Ramón Vélez
Ramón Vélez González. Cádiz, 1927-2013. Bailaor. Casado con la bailaora Prince. El comienzo de su vida artística está estrechamente ligada a la de Chano Lobato, con quien actúa en 1946 en un teatro situado en la desaparecida Plaza de Guerra Jiménez junto a Polito y al célebre Mori, aquél magistral cómico que tuvo Cádiz, integrante de los afamados tríos de Manuel López Cañamaque, con el que hacía un número por bulerías. De la mano del célebre payaso Popey, actúa en Huelva junto a El Beni de Cádiz, Chano Lobato, El Bastina de la Viña y El Chele de Cádiz. Pero sobre todo su gran compañero artístico —considerado por él un hermano— fue El Beni de Cádiz, con quien protagonizó innumerables vivencias, ya que ambos fueron los bailaores que Manolo Caracol y Lola Flores seleccionaron para incorporar a su compañía en el verano de 1948 y por mediación de El Cojo Peroche.
Se mantiene en la compañía actuando en los principales teatros españoles, hasta que ésta se disuelve a comienzos de los años 50, enrolándose más tarde con la que cada uno monta por separado (Caracol y Lola). Su baile se agiganta con la experiencia que dan las grandes compañías: el Ballet de Alejandro Vega, para más tarde retornar con Manolo Caracol, Rafael Farina y después José Greco con quien recorre toda Europa primero y después América del Norte, Canadá, Cuba y Puerto Rico.
En los años 1956 y 1957 lo contrata Concha Piquer para actuar un año en el Teatro de la Zarzuela. Recorre el norte español en la compañía de la bailaora La Chunga, para actuar un año entero en Canarias y de la mano de Pinito del Oro monta su propia compañía, el Ballet de Ramón Vélez con el que recorre Holanda y el Líbano a mediados de los años sesenta, junto a su mujer la bailaora Prince. Retorna nuevamente a Los Canasteros, de Manolo Caracol, ahora como jefe de cuadro y más tarde lo hace con Lola Flores en Torre Bermejas y en El Biombo Chino, además de como bailaor, para cantarle en el baile. Fue testigo de excepción de la etapa dorada de "Los Beatles de Cádiz" en Madrid, manteniendo una gran amistad con Enrique Villegas y El Peña.
Alternó con todos los artistas flamencos de su ciudad natal, entre otros muchos: Antonio El Herrero, El Ruiseñor, Rociana, El Flecha de Cádiz, El Cojo Peroche, Agustín El Melu, Pericón de Cádiz, El Chino, Pablito de Cádiz, Jineto, Bendito, El Niño de la Pelota, El Niño de los Rizos, Pilili; así como con La Paquera de Jerez, Rafael de Jerez, Manuel Morao, Picoco y Faíco. Junto a las figuras propiamente flamencas, también alternó con artistas de renombre como Nati Mistral, Tony Leblanc y Enrique Montoya.
En el año 2001 publicó sus memorias, escritas con una inmensa sinceridad: Ramón Vélez. Mi vida contada. Un bailaor flamenco de los años cuarenta(1); en un trabajo autobiográfico que está salpicado de cientos de anécdotas deliciosas, como la que a continuación transcribimos, titulada Las sardinas y el policía: " —Beni, ¿por qué no vamos al muelle a dar una vuelta y de paso a ver si sacamos algo de pescado? Me acompañó al muelle, y creo que ya he dicho en otra ocasión, y si no lo digo ahora, que El Beni no era capaz de quitarle nada a nadie, primero porque no le hacía falta, y segundo porque él no estaba acostumbrado a hacer nada de eso; así que al pobre mío lo metí en un berengenal que luego me pesó. Bueno, entramos en el muelle del pescado, y al pasar por la puerta, nadie nos dijo nada. Estuvimos paseando y viendo cómo descargaban el pescado, y algunos amigos nos saludaron. En la puerta del muelle siempre había dos carabineros y un cabo de la policía que no era de Cádiz, pero tenía mucha gracia, seguramente se le pegó por estar tanto tiempo en nuestra tierra. Era, además, muy sinvergüenza. Más adelante volvimos a verlo en Madrid y nos reímos mucho recordando lo que voy a contar ahora. Veréis lo sinvergüenza que era el cabo. Ese día habían entrado muchas sardinas en el muelle y eran tan buenas que parecían caballas. Al pasar por la caseta de un remitente de pescado cuyo nombre no quiero mentar, por si las moscas, en la puerta de dicha caseta había una caja de sardinas buenísimas.
De pronto le digo al Beni: —Coge la caja por ese asa. A él le cogería la hora tonta, así que sin pensarlo cogió por un asa y yo por la otra, y le dije: –Vámonos. Ya he comentado que las sardinas eran de cine, parecían dibujadas. Yo pensé que con el carnet de artista no nos molestarían, pero al pasar por la puerta del muelle, el cabo de la policía nos dice: ¡Qué! ¿las habéis comprado o es un regalo? Nosotros, de momento muy tranquilo, le dijimos que nos la habían regalado porque éramos bailaores de Lola Flores y Manolo Caracol, que estábamos de vacaciones y que, además, teníamos los carnets del teatro. Se lo enseñamos por si no se lo creía. El cabo nos miró con cara de cachondo, diciendo: —Así que artistas y un regalo... ¿y quiénes son los que se las han regalado? —En la caseta de Sibón y Navarro —dijimos— no me acuerdo. Yo notaba que El Beni estaba muy nervioso, mientras que yo permanecía más tranquilo, ya que tenía más experiencias. El cabo dijo: coged cada uno por un asa y seguidme. Miré al Beni y estaba blanco, y yo pensaba: —ni Caracol, ni Lola, a la cárcel de un tirón—. Yo sabía bien dónde estaba la Comisaría de Policía de aquel tiempo y el camino por donde teníamos que ir. La comisaría estaba en la calle Benjumeda, y el Cuartel de la Guardia Civil estaba en la Alameda, lo cual también lo sabía yo por desgracia. No podíamos salir corriendo. Si lo hubiésemos hecho nos hubiéramos encontrado en peor situación, pues le habíamos enseñado los carnets de artistas, y podrían dar con nosotros rápidamente. Pero yo seguía mosqueado. Si este hombre era policía, ¿cómo podía llevarnos al Cuartel de la Guardia Civil si tenía que llevarnos a la calle Benjumeda? Pero nada, nosotros seguíamos por la Alameda Apodaca. Pero cuál sería nuestra sorpresa cuando nos pasamos del Cuartel de la Guardia Civil dos o tres portales más, cerca de la Iglesia del Carmen. Entonces, delante de uno de los portales nos dijo: —Entrad aquí. El policía tiró de un cordel que había en el portón y entramos en un patio. Llamó desde abajo a su señora para que mandara a la criada con la bandeja grande. Cuando bajó la muchacha, él le gritó a su mujer contándole que éramos artistas de Lola y Caracol, y que íbamos a hacer un reparto como buenos amigos. Después de lo que nos hizo pasar... Ya estábamos más tranquilos, y me dice a mí: —Tú mismo coge un par de "lingás", y pásalo a la fuente. Yo metí las manos en la caja de sardinas, y cuando a él le pareció bien, dijo: —Ya está, con éstas tengo bastante, y vosotros con ésas que quedan también tenéis suficiente, así que a la calle. Salimos para la calle con las sardinas que nos había dejado el cabo, y al Beni ya le estaban saliendo los colores de nuevo, de lo que me alegré muchísimo.
En otra ocasión, estando con la compañía de Manolo Caracol en Bilbao, conocieron a Antonio Flor, vecino del barrio Santa María, de la calle Botica, el cual se comprometió con Ramón Velez en enviarle a Cádiz un juego de toallas que éste había adquirido; les invitó subir a bordo del buque Poeta Arola: en esta anécdota narrada en el capítulo Las toallas y el mono: Antes de bajar del barco nos dijo Antonio que si queríamos llevarnos algunos cocos, pues el barco venía de la isla de Fernando Poo lo de la Guinea. Luego le dijo al Beni si quería llevarse un tití, que ya sabemos lo que es, un monito "chiquito". El Beni le dijo que no, y yo que sí. Así que me lo puse sobre el hombro, siempre pensando en venderlo, ¡está claro! Me dice mi amigo: —Ramoncito, a ver si vamos a tenerla con Caracol. Pero a mi me daba igual. Llegamos al teatro casi a la hora de empezar, nos maquillamos corriendo y nos vestimos para actuar. Al mono lo amarramos a la pata de una silla. Antonio nos lo dio amarrado con una soga de estropajo, que es muy fácil de morder... Pero nosotros con las carreras no pensamos en esconderlo, y cuando regresamos del escenario, el mono había desaparecido del camerino. Yo pensé: –ya estamos en Cádiz, de vuelta con las toallas–. Fuimos a buscar al mono en el mismo momento en que Manolo Caracol estaba gritando en el escenario a la Lola y a los tramoyistas: —¡cierren las cortinas, estamos en la selva! (cantándole a Lola). Miraba el gitano para arriba, viendo al mono saltando de un decorado a otro. El mono estaba en la gloria, o sea, en su casa, la selva. Total, que entre el mono y los pelos de los cocos que había por todo el escenario, se formó un escándalo fenomenal. Creo que porque estábamos lejos de Cádiz, si hubiésemos estado en San Fernando, nos habrían dando una patada en el trasero. Pero al final, lo pasaron por alto, y pensaría en nuestra edad. Ellos mismos se reían y Lola mucho más.
Diccionario Gaditano de Flamenquitos Insignes (DGFI):
(I) El Niño de la Viña
(II) El Beni de Cádiz
(III) Ramón Vélez
(IV) Caracol el del Bulto
(V) Antonio Hernández
(VI) El Niño de la Isla
(VII) Fernando Quiñones
(VIII) José Capinetti
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(1) VÉLEZ GONZÁLEZ, Ramón, Mi vida contada. Un bailaor flamenco de los años cuarenta, Sevilla: Calle Ancha, 2001.
Ramón Vélez González. Cádiz, 1927-2013. Bailaor. Casado con la bailaora Prince. El comienzo de su vida artística está estrechamente ligada a la de Chano Lobato, con quien actúa en 1946 en un teatro situado en la desaparecida Plaza de Guerra Jiménez junto a Polito y al célebre Mori, aquél magistral cómico que tuvo Cádiz, integrante de los afamados tríos de Manuel López Cañamaque, con el que hacía un número por bulerías. De la mano del célebre payaso Popey, actúa en Huelva junto a El Beni de Cádiz, Chano Lobato, El Bastina de la Viña y El Chele de Cádiz. Pero sobre todo su gran compañero artístico —considerado por él un hermano— fue El Beni de Cádiz, con quien protagonizó innumerables vivencias, ya que ambos fueron los bailaores que Manolo Caracol y Lola Flores seleccionaron para incorporar a su compañía en el verano de 1948 y por mediación de El Cojo Peroche.
Los Canasteros. Ramón Vélez, Luisa Ortega y Ricardo El Pelao |
Se mantiene en la compañía actuando en los principales teatros españoles, hasta que ésta se disuelve a comienzos de los años 50, enrolándose más tarde con la que cada uno monta por separado (Caracol y Lola). Su baile se agiganta con la experiencia que dan las grandes compañías: el Ballet de Alejandro Vega, para más tarde retornar con Manolo Caracol, Rafael Farina y después José Greco con quien recorre toda Europa primero y después América del Norte, Canadá, Cuba y Puerto Rico.
En los años 1956 y 1957 lo contrata Concha Piquer para actuar un año en el Teatro de la Zarzuela. Recorre el norte español en la compañía de la bailaora La Chunga, para actuar un año entero en Canarias y de la mano de Pinito del Oro monta su propia compañía, el Ballet de Ramón Vélez con el que recorre Holanda y el Líbano a mediados de los años sesenta, junto a su mujer la bailaora Prince. Retorna nuevamente a Los Canasteros, de Manolo Caracol, ahora como jefe de cuadro y más tarde lo hace con Lola Flores en Torre Bermejas y en El Biombo Chino, además de como bailaor, para cantarle en el baile. Fue testigo de excepción de la etapa dorada de "Los Beatles de Cádiz" en Madrid, manteniendo una gran amistad con Enrique Villegas y El Peña.
Preciosa fotografía artística. Ramón Vélez junto a su mujer, la bailaora Prince |
Ramón Vélez (derecha) en la Venta la Palma, junto a José Capinetti, Rociana, Antonio el Herrero y El Ruiseñor. |
Alternó con todos los artistas flamencos de su ciudad natal, entre otros muchos: Antonio El Herrero, El Ruiseñor, Rociana, El Flecha de Cádiz, El Cojo Peroche, Agustín El Melu, Pericón de Cádiz, El Chino, Pablito de Cádiz, Jineto, Bendito, El Niño de la Pelota, El Niño de los Rizos, Pilili; así como con La Paquera de Jerez, Rafael de Jerez, Manuel Morao, Picoco y Faíco. Junto a las figuras propiamente flamencas, también alternó con artistas de renombre como Nati Mistral, Tony Leblanc y Enrique Montoya.
Tony Leblanc |
La Chunga |
Enrique Montoya |
Ramón Vélez, (cuarto por la derecha) con muchos artistas, entre otros: El Beni de Cádiz y El Pescaílla |
Ramón Vélez con El Pescaílla y La Polaca |
En el año 2001 publicó sus memorias, escritas con una inmensa sinceridad: Ramón Vélez. Mi vida contada. Un bailaor flamenco de los años cuarenta(1); en un trabajo autobiográfico que está salpicado de cientos de anécdotas deliciosas, como la que a continuación transcribimos, titulada Las sardinas y el policía: " —Beni, ¿por qué no vamos al muelle a dar una vuelta y de paso a ver si sacamos algo de pescado? Me acompañó al muelle, y creo que ya he dicho en otra ocasión, y si no lo digo ahora, que El Beni no era capaz de quitarle nada a nadie, primero porque no le hacía falta, y segundo porque él no estaba acostumbrado a hacer nada de eso; así que al pobre mío lo metí en un berengenal que luego me pesó. Bueno, entramos en el muelle del pescado, y al pasar por la puerta, nadie nos dijo nada. Estuvimos paseando y viendo cómo descargaban el pescado, y algunos amigos nos saludaron. En la puerta del muelle siempre había dos carabineros y un cabo de la policía que no era de Cádiz, pero tenía mucha gracia, seguramente se le pegó por estar tanto tiempo en nuestra tierra. Era, además, muy sinvergüenza. Más adelante volvimos a verlo en Madrid y nos reímos mucho recordando lo que voy a contar ahora. Veréis lo sinvergüenza que era el cabo. Ese día habían entrado muchas sardinas en el muelle y eran tan buenas que parecían caballas. Al pasar por la caseta de un remitente de pescado cuyo nombre no quiero mentar, por si las moscas, en la puerta de dicha caseta había una caja de sardinas buenísimas.
De pronto le digo al Beni: —Coge la caja por ese asa. A él le cogería la hora tonta, así que sin pensarlo cogió por un asa y yo por la otra, y le dije: –Vámonos. Ya he comentado que las sardinas eran de cine, parecían dibujadas. Yo pensé que con el carnet de artista no nos molestarían, pero al pasar por la puerta del muelle, el cabo de la policía nos dice: ¡Qué! ¿las habéis comprado o es un regalo? Nosotros, de momento muy tranquilo, le dijimos que nos la habían regalado porque éramos bailaores de Lola Flores y Manolo Caracol, que estábamos de vacaciones y que, además, teníamos los carnets del teatro. Se lo enseñamos por si no se lo creía. El cabo nos miró con cara de cachondo, diciendo: —Así que artistas y un regalo... ¿y quiénes son los que se las han regalado? —En la caseta de Sibón y Navarro —dijimos— no me acuerdo. Yo notaba que El Beni estaba muy nervioso, mientras que yo permanecía más tranquilo, ya que tenía más experiencias. El cabo dijo: coged cada uno por un asa y seguidme. Miré al Beni y estaba blanco, y yo pensaba: —ni Caracol, ni Lola, a la cárcel de un tirón—. Yo sabía bien dónde estaba la Comisaría de Policía de aquel tiempo y el camino por donde teníamos que ir. La comisaría estaba en la calle Benjumeda, y el Cuartel de la Guardia Civil estaba en la Alameda, lo cual también lo sabía yo por desgracia. No podíamos salir corriendo. Si lo hubiésemos hecho nos hubiéramos encontrado en peor situación, pues le habíamos enseñado los carnets de artistas, y podrían dar con nosotros rápidamente. Pero yo seguía mosqueado. Si este hombre era policía, ¿cómo podía llevarnos al Cuartel de la Guardia Civil si tenía que llevarnos a la calle Benjumeda? Pero nada, nosotros seguíamos por la Alameda Apodaca. Pero cuál sería nuestra sorpresa cuando nos pasamos del Cuartel de la Guardia Civil dos o tres portales más, cerca de la Iglesia del Carmen. Entonces, delante de uno de los portales nos dijo: —Entrad aquí. El policía tiró de un cordel que había en el portón y entramos en un patio. Llamó desde abajo a su señora para que mandara a la criada con la bandeja grande. Cuando bajó la muchacha, él le gritó a su mujer contándole que éramos artistas de Lola y Caracol, y que íbamos a hacer un reparto como buenos amigos. Después de lo que nos hizo pasar... Ya estábamos más tranquilos, y me dice a mí: —Tú mismo coge un par de "lingás", y pásalo a la fuente. Yo metí las manos en la caja de sardinas, y cuando a él le pareció bien, dijo: —Ya está, con éstas tengo bastante, y vosotros con ésas que quedan también tenéis suficiente, así que a la calle. Salimos para la calle con las sardinas que nos había dejado el cabo, y al Beni ya le estaban saliendo los colores de nuevo, de lo que me alegré muchísimo.
Ramón Vélez actuando en Torres Bermejas (Madrid) |
En otra ocasión, estando con la compañía de Manolo Caracol en Bilbao, conocieron a Antonio Flor, vecino del barrio Santa María, de la calle Botica, el cual se comprometió con Ramón Velez en enviarle a Cádiz un juego de toallas que éste había adquirido; les invitó subir a bordo del buque Poeta Arola: en esta anécdota narrada en el capítulo Las toallas y el mono: Antes de bajar del barco nos dijo Antonio que si queríamos llevarnos algunos cocos, pues el barco venía de la isla de Fernando Poo lo de la Guinea. Luego le dijo al Beni si quería llevarse un tití, que ya sabemos lo que es, un monito "chiquito". El Beni le dijo que no, y yo que sí. Así que me lo puse sobre el hombro, siempre pensando en venderlo, ¡está claro! Me dice mi amigo: —Ramoncito, a ver si vamos a tenerla con Caracol. Pero a mi me daba igual. Llegamos al teatro casi a la hora de empezar, nos maquillamos corriendo y nos vestimos para actuar. Al mono lo amarramos a la pata de una silla. Antonio nos lo dio amarrado con una soga de estropajo, que es muy fácil de morder... Pero nosotros con las carreras no pensamos en esconderlo, y cuando regresamos del escenario, el mono había desaparecido del camerino. Yo pensé: –ya estamos en Cádiz, de vuelta con las toallas–. Fuimos a buscar al mono en el mismo momento en que Manolo Caracol estaba gritando en el escenario a la Lola y a los tramoyistas: —¡cierren las cortinas, estamos en la selva! (cantándole a Lola). Miraba el gitano para arriba, viendo al mono saltando de un decorado a otro. El mono estaba en la gloria, o sea, en su casa, la selva. Total, que entre el mono y los pelos de los cocos que había por todo el escenario, se formó un escándalo fenomenal. Creo que porque estábamos lejos de Cádiz, si hubiésemos estado en San Fernando, nos habrían dando una patada en el trasero. Pero al final, lo pasaron por alto, y pensaría en nuestra edad. Ellos mismos se reían y Lola mucho más.
Diccionario Gaditano de Flamenquitos Insignes (DGFI):
(I) El Niño de la Viña
(II) El Beni de Cádiz
(III) Ramón Vélez
(IV) Caracol el del Bulto
(V) Antonio Hernández
(VI) El Niño de la Isla
(VII) Fernando Quiñones
(VIII) José Capinetti
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(1) VÉLEZ GONZÁLEZ, Ramón, Mi vida contada. Un bailaor flamenco de los años cuarenta, Sevilla: Calle Ancha, 2001.
Me alegra un montón ver a este bailaor de mi barrio porque yo lo conoci, él vivia en la calle Santo Domingo enfrente del Aceitunero, una tienda de vender aceituna, que por cierto tambien fue dueño de esta tienda Jesulito, yo en esta fecha vivia en la calle mirador en el 17, casa muy famosa por la cantidad de artistas que vivieron allí, Señor Osuna siga así con los artistas de mi barrio dandolo a conocer
ResponderEliminarGracias por comentar, Paco. Tengo amistad con él, le presenté su libro en la Peña Juanito Villar. Tanto él como su familia son unas excelentes personas. Bienvenido a los fardos: tu casa. Un saludo.
EliminarJavier haber si comentá en otro apartado otro artista que tambien se lo merece porque era tambien del Barrio este artista aunque ya murió es: Ramón Albarrán que vivia en la calle Sopranis Nº 6 y fue muy amigo de Fosforito cuando estaba en Cái haciendo la mili y amigo mio tambien, se sale tedoy las gracias por anticipado. Un saludo flamenco del Paco de Cái.
EliminarYo soy la nieta de Ramon y Prince, soy la hija de su hija pequeña, estoy muy orgullosa de mis abuelos y me alegra mucho haber encontrado este pequeño ''homenaje'' a mis abuelos. Precioso
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar, Alba, y por compartir tu alegría. Es lo menos que podemos hacer por unos artistas extraordinarios, darles el sitio que se merecen. Desde luego es para sentirse orgullosa.
EliminarUn abrazo.
Hoy Dia 17 de Septiembre del 2013 a las 20,30 horas a fallecido en el Puerto de Santa Maria el Gran Bailaor Flamenco RAMON VELEZ QUE DESCANSE EN PAZ
EliminarVaya. Siento muchísimo la noticia. Vayan desde aquí todas mis condolencias hacia su familia, su mujer e hijas. Descanse en paz, un artista tan honesto y tan cabal, que engrandeció el nombre de su Cádiz natal, por los escenarios de medio mundo. Mi más sentido pésame a su familia.
EliminarQueremos agradecerte en nombre de toda la familia de RAMON VELEZ las emotivas palabras que le dirigiste en Canal Sur Radio un abrazo del marido de Rocío , una de sus hijas
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