para, pone la guitarra en el suelo y dice:
—Esperarse un momento, esperarse un momento, porque no sé yo adónde vamos ni quién me ha llamao.
—Pero, hombre, ¿tú no has estao hablando por teléfono?
—Sí, pero se me ha olvidao de preguntarle que quién era y pa dónde era.
—Pero, hombre, ¡si eso no se le ocurre en el mundo a nadie más que a ti!...
Y nos hizo pasar el berrenchín más grande del mundo. Cogimos y empezamos a llamar a un sitio y a otro, pero en ningún lao había fiesta, y perdimos la fiesta por mor de Capinetti, por no coger el recao bien, por no preguntarle: Oiga usté, ¿adónde vamos y quién nos llama? Ná, no le preguntó ná, y perdimos la fiesta después de cuatro o cinco días sin ganar una peseta, tos caninos.
Y es que era un hombre que no vivía más que pa la guitarra, un fenómeno de la guitarra, pero en lo demás...
En muchas de las fiestas que estaba con Aurelio, si Aurelio no conocía al señorito, pa sonsacarlo y sacarle cuarenta en vez de veinte, le sacaba una conversación mentira y le decía:
—Pues mire usté: no hace cuatro días que ha estado yo en Córdoba, me llamó don fulano de tal, y habemos estao allí, en el cortijo, dos días, que por cierto s´ha portao mu bien con nosotros, pero bien de verdá, y nos dio un dinerito mu bueno (y le ponía un dinero equis pa que el señorito recogiera la onda) Pero como Capinetti estuviera allí al lao y escuchara aquello, enseguía saltaba:
—Tú no estás bien de la cabeza, Aurelio. Si hace por lo menos tres meses que no vamos a Córdoba...
Y si Aurelio le metía el pie por debajo la mesa pa que rectificara, le decía:
—Aurelio, estate quieto, hombre, y no me pises más, que m´estás manchando los zapatos y los pantalones.
Y lo hacía por su corazón; vamos, que le salía así, sin querer hacer gracia, ni daño, ni ná.
Un caso." (6)
Ramón Montoya (con motivo de una visita que hizo a Cádiz, en la que un hermano de Manolo Vargas, le pidió recomendación para aprender a tocar): "Mira, si te quiere enseñar a tocar la guitarra, aquí hay uno que te puede enseñar a tocar la guitarra; no es gran cosa, pero to lo que hace lo hace mu bien hecho, mu cortito, pero mu bien hecho; porque no tiene brazos, tiene el brazo corto...
—¿Quién es?
—Capinetti." (7)
Salvador Aleu Zuazo: "El que Capineti acompañara tan compenetrado con el cante, tan a compás, era una consecuencia natural de sus cualidades también como cantaor, faceta que ponía de relieve en raras ocasiones". (8)
El Chato de la Isla: "José Capineti era un hombre muy formá, siempre serio. En su tiempo era el más destacao de los tocaores de por aquí. Y la prueba está en que le tocaba a Aurelio en casi toas las ocasiones que er maestro cantaba. Y esto es aparte...; A mí me gustaría que las personas que piensan que el flamenco no es una cosa seria hubieran conocío a estos dos hombres, porque no cabía formalidad más grande. Y conste que no eran los únicos que como Aurelio y Capinetti, con señorío y fundamento, había mucha más gente. Me´stoy refiriendo a los artistas. Lo que pasaba que como ellos eran mayores pues esas cualidades sobresalían más que en los que comenzábamos. (...)
Y volviendo a Capinetti, más tarde llegó a Cádiz un chavalito que se llamaba Rafael de Jerez y nosotros le decíamos El Lápiz, porque era muy dergao, y tocaba extraordinariamente. A este también le echó mano Aurelio pa que le tocara y, ya, alternaban los dos, Capineti y Rafaelito, a la hora de acompañá ar maestro.
José Capineti a mí me tocó en varias ocasiones. Y si tengo tan presente lo de su forma de sé, es porque su sobrino, Antonio Capineti, de la Isla, tocaor también, y amigo mío de siempre, que m´acompañao miles de veces, tiene un carácter que me recuerda muchísimo a su tío.
Dos buenas personas José y Antonio Capineti." (9)
Chano Lobato: "Aurelio llevaba muchas veces a Capinetti a Jerez, ¿comprendes? Porque Aurelio iba muchísimo a Jerez y siempre se llevaba de guitarrista a Capinetti. Seguramente, nada tiene de particular que Capinetti les pusiera cantes, porque tenía noción de las cosas del Mellizo porque lo alcanzó, aunque no le tocó. Cuando iba a Jerez, pues claro, toa esas cositas así pues eso se lo enseñaba también a ellos. Muchas cosas del Mellizo vinieron a relucir por Capinetti, que tenía noción de eso (...)" (10)
Fernando Quiñones: "Por su parte, el consumado José Capinetti Rodríguez, desaparecido a avanzada edad y sobre los años cincuenta, gustaba de los motivos ornamentales 'largos' y poderosos, de la elocuencia del instrumento, y ligaba o encadenaba sus variaciones, llevando el papel de la guitarra a un plano con tanta voluntad de realce como la del cantaor mismo, a quien no se conformaba con servir a secas. Capinetti tocó por alegrías en la vivaz 'manera' de caracoles con que la mayoría de los guitarristas las ejecutan hoy, y fue acompañante de Aurelio Sellé durante varias décadas". (11)
José Blas Vega: "José Capinetti Rodríguez siempre estuvo muy ligado a la vida artística de Aurelio de Cádiz. Continuador de la escuela del gran Patiño, era guitarrísticamente corto, con poca pulsación, pero tocaba muy rancio y muy bien los cantes de Cádiz. A la torpeza de su mano derecha se imponía la izquierda, muy airosa y perfecta en el ligado de las notas. Dotado del compás y del conocimiento del cante, puesto que sabía cantar, se convirtió en el preferido de los cantaores gaditanos." (12)
Antonio Menéndez Capinetti (sobrino de José Capinetti): "Mi tío sonaba distinto a todos los demás." (13)
Paquito de la Isla: "Tocaba por soleá y alegrías mejor que nadie." (14)
José Manuel Gamboa: "José Capinetti, que acompañando a Aurelio Sellés, para adaptarse a su tono, acabó por imponer el toque por alegrías en acorde de Do mayor. Esto aires han llegado hasta nosotros..." (15)
Ramón Vélez: "Esta venta (se refiere a la Venta la Palma) estaba en Puertatierra, al lado del Campo de fútbol y de la Plaza de Toros, ya desaparecidos desde hace mucho tiempo, el campo, se llamaba El Mirandilla, allí iban otros artistas como Pericón, Antonio el Herrero, el Peste, Capinetti, y Miguel Borrull, unos eran cantaores, y otros eran guitarristas; y El Chino y yo, bailaores; ésa noche me puse mis botas de bailar y mi traje, que por cierto me lo compré en El Rastro de Madrid, me acuerdo muy bien, por que el cachondo de Beni, me decía que el traje era de un muerto, y encima se reía todo lo que quería. (...) Yo metí en la fiesta a Pericón y Capinetti, el guitarrista, empezó la guitarra a tocar por bulerías y Pericón a cantar, y cuando voy hacer el segundo desplante, me dice el señor, que parara, le dije que iba a terminar el final de las bulerías, y me dijo que no, que ya habían pasado los diez minutos, bueno yo me senté en la silla, Pericón y el guitarrista se miraron muy extrañados, y estuvimos hablando de otras cosas con los señores, tomamos una copita y una tapa, y cuando pasó un rato, le dije que nos teníamos que ir, por si venía otro señor a la venta. El hombre sacó el dinero y me dio mis doscientas pesetas, pero como yo veía que no sacaba más dinero, le dije que por favor les pagara a mis compañeros, y me quedé frío, cuando me dijo, que a ellos les tenía que pagar yo, me quede de mármol, Pericón y el guitarrista, estaban extrañadísimos, en aquel tiempo, todo Cádiz, sabía que Pericón, era un buen cantaor, no lo sabría o se estaba haciendo el tonto... (...) Me salí del cuarto muy cabreado y detrás de mí Pericón, y Capinetti, y como Pericón, tenía esas salidas, con tanta gracia me dice: ¡Ramoncito, ese tío, te ha tomado por un fontanero! Se nos pasó el cabreo que teníamos y repartimos las doscientas pesetas, para los tres; eran setenta pesetas, para cada uno, pero con setenta pesetas se compraban cosas en aquella época, porque los jornales eran muy bajos." (16)
Ricardo Moreno Criado: "Cuando en el año 1922, durante los meses de verano, el Balneario 'Reina Victoria' y la 'Venta Guerrero', decidieron en beneficio de sus clientes, implantar la actuación de artistas en sus salones, el restaurante Vista Hermosa no quiso ser menos en todo lo que fuera poder ofrecer un mayor aliciente a su numerosa clientela, contratando a la notable artista del cante flamenco, Luisa Requejo y al tocaor Antonio (sic) Capinetti, para que actuaran en dicho local, durante los sábados y domingos." (17)
GALERÍA DE OPINIONES.
Aurelio Sellés: "(...) Capinetti tocaba mejor que todos... (...) Capinetti era muy buen tocador. (...) Les voy a decir a ustedes lo que le hacía un hermano de Pepón, uno que había aquí. Este hombre venía en busca de un tocaor que había en Cádiz que se llamaba Manolo el Pintor, que le pegó una puñalá a Capinetti, por celos de guitarra." (5)
Pericón de Cádiz: "Capinetti era un tocaor que había en Cádiz que tocaba por soleá como yo no h´escuchao a nadie, con un aire suyo y unas cosas... y luego cantaba con voz de falsete que daba miedo, la malagueña doble del Mellizo l´hacía de una forma preciosa y emocionaba oírlo con aquella voz y el sentimiento que ponía. (...) Y cuando tocaba tenía muchas cosas del maestro Patiño (...) Y Capinetti hacía muchas cosas suyas, con un compás y una medía bárbara. Aurelio no quería cantar con nadie más que con él, y ca vez que tenía que salir cantando con otro l´entraba una cosa mala; allí en Cádiz siempre con Capinetti, y cuando iba a Córdoba, a Jerez o a algún sitio dé´sos, se llevaba a Capinetti pa que le tocara... (...) Y como Capinetti no vivía más que pa la guitarra, siempre pensando en la guitarra, algunas veces pasaban cosas...
Me acuerdo de una noche que estábamos en La Privaílla, un bailaor que le decían El Chino, Capinetti y yo, los tres caninos, sin un duro en el bolsillo; cuatro o cinco días sin ná de ná... Y allá a las doce y media, que ya Antonio tenía el candao encima el mostrador pa cerrar, el teléfono que suena... Deja Antonio el candao, se va p´al teléfono, lo coge:
—Sí, sí, aquí es La Privaílla... ¿Capinetti?... Sí, aquí está, y Pericón, y el Chino... sí, señor; aquí están los tres.
Se viene pa nosotros y le dice a Capinetti:
—Anda, ponte al aparato, que es pa una juerga. Se pone Capinetti al aparato y le sentimos decir:
—Bueno, ahora mismito vamos p´allá los tres. Suelta el aparato, se viene pa fuera, el dueño coge el candao, cierra La Privaílla, salimos los tres por la calle Benjumeda p´abajo, y cuando ya íbamos cerca de la calle Soledad, Capinetti que se para, pone la guitarra en el suelo y dice:
—Esperarse un momento, esperarse un momento, porque no sé yo adónde vamos ni quién me ha llamao.
—Pero, hombre, ¿tú no has estao hablando por teléfono?
—Sí, pero se me ha olvidao de preguntarle que quién era y pa dónde era.
—Pero, hombre, ¡si eso no se le ocurre en el mundo a nadie más que a ti!...
Y nos hizo pasar el berrenchín más grande del mundo. Cogimos y empezamos a llamar a un sitio y a otro, pero en ningún lao había fiesta, y perdimos la fiesta por mor de Capinetti, por no coger el recao bien, por no preguntarle: Oiga usté, ¿adónde vamos y quién nos llama? Ná, no le preguntó ná, y perdimos la fiesta después de cuatro o cinco días sin ganar una peseta, tos caninos.
Y es que era un hombre que no vivía más que pa la guitarra, un fenómeno de la guitarra, pero en lo demás...
En muchas de las fiestas que estaba con Aurelio, si Aurelio no conocía al señorito, pa sonsacarlo y sacarle cuarenta en vez de veinte, le sacaba una conversación mentira y le decía:
—Pues mire usté: no hace cuatro días que ha estado yo en Córdoba, me llamó don fulano de tal, y habemos estao allí, en el cortijo, dos días, que por cierto s´ha portao mu bien con nosotros, pero bien de verdá, y nos dio un dinerito mu bueno (y le ponía un dinero equis pa que el señorito recogiera la onda) Pero como Capinetti estuviera allí al lao y escuchara aquello, enseguía saltaba:
—Tú no estás bien de la cabeza, Aurelio. Si hace por lo menos tres meses que no vamos a Córdoba...
Y si Aurelio le metía el pie por debajo la mesa pa que rectificara, le decía:
—Aurelio, estate quieto, hombre, y no me pises más, que m´estás manchando los zapatos y los pantalones.
Y lo hacía por su corazón; vamos, que le salía así, sin querer hacer gracia, ni daño, ni ná.
Un caso." (6)
Ramón Montoya (con motivo de una visita que hizo a Cádiz, en la que un hermano de Manolo Vargas, le pidió recomendación para aprender a tocar): "Mira, si te quiere enseñar a tocar la guitarra, aquí hay uno que te puede enseñar a tocar la guitarra; no es gran cosa, pero to lo que hace lo hace mu bien hecho, mu cortito, pero mu bien hecho; porque no tiene brazos, tiene el brazo corto...
—¿Quién es?
—Capinetti." (7)
Salvador Aleu Zuazo: "El que Capineti acompañara tan compenetrado con el cante, tan a compás, era una consecuencia natural de sus cualidades también como cantaor, faceta que ponía de relieve en raras ocasiones". (8)
El Chato de la Isla: "José Capineti era un hombre muy formá, siempre serio. En su tiempo era el más destacao de los tocaores de por aquí. Y la prueba está en que le tocaba a Aurelio en casi toas las ocasiones que er maestro cantaba. Y esto es aparte...; A mí me gustaría que las personas que piensan que el flamenco no es una cosa seria hubieran conocío a estos dos hombres, porque no cabía formalidad más grande. Y conste que no eran los únicos que como Aurelio y Capinetti, con señorío y fundamento, había mucha más gente. Me´stoy refiriendo a los artistas. Lo que pasaba que como ellos eran mayores pues esas cualidades sobresalían más que en los que comenzábamos. (...)
Y volviendo a Capinetti, más tarde llegó a Cádiz un chavalito que se llamaba Rafael de Jerez y nosotros le decíamos El Lápiz, porque era muy dergao, y tocaba extraordinariamente. A este también le echó mano Aurelio pa que le tocara y, ya, alternaban los dos, Capineti y Rafaelito, a la hora de acompañá ar maestro.
Su sobrino, Antonio Capinetti en el homenaje al tocaor Manuel Fantova, Cojo la Leta, efectuado en 1973 |
Dos buenas personas José y Antonio Capineti." (9)
Chano Lobato: "Aurelio llevaba muchas veces a Capinetti a Jerez, ¿comprendes? Porque Aurelio iba muchísimo a Jerez y siempre se llevaba de guitarrista a Capinetti. Seguramente, nada tiene de particular que Capinetti les pusiera cantes, porque tenía noción de las cosas del Mellizo porque lo alcanzó, aunque no le tocó. Cuando iba a Jerez, pues claro, toa esas cositas así pues eso se lo enseñaba también a ellos. Muchas cosas del Mellizo vinieron a relucir por Capinetti, que tenía noción de eso (...)" (10)
Fernando Quiñones: "Por su parte, el consumado José Capinetti Rodríguez, desaparecido a avanzada edad y sobre los años cincuenta, gustaba de los motivos ornamentales 'largos' y poderosos, de la elocuencia del instrumento, y ligaba o encadenaba sus variaciones, llevando el papel de la guitarra a un plano con tanta voluntad de realce como la del cantaor mismo, a quien no se conformaba con servir a secas. Capinetti tocó por alegrías en la vivaz 'manera' de caracoles con que la mayoría de los guitarristas las ejecutan hoy, y fue acompañante de Aurelio Sellé durante varias décadas". (11)
José Blas Vega: "José Capinetti Rodríguez siempre estuvo muy ligado a la vida artística de Aurelio de Cádiz. Continuador de la escuela del gran Patiño, era guitarrísticamente corto, con poca pulsación, pero tocaba muy rancio y muy bien los cantes de Cádiz. A la torpeza de su mano derecha se imponía la izquierda, muy airosa y perfecta en el ligado de las notas. Dotado del compás y del conocimiento del cante, puesto que sabía cantar, se convirtió en el preferido de los cantaores gaditanos." (12)
Antonio Menéndez Capinetti (sobrino de José Capinetti): "Mi tío sonaba distinto a todos los demás." (13)
Paquito de la Isla: "Tocaba por soleá y alegrías mejor que nadie." (14)
José Manuel Gamboa: "José Capinetti, que acompañando a Aurelio Sellés, para adaptarse a su tono, acabó por imponer el toque por alegrías en acorde de Do mayor. Esto aires han llegado hasta nosotros..." (15)
Ramón Vélez: "Esta venta (se refiere a la Venta la Palma) estaba en Puertatierra, al lado del Campo de fútbol y de la Plaza de Toros, ya desaparecidos desde hace mucho tiempo, el campo, se llamaba El Mirandilla, allí iban otros artistas como Pericón, Antonio el Herrero, el Peste, Capinetti, y Miguel Borrull, unos eran cantaores, y otros eran guitarristas; y El Chino y yo, bailaores; ésa noche me puse mis botas de bailar y mi traje, que por cierto me lo compré en El Rastro de Madrid, me acuerdo muy bien, por que el cachondo de Beni, me decía que el traje era de un muerto, y encima se reía todo lo que quería. (...) Yo metí en la fiesta a Pericón y Capinetti, el guitarrista, empezó la guitarra a tocar por bulerías y Pericón a cantar, y cuando voy hacer el segundo desplante, me dice el señor, que parara, le dije que iba a terminar el final de las bulerías, y me dijo que no, que ya habían pasado los diez minutos, bueno yo me senté en la silla, Pericón y el guitarrista se miraron muy extrañados, y estuvimos hablando de otras cosas con los señores, tomamos una copita y una tapa, y cuando pasó un rato, le dije que nos teníamos que ir, por si venía otro señor a la venta. El hombre sacó el dinero y me dio mis doscientas pesetas, pero como yo veía que no sacaba más dinero, le dije que por favor les pagara a mis compañeros, y me quedé frío, cuando me dijo, que a ellos les tenía que pagar yo, me quede de mármol, Pericón y el guitarrista, estaban extrañadísimos, en aquel tiempo, todo Cádiz, sabía que Pericón, era un buen cantaor, no lo sabría o se estaba haciendo el tonto... (...) Me salí del cuarto muy cabreado y detrás de mí Pericón, y Capinetti, y como Pericón, tenía esas salidas, con tanta gracia me dice: ¡Ramoncito, ese tío, te ha tomado por un fontanero! Se nos pasó el cabreo que teníamos y repartimos las doscientas pesetas, para los tres; eran setenta pesetas, para cada uno, pero con setenta pesetas se compraban cosas en aquella época, porque los jornales eran muy bajos." (16)
Venta la Palma. Capinetti, Rociana, Antonio el Herrero, El Ruiseñor y Ramón Vélez. |
Ricardo Moreno Criado: "Cuando en el año 1922, durante los meses de verano, el Balneario 'Reina Victoria' y la 'Venta Guerrero', decidieron en beneficio de sus clientes, implantar la actuación de artistas en sus salones, el restaurante Vista Hermosa no quiso ser menos en todo lo que fuera poder ofrecer un mayor aliciente a su numerosa clientela, contratando a la notable artista del cante flamenco, Luisa Requejo y al tocaor Antonio (sic) Capinetti, para que actuaran en dicho local, durante los sábados y domingos." (17)
Manuel Morao: "Capinetti era el que conocía verdaderamente la malagueña del Mellizo. Y como los artistas como nosotros, que hemos vivido aquella época, lo único que sabemos es de cante, pues hablamos de nuestra música, como aficionados, y decía Capinetti que Aurelio, adoptó la malagueña del Mellizo que resultaba muy bien pero que era otra cosa. Capinetti que conocía también la malagueña grande del Mellizo nos la tatareaba a nosotros." (18)
Hace algunos años, compartí gustosamente, en los comentarios del blog de mi compañero y amigo Antonio Barberán, una entrevista suya en prensa, en La Voz del Sur, que habíamos localizado. Hoy la subimos íntegra y la transcribimos para una mejor comprensión lectora:
(1) ALEU ZUAZO, Salvador, Flamencos de la Isla en el recuerdo, San Fernando (Cádiz): Isleña de prensa, 1991 (págs. 75-78).
(2) Ibídem (pág. 76).
"Hace unos días ha
regresado de Madrid el maestro de la guitarra José Capinetti. Esto por sí sólo
es una buena noticia, pero para nuestra curiosidad —curiosidad de periodista—,
no es suficiente; vamos a charlar con él en un bar de mucho rumbo y cante de Cádiz.
En la "Privadilla". Sorprendemos al maestro en un reservado cuando
está haciendo un estudio, y entre copas de vino, coplas, y sones de guitarra
que nos llegan de fuera, transcurre la conversación.
—¿Dónde nació usted,
Capinetti?
—Soy de San Fernando, pero he vivido siempre en esta bendita tierra
de Cádiz.
—¿Edad?
—73 bien cumplíos.
—¿Para qué personajes célebres ha
tocado usted?
—Han sido muchos, muchos, pero yo tengo muy mala memoria y no me
acuerdo de todos. Entre ellos he tocado para don Miguel Primo de Rivera, que
era un flamenco de los buenos y no digamos nada de Don Jacinto Benavente.
—¿Cómo, a don Jacinto le gusta el flamenco?
—¿Que si le gusta...? ¡Usted qué
sabe, hombre! le gusta más que a los niños la leche!
—¿Desde cuándo toca usted?
—Desde pequeño, pero para el público, desde los 22 años.
—¿Cómo se inició en
el arte?
—Cuando mi madre me compró una guitarra, me gustaba mucho, tenía
mucha afición, pero al poco tiempo me aburría y la vendía. No tuve nunca ningún
profesor, aprendí con mi propio esfuerzo a tocarla. Entonces una guitarra valía
dos o tres duros y la primera verdaderamente buena que tuve, me costó 50
reales.
—¿La primera salida importante de Cádiz?
—A Madrid en 1910. Llegué
con 8 o 9 pesetas. Pasé muchas calamidades, pero con el tiempo logré triunfar.
—¿Ganó mucho?
—Por aquellos tiempos ganaba 15 o 20 duros diarios, pero nunca
pensé ponerme rico con el arte y ahora, ya me ve usted, que no valgo para nada,
y arruinado. Me tuve que venir de Madrid porque la vida está muy cara y gastaba
más que ganaba.
—¿La mejor época?
—Por el año 1923, entonces había afición
con "parné" y ahora la hay pero sin él.
—¿Qué me dice del arte?
—Que la época de hoy es muy diferente a la de ayer, pero se ve cada cosa...
Carmen Amaya es una cosa muy seria, y sin embargo Marchena se está echando a
perder con esos cantes tontos, y es una lástima porque Marchena sabe cantar. Lo
que no le perdono es lo que dijo en el Falla un día: "Voy a cantar una
alegría, porque soy el mejor cantaó de todos los tiempos". ¡Qué sabrá él!
Si pa cantá alegrías en Cádiz hay que pedirle permiso al público.
—¿La ciudad
más entendida en flamenco?
—Cádiz, Sevilla y Jerez; pero no he visto público
más aficionado en ningún otro sitio que en Madrid.
—¿Una anécdota?
—Por el
año veintitantos en Madrid, tuve a Montoya tres noches seguidas escuchándome
tocar en "Los Gabrieles", hasta que la última noche nos echaron a la
calle.
—¿...?
—Sí, porque era el único cuarto reservado que había y los
parroquianos se marchaban por tenerlo nosotros ocupado.
—¿Su mejor alumno?
—Baldomero Vargas
—Y Capinetti nos sigue contando cosas de su vida muy
interesante y hasta nos da algunas lecciones del buen tocar.
—Ésta guitarra —nos dice por último— el que la quiera tiene que dar por ella 5.000 duros.
La brevedad
periodística, nos imposibilita ser más extensos, pero no obstante, vamos a
lanzar una idea inspirada por algunos aficionados y admiradores de Capinetti.
Por Cádiz no ha pasado ninguna persona célebre sin oír a Capinetti. Capinetti
ha sido siempre el alma de las más grandes fiestas flamencas; hora es ya por lo
tanto de que a este mago de la guitarra le sea dado un homenaje como merece.
Muchos de sus amigos y admiradores a los que hemos interrogado a este respecto,
están de acuerdo sobre ello. Solamente falta el cerebro que se decida y dirija
este acto hasta su realización. Este homenaje debería ser enfocado en un
sentido que cubra tanto las necesidades espirituales como las materiales,
puesto que ambas son el complemento con que debe pagarse, aunque sea de una
forma insignificante, la gran deuda que el arte flamenco tiene con Capinetti.
No dudamos que esta idea será bien acogida en nombre de lo que Capinetti fue,
es y sería en este ambiente, tan andaluz, tan nuestro, y con el que se
representa a España en el mundo entero, cuando una guitarra canta, ríe o llora
en unas manos magistrales que le dan vida y comunican al mundo sus
sentimientos. Y ya lo saben: ¡A por un homenaje a Capinetti! J. SÁNCHEZ ANES"
La Voz del Sur, 24 de diciembre de 1951. |
De su entrevista, se desprenden algunas curiosidades. Destacamos la admiración de Ramón Montoya por su toque (lo cual corrobora los elogios que Montoya había proferido sobre Capinetti, según la declaración de Aurelio) y su estilo rancio, adscrito a la escuela de Patiño de Habichuela y El Pollo. La mención de su mejor alumno Baldomero Vargas posiblemente corresponda —léase con la cautela de mera hipótesis— con el guitarrista, descrito por Pericón, en sus Mil y una historias, en el capítulo El gitano Baldomero (19). Tirón de orejas para el maestro Pepe Marchena, que caía en innecesarios y vanidosos excesos, tanto en las declaraciones que hacía en sus propias grabaciones, como las que "soltaba" en directo, ante el público.
Una de sus últimas actuaciones se produjo en el verano de 1952. Enmarcado en el contexto de las fiestas veraniegas, la Comisión Mixta de
Festejos del Ayuntamiento de Cádiz, organizó el Primer Concurso Nacional de
Alegrías. Cuatro premios, de diez, cinco, tres y dos mil pesetas cada uno, se
establecieron para primero, segundo, tercero y cuarto puesto; en total: 20.000 pesetas,
una cantidad nada desdeñable para la época.
El concurso generó una enorme
expectación y al mismo se presentó el mejor plantel de cantaores que, entonces,
estaba en activo en toda la provincia gaditana, incluso con figuras ya
consagradas que "bajaron" de Madrid, en donde ya triunfaban con gran vitola,
caso de Manolo Vargas, Pericón de Cádiz o El Flecha. La primera fase
clasificatoria se desarrolló en el Teatro Andalucía, con un lleno absoluto y la
final se efectuó en el Gran Teatro Falla. El concurso fue transmitido por Radio
Nacional de España, que dispuso altavoces en tres plazas gaditanas (San Juan de
Dios, de las Flores y Mentidero), en donde se agolpó una gran cantidad de
público.
Entraron
en concurso los siguientes cantaores: Juanito de Rota, Manolo Martín, José
Muñoz Rivera, Joaquín Moreno Niño de la Cava, Encarnación la Sayago, Juan
Vargas, Antonio Díaz el Flecha, Eduardo Lozano El Carbonero, José González Niño
de la Huerta, Pericón de Cádiz, Manuel Moreno Niño de la Viña, Manolo Vargas y
Chano Lobato. Los tocaores fueron: José Capinetti, Antonio Carrasco Botita, Antonio
de Ávila y Rafael de Jerez.
El
primer premio fue para Manolo Vargas —que
declaró que “este ha sido el mayor
triunfo de mi vida”—; el segundo para
Pericón de Cádiz, el tercero para José Muñoz Rivera Barberillo de Cádiz y el
cuarto para Juan Vargas (primo hermano del vencedor y fundador de la famosa Venta de
Vargas). Curiosamente, los cuatro eran de Cádiz capital. Cerró el espectáculo
una brillante actuación de Pastora Imperio.
Cuatro meses más tarde, el 10 de diciembre de 1952, fallecería José Capinetti, asistiendo a su entierro, su inseparable compañero artístico, Aurelio Sellés y su buen amigo, el médico y erudito gaditano, Ramón Grosso, entre otras muchas personalidades. La necrológica fue publicada en Diario de Cádiz y la resumimos, al haber sido ya mostrada por Antonio Barberán en su Callejón:
"En la tarde de ayer a las cuatro, tuvo lugar el triste acto de conducir a su última morada, el cadáver del que fue nuestro estimado convecino, don José Capinetti Rodríguez, veterano y bien conocido artista de la guitarra, que gozaba de general estimación y aprecio, por sus modestas cualidades y por la popularidad que con su difícil arte, había conquistado, no sólo en Cádiz, sino fuera de nuestra región, en que era asimismo conocidísimo.
(..) A su viuda, doña María López Almagro, hermanos y demás familiares, enviamos el testimonio de nuestra condolencia."
Supuso el adiós a uno de los eslabones de la Escuela guitarrística de Cádiz y los Puertos, con sólidos conocimientos de los ecos mellizeros del siglo XIX en el que vio su primera luz.
Diccionario Gaditano de Flamenquitos Insignes (DGFI):
(I) El Niño de la Viña
(II) El Beni de Cádiz
(III) Ramón Vélez
(IV) Caracol el del Bulto
(V) Antonio Hernández
(VI) El Niño de la Isla
(VII) Fernando Quiñones
(VIII) José Capinetti
_________________________Diccionario Gaditano de Flamenquitos Insignes (DGFI):
(I) El Niño de la Viña
(II) El Beni de Cádiz
(III) Ramón Vélez
(IV) Caracol el del Bulto
(V) Antonio Hernández
(VI) El Niño de la Isla
(VII) Fernando Quiñones
(VIII) José Capinetti
(1) ALEU ZUAZO, Salvador, Flamencos de la Isla en el recuerdo, San Fernando (Cádiz): Isleña de prensa, 1991 (págs. 75-78).
(2) Ibídem (pág. 76).
(3) TÉLLEZ RUBIO, Juan José y MARQUÉS PERALES, Juan Manuel, Chano Lobato. Memorias de Cádiz, Cádiz: Diputación de Cádiz, 2003 (pág. 231).
(4) Mostrada en su momento por Antonio Barberán.
(5) BLAS VEGA, José, Conversaciones flamencas con Aurelio de Cádiz, Madrid: Librería Valle, 1978 (pág. 20).
(6) ORTIZ NUEVO José Luis, Las mil y una historias de Pericón de Cádiz, Madrid: Ediciones Demófilo, 1975 (Págs 137-141).
(7) BLAS VEGA, José, Ob. cit. págs. 93 y 94.
(8) ALEU ZUAZO, Salvador, Ob. cit. pág. 78.
(9) ALEU ZUAZO, Salvador, El Chato de la Isla, entre la vida y el cante, San Fernando (Cádiz): Ispren, 1995 (págs. 91-92).
(10) GAMBOA RODRÍGUEZ, José Manuel, Sernita de Jerez, ¡vamos a acordarnos!: la memoria cabal de su casta, Madrid: Carena, 2007 (pág. 225).
(11) QUIÑONES CHOZAS, Fernando, De Cádiz y sus cantes. Llaves de una ciudad y un folklore milenarios, Sevilla: Fundación José Manuel Lara, 2005 (pág. 227).
(12) Nota manuscrita a pie de página: BLAS VEGA, José, Ob. cit. págs. 15. Este mismo texto sobre Capinetti, se repetirá íntegro, con una ampliación insignificante, en el (DEIF): BLAS VEGA, José y RÍOS RUIZ, Manuel, Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco Tomo I, Madrid: Cinterco, 1988 (Pág. 153).
(13) ALEU ZUAZO, Salvador, Ob. cit. pág. 78.
(14) Ibídem.
(15) GAMBOA RODRÍGUEZ, José Manuel, Una historia del flamenco, Madrid: Espasa Calpe, 2005 (pág. 370).
(16) VÉLEZ GONZÁLEZ, Ramón, Mi vida contada. Un bailaor flamenco de los años cuarenta, Sevilla: Calle Ancha, 2001 (págs. 60-64).
(17) Hoja del Lunes, 5 de agosto de 1974.
(18) RODRÍGUEZ GRANDE, José María, Manuel Morao; 24 kilates, Candil, número 132, 2001.
(19) ORTIZ NUEVO José Luis, Ob. cit pág 187.
(4) Mostrada en su momento por Antonio Barberán.
(5) BLAS VEGA, José, Conversaciones flamencas con Aurelio de Cádiz, Madrid: Librería Valle, 1978 (pág. 20).
(6) ORTIZ NUEVO José Luis, Las mil y una historias de Pericón de Cádiz, Madrid: Ediciones Demófilo, 1975 (Págs 137-141).
(7) BLAS VEGA, José, Ob. cit. págs. 93 y 94.
(8) ALEU ZUAZO, Salvador, Ob. cit. pág. 78.
(9) ALEU ZUAZO, Salvador, El Chato de la Isla, entre la vida y el cante, San Fernando (Cádiz): Ispren, 1995 (págs. 91-92).
(10) GAMBOA RODRÍGUEZ, José Manuel, Sernita de Jerez, ¡vamos a acordarnos!: la memoria cabal de su casta, Madrid: Carena, 2007 (pág. 225).
(11) QUIÑONES CHOZAS, Fernando, De Cádiz y sus cantes. Llaves de una ciudad y un folklore milenarios, Sevilla: Fundación José Manuel Lara, 2005 (pág. 227).
(12) Nota manuscrita a pie de página: BLAS VEGA, José, Ob. cit. págs. 15. Este mismo texto sobre Capinetti, se repetirá íntegro, con una ampliación insignificante, en el (DEIF): BLAS VEGA, José y RÍOS RUIZ, Manuel, Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco Tomo I, Madrid: Cinterco, 1988 (Pág. 153).
(13) ALEU ZUAZO, Salvador, Ob. cit. pág. 78.
(14) Ibídem.
(15) GAMBOA RODRÍGUEZ, José Manuel, Una historia del flamenco, Madrid: Espasa Calpe, 2005 (pág. 370).
(16) VÉLEZ GONZÁLEZ, Ramón, Mi vida contada. Un bailaor flamenco de los años cuarenta, Sevilla: Calle Ancha, 2001 (págs. 60-64).
(17) Hoja del Lunes, 5 de agosto de 1974.
(18) RODRÍGUEZ GRANDE, José María, Manuel Morao; 24 kilates, Candil, número 132, 2001.
(19) ORTIZ NUEVO José Luis, Ob. cit pág 187.