Febrero de 1999. Llamada de teléfono desde Cádiz a Madrid. Sede de SGAE. Doce y pico de la mañana. Más o menos.
—Buenos días (la telefonista).
—Buenos días (yo).
—¿Sociedad General de Autores?
—Sí, dígame.
—¿Me podría poner con algún responsable?
—¿De qué departamento?
—Verá, es que...
—¿Qué es lo que desea usted, exactamente? (se anticipa educada mi interlocutora).
—A ver, quisiera hablar con alguien relacionado con la campaña del Centenario de SGAE, porque resulta que...
—¿Con alguna persona en concreto? (vuelve a anticiparse mi interlocutora).
—Pues, no lo sé, ya le digo... alguien que tenga relación con la celebración del Centenario; no sé si tendríais un departamento de cultura o algo así...
—Un momento que le paso con la edición de la revista cultural.
—Muy bien, gracias.
( ♫ ♪ ♫♫♫ ♪ ♫ 30 segundos de musiquita coñazo de teléfono ♫ ♪ ♫♫♫ ♪♫♪ ♫ )
—¡Sí...! (voz masculina de un gachó correcto, pero mu serio).
—Buenos días, ¿es el boletín cultural?
—Buenos días. No... le han pasado mal, esto es Dirección de Estrategia Corporativa de Asuntos Legales y Relaciones Internacionales...
—Ya. Es que quisiera hablar con alguien que tuviese que ver con la efeméride del Centenario.
—No. Pues, le han pasado mal; intentaré pasarle yo mismo a centralista desde aquí y si no, vuelva a llamar.
—Gracias (interrumpo yo).
( ♫ ♪ ♫♫♫ ♪ ♫ 2 minutos más de musiquita coñazo de teléfono ♫ ♪ ♫♫♫ ♪♫♪ ♫ )
¡Pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi, pi...! (se corta la comunicación).
Resoplo. Vuelvo a intentarlo. Marco de nuevo, acordándome de las castas de Graham Bell y de que la conferencia la estoy poniendo yo —y empiezo a cuestionarme si merece la pena lo que estoy haciendo—.
—Buenos días (yo).
—Buenos días (la telefonista).
—Sí, mire, soy el que ha llamado antes... es que intento hablar con alguna persona acerca de la celebración del Centenario...
—¡Ah, sí! (ella me reconoce) ¿No le han cogido?
—Sí, pero al parecer me ha pasado con uno de no sé qué de estrategia corporativa y después se ha
cortado la llamada.
—Disculpe, a veces ocurre. Le paso.
( ♫ ♪ ♫♫♫ ♪ ♫♫ ♪♫♪ ♫ 2 minuto y medio de musiquita coñazo ♫ ♪ ♫♫♫ ♪♫♫♫ ♪♫♪ ♫ )
—Hola (voz femenina).
—Buenos días, mire soy fulano (yo) y deseo hablar con alguien que llevase el tema del Centenario de SGAE.
—Pues yo misma, por ejemplo, soy mengana. Cuénteme.
—Mire usted. Que he visto el eslogan que estáis promocionando: "Cien años creando futuro (1899-1999)", y resulta que he localizado una documentación de una sociedad de gestión de autores, anterior a la fecha fundacional que decís ustedes de 1899, es decir...
—¡Noventa y nueve! Sí; de mil ochocientos noventa y nueve data nuestra entidad (me interrumpe ella). Verá usted, exactamente, no fue nuestra sociedad, pero sí el embrión de ella. Fue el compositor Chapí, junto a un periodista, quienes fundaron la Sociedad de Autores Españoles (SAE) que, una vez disuelta, en 1932, se creó la SGAE.
—Verá. Yo le llamo desde Cádiz. Me dedico a la investigación de temas relacionados con la música, y en uno de los archivos gaditanos —le decía— me he encontrado con indicios de que existía una sociedad de autores, todo parece indicar que, un año antes; es decir, en 1898.
—¡Eso no puede ser, caballero! eso es muy raro. Tenga usted en cuenta que nosotros disponemos de gente bien asesorada, además de una comisión, comités y grupos de trabajo en equipo y, efectivamente, la SGAE se fundó en 1899. ¿Está usted seguro de lo que dice?
—Sí, sí que lo estoy.
—¿Seguro? (mi interlocutora empieza a dar signos de dudas) ¿Y ese teatro existió en Cádiz? ¿Está todavía?
—Bueno, ya no, lo derribaron hacia 1930, pero fue un coliseo levantado en el siglo XVIII, en el que se escenificaban las obras más importantes, inmediatamente después de haberse estrenado en Madrid y Barcelona, con una gran programación de sainetes, obras y tonadillas escénicas.
—Sí..., si no le digo que no (recupera mi interlocutora su férrea incredulidad) pero tenga usted en cuenta que muchas veces aparece la noticia en prensa de la creación de una sociedad, y eso no significa que llegara a materializarse. Luego, hay que demostrar que, efectivamente, la entidad se fundó.
—¡Ajá! En este caso no se trata de una aparición en prensa, le hablo de un documento. Por cierto, estoy ahora delante de él —una factura de cobro, para ser exacto— y en ella se refleja que un gachó, en calidad de Delegado, Mariano Nojequé (no se lee bien su apellido) rubrica que cobró 30 pesetas por el baile de máscaras que se celebró en Cádiz en el Teatro Principal el 18 de febrero de 1898, y aquí pone: SOCIEDAD DE AUTORES, COMPOSITORES Y EDITORES DE MÚSICA.
—Pues ya le digo, caballero. De hecho, hemos editado un libro, La memoria del autor, que recoge la historia de la sociedad, desde 1899 hasta este año de 1999, y le digo más: estamos en conversaciones con la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, y el próximo verano, ya le adelanto que vamos a sacar un sello de Correos conmemorativo; por eso le digo que...
—Pues —le interrumpo educadamente— me temo que os habéis precipitado en la efeméride (nos hemos, vaya, porque yo soy socio también) y el documento parece claro.
—No sé..., no es por dudar de su palabra, pero no creo, dudo mucho que sea así como usted dice. Ya le digo, a lo mejor es que usted ha visto algo relacionado con la Ley de Propiedad Intelectual, que ésa sí es anterior en el tiempo, y, por lo que sea, ha debido confundir una cosa con otra...
—Ya, ya, es posible señora. Es muy posible que sea así (aligero concluyendo la conversación convencido ya de su inutilidad). De todas formas, muchas gracias por su información.
—De nada, caballero, para eso estamos, gracias a usted por haber llamado. Buenos días.
—Buenos días.
¡Cliiin! (cuelgo).
Se me quedó carita de haber hecho el Coca-Cola. Pensé en la factura. Pero no en la del documento, sino en la que iba a pagar a final de mes, con "cuantos tiene" la conferencia. Vuelvo a mirar la documentación y me ratifico: ¡Carajo! ¡Aquí pone ocho, no nueve!
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Archivo Histórico Municipal de Cádiz, caja número 6.159, carpeta de 1898 |