"Odia al delito y compadece al delincuente", la famosa frase de Concepción Arenal lucía en el frontispicio de la Cárcel Real, vulgo Cárcel Vieja (vieja, a partir del momento en que hubo una nueva).
La Cárcel Real, considerada una de las joyas arquitectónicas del Neoclásico andaluz, fue testigo de muchas madrugadas saeteras. En un sentido y en otro. Tanto del exterior hacia el interior, como su contrario. Hasta tal punto, que no se entiende la madrugada gaditana de finales del XIX y principios del XX sin el triángulo que formaban: cárcel, plaza de toros y barrio. Tres vértices que anualmente se encontraban, unidos por una misma afición-devoción.
Plaza de toros de La Hoyanca, al lado de la Cárcel Vieja, vista desde la mar |
Fotografía: Los fardos |
1908. Hacía dos años que habían enterrado al Mellizo y las murallas de Cádiz, la murallita real, tan ligada a sus cantes, empezaba a fragmentarse, con un irrefrenable deseo colectivo de expansión. La ciudad perdía sus puertas, salvo la "de tierra", perdía la "del mar"... y los reclusos y reclusas de la Cárcel Real, como era costumbre antigua, se aferraban a la imagen del Greñuo de Santa María entonando saetas:
"Presidía el conjunto el Preste Sr. Arenillas y de vestuarios los Sres. Riquelme y Ramos, con capas y dalmáticas, cerrando la comitiva la banda de tambores y cornetas de Álava y un piquete de este Regimiento al mando del oficial D. Juan García de Casso.
A poco de salir la procesión de Santa María, hizo un alto siendo adelantado el paso del Nazareno, al que siguió la muchedumbre hasta llegar á las ventanas de la Cárcel en el departamento ocupado por las mujeres presas.
Inmediatos a los enmohecidos hierros de la prisión, estaban los rostros de las reclusas que habíanse ataviado con sus mejores prendas.
Fotografía: Feliciano Gil |
En la primera ventana había cinco mujeres, todas bellas, tres en primera línea y dos detrás, más en alto y una de ella de tez morena y sonrosada lanzó al aire los ecos de su sentir en inspirada saeta que avaloraba una voz dulce y emocionada espresando (sic) en el cantar todas las pesadumbres que el cuadro inspiraba juntamente con el dolor que los trances de su vida imprimían á las reclusas, implorando para ellas piedad y alivio en su desgracia.
La misma voz repitió distintas veces sus melancólicos cantares, que la muchedumbre escuchaba en el mayor silencio, esperimentando (sic) hondas sensaciones que se traducían en lágrimas.
Las presas también lloraban, y entre ellas destacábase una de rostro interesante y joven, que de pie, con las manos cruzadas, los ojos fijos en el Nazareno, con mirada anhelante y los labios balbuceando una plegaria, parecía impetrar el auxilio de la divina gracia para la redención de su pena.
Después fué regresado el paso á la comitiva que siguió las calles del itinerario por el barrio de Santa María, hasta la plaza de San Juan de Dios, en donde por haber comenzado la lluvia y por que el tiempo presentaba cariz de agravación, se acordó con la autoridad que la procesión retornara al templo de partida, como así se hizo, siguiendo calle de San Juan de Dios arriba.
Los augurios se confirmaron luego con fuertes aguaceros y tronadas."
Diario de Cádiz, 17 de abril de 1908 |
En la actualidad, el edificio de la antigua Cárcel Vieja, como sede de la Casa de Iberoamérica, ha acogido a los saeteros actuales, en un intento de recuperar una tradición que se remontaba a más de ciento veinticinco años y que finalizó en 1963, cuando la prisión se trasladó a Cortadura, a la entrada de Cádiz.
Saetas gaditanas, de la célebre Mónica Llamas a Chele Fateta; de Chano Ortega a Magandé, —que le costó la expulsión de Ceuta por negarse a repetir una saeta, a petición del General Sanjurjo—; de los Mellizos, de los Espeletas... y de cientos y cientos de anónimos, gitanos y gachés; hombres y mujeres, reclusos o sin recluir, que fueron configurando la Escuela de Cádiz de la saeta flamenca.