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Cuando se aproxima el fin del calendario, las televisiones siempre se empeñan en hacernos sesudos recuentos de todo lo acontecido a lo largo del año que ahora se las pira. Contabilizan parados, finados, catástrofes, supuestos logros, todo aderezado con tradicionales maratones y bañitos en agua helada; saltitos de esquí en nieve y el concierto de año nuevo de Viena, con las palmas más lacias de Europa, con vieneses pa´echarlos de cuadratura y de compás.
Cuando hoy hagan el obsesivo recuento, recordarán el fallecimiento del viejo líder comunista, Santiago Carrillo. El rojo irreductible, el que entró con peluca, y el que tuvo las suficientes agallas de permanecer impávido ante los disparos del Hemiciclo. Hay un pasaje suyo, bastante desconocido, relatado por él en un famoso libro de la periodista italiana, Oriana Fallaci, Entrevista con la historia, en el cual, la reportera de raza conversa con diferentes líderes mundiales del momento (el momento, entonces, era 1974). Por su libro desfilaron muchos mandatarios, entre otros Henry Kissinger —que luego, con amenaza incluida, se arrepintió de haberle concedido la entrevista—, Golda Meir, Yaser Arafat, Hussein de Jordania... y Santiago Carrillo.
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Para nosotros fue un libro de cabecera y aún tengo el gusto de releerlo de cuando en cuando y disfrutar las páginas amarillentas de la edición, ampliada y revisada, de Noguer. En él se nos cuenta cómo Carrillo se aficionó al flamenco a la fuerza, estando exiliado en la ciudad de Nueva York.
Que sea don Santiago el que nos lo cuente, con su cigarro encendido, sus índice y corazón amarilleados por la nicotina, su voz barítona, socarrona y pausada, respondiendo a las certeras preguntas de Oriana Fallaci:
(...) "Y, por último, la soledad. En ningún lugar he sufrido la soledad que sufrí en Nueva York. Quizá porque tampoco allí hablaba el idioma. Quizá porque sólo trataba con Browder y con los comunistas americanos. Quizá porque no estaba verdaderamente de acuerdo con Browder, tan rígido él, también. Me sentía tan desesperadamente solo que empezó a gustarme el flamenco. A mí que lo detestaba. Me compré una radio para escuchar las noticias en español, y siempre transmitían el dichoso flamenco,y acabé por aficionarme a él"
Soledad de don Santiago...
Soleá de Santiago... Santa María y Triana.
Salud a esportones, farderos, feliz entrada de año y que seáis "malos", generalmente es mucho más divertido que bueno.
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(1) FALLACI, Oriana, Entrevista con la historia, Barcelona: Editorial Noguer (Pág. 533).
Lo seré....... jejejeje. Un fuerte abrazo para ti y tu familia.
ResponderEliminarOtro enorme para ti y los tuyos, Antonio.
EliminarComo sabes entre los asistentes al Concierto de Año Nuevo no hay un vienés. Pero para tocar así si conviene serlo. Son unos fenómenos, del compás también, aparte de los palmeros ricachones que nunca han sido aptos para la música. Un abrazo
ResponderEliminarSi tú lo dices va a misa... del Gallo que para eso te licenciaste en Viena. Siempre me recordó a ese público, que Paco de Lucía detesta, de mujeres aburridísimas que acompañan al marido al concierto para tenerlo vigilado. Un abrazo.
EliminarFeliz año para ti también, Javi, y mucha salud.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Lo mismo te deseo, eminente arqueólogo y que tu gente sea muy feliz.
EliminarCuídate mucho. Un abrazo.
Ignoro casi todo de la vida, entre otras nunca pensé que a Santiago Carrillo le pudiera gustar el flamenco. En una apuesta de Si o NO, hubiera perdido seguro.
ResponderEliminarJajajaja, yo también lo ignoraba, Juan, y hubiera perdido también en una apuesta. Pero la nostalgia es capaz de transformarnos y de sacar aficiones insospechadas.
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