Viñeta modificada con autorización del autor. Padylla |
Nuevo cantaor. Tempera sobre papel. Obra y gentileza de Manolo Morgado |
No conozco un campo de estudio, como el flamenco, en el que se muestre una mayor ampulosidad en los títulos que intentan estudiarlo, y en el que se apele tanto a "la verdad", como si la mentira fuese un reverso demasiado próximo: "La verdad del cante"; "La verdad del flamenco"... Paradójicamente, estos trabajos, preñados de tanta "verdad", suelen ser luego los más desprovistos de veracidad.
Infinidad de estudiosos citan a Manuel Centeno (Sevilla, 1885) como el creador de la saeta flamenca en el primer tercio del siglo XX. Infinidad de estudios citan también a Manuel Torre (Jerez, 1878) y a Antonio Chacón (Jerez, 1863) como los creadores. Infinidad de estudios apuntan asimismo a Enrique el Mellizo (Cádiz, 1848) como su creador en el XIX. Como todo proceso, seguro que no tuvo un sólo creador (que se lo digan a Darwin). Con todo, a nadie se le escapa que de los cuatro anteriores, el mayor, desde el punto de vista cronológico, e influyente de los dos anteriores, fue El Mellizo.
En el caso de Cádiz capital, como foco creador de la saeta por seguiriyas, ya desgajada de la saeta primitiva y despojada de su cadencia de salmodia, así descritas por el Beato Diego de Cádiz o el sacerdote y musicólogo gaditano, José María Sbarbi (1) tiene fundados argumentos. No sólo por la Casa de los Mellizo, también por la de los Ortega y los Monge, esparcidos en las calles Botica, Mirador y Santa María.
El hijo de Enrique Ortega Feria, Enrique el Gordo (José Ortega Morales, nieto de Enrique Ortega Díaz, El Gordo Viejo) así se lo contaba al periodista Luis Bagaría para el periódico La Voz, el 17 de junio de 1922, según rastreo de Manolo Bohórquez: "(...) Y en saetas mi abuela Feliciana Fernández, aunque esté mal el decirlo y Chano Ortega."; el mismo cantaor gaditano (Chano Ortega) asimismo considerado un excelente saetero por Don Antonio Chacón, según declaraciones suyas de 1928, al lado de otros, jerezanos y tarifeños, todos gitanos, según su experimentada trayectoria.
Abramos el fardo. Es Jueves Santo, por lo tanto la luna llena alumbrará en la oscuridad de los testimonios, cómo la saeta flamenca, siguiriyera, directamente influenciada por las tonás de la Cárcel Vieja, se cultivaba con profusión y no menos devoción, en el último tercio del siglo XIX, en el barrio de Santa María, alrededor de El Greñuo, la imagen venerada por los gitanos gaditanos, que le imprimieron su personalísimo sello de jondura, con los Ortega, los Monge, los Fernández, los Espeletas... todos los taurinos viviendo a la verita de la Plaza de Toros del Campo del Sur: el espada El Marinero, los carniceros, los del Matadero y los tablajeros, junto al primogénito de una saga de veintidós hermanos: Chele Fateta, magnífico saetero, hermano mayor —nunca mejor dicho— de Aurelio Sellés; compartiendo barrio, cante y devoción con Chano Lobato, al que por cierto una saeta por poco le cuesta la trena (2).
Sin alquimia ni suposición. Lean, lean, no es mera ciencia infusa, es la transcripción periodística, decimonónica, de un foco creador de la saeta flamenca: Cádiz y sus Puertos.
Entretanto llegan los papeles de otros arrabales; otras supuestas cunas de saetas flamencas, cuya "flamencología de salón" elevó lo inexistente a categoría de mito, aquí datos, fechas, lugares, letras de saetas, nombres, domicilios y demás circunstancias, con exquisito detalle y pulcra redacción:
"(...) La saeta es un rezo más que un canto, es un poema religioso verdaderamente tal, que pronuncia el hijo del pueblo, acongojado á la vista de cualquier catástrofe ó episodio del que no puede salir á salvo, sin que algo sobrenatural, divino, la misma mano de Dios, le auxilie en su tribulación, poniendo en él los ojos como la última esperanza.
Cantó una saeta el marinero que dijo en los supremos instantes de peligro:
El que no sepa rezar
que vaya por esos mares
y verá qué pronto aprende
sin enseñárselo nadie.
También es magnífica la conocida saeta del hijo que junto al lecho de la madre moribunda dijo con profunda pena:
¡Jincarse de royllas
Que ya biene Dios;
Ba a resibirlo la mare e mi arma
e mi corasón! (sic)
Claro es que el paso de las imágenes de las procesiones que representan escenas de la Pasión, inspira á los corazones de os siervos de Cristo, contraídos por inmensa pena, saliendo á los labios la traducción del dolor que sus almas experimentan.
Y si á la posesión de esos sentimientos se agregan facultades de voz y expresiones angelicales y de hermosura, en el ser que pronuncia la oración de que venimos ocupándonos, no hay que decir cuanto gozaremos los que hemos tenido la dicha de escuchar á las mujeres de nuestros barrios populares, agrupadas al rededor del Jesús de Nazareth ó de la Santa Urna que se veneran en la Iglesia de Santa María, ó asomadas a los balcones de las casas de las calles por donde aquellos pasos transitaran en estos últimos días.
Cuando anteanoche llegamos al barrio del mismo nombre que aquella Iglesia, eran ya la una y media y subía el Nazareno la rampa de madera que conduce á la Iglesia.
La concurrencia era exhorbitante, formando una extensa, compacta y negra masa de criaturas de todas clases, sexos y edades, desde el paso de la Virgen, que cerraba la procesión, hasta la Plaza de Toros.
El bullicioso y vocerío eran ensordecedores; las coplas del pueblo, las voces de los que de una gran parte del mismo, protestaban de que se recogiera la procesión tan temprana y los acordes de las bandas de música, no nos permitieron coger al oído ninguna de las saetas entonadas en aquél término del trayecto recorrido en el barrio.
Y bien que lo sentimos, pues de uno de los balcones del piso principal de la casa núm. 25 de la calle de Santa María, se dejaba oír alguna que otra palabra de las coplas que entonaba una gallarda joven de potente y bien timbrada voz, que en algunos momentos lograba sobreponerse á tanto ruido.
Pero, á la vuelta nos detuvimos en la Plaza de San Juan de Dios, bajo los balcones de la casa señalada con el número 11.
En el segundo piso vive D.ª Carolina Camerino de Ortega, esposa del diestro gaditano Antonio Ortega el Marinero.
En cumplimiento de una promesa que había hecho, estaba cantando saetas con el singular estilo y maestría ya conocidos en Cádiz.
Hé aquí algunas de las que pudimos alcanzar oír:
¿Dónde va mi Dios metío
Entre medio los romanos
Difunto y muy mal herido
Y de faroles rodeao.
–
¿A quién buscáis señores?
¿Al rey Jesús Nazareno?
Sólo oír mentar su nombre
Los judíos caen al suelo.
–
Es tan estrecha la cama
Que el rey de los cielos tiene
Que para dormir en ella
Un pié sobre el otro tiene.
–
Caminemos, caminemos
Hasta llegar al Calvario,
Por muy pronto que lleguemos
Ya lo están sacrificando.
Los que abajo admirábamos, más que el contenido y sentir de la letra, el tono y acento con que eran cantadas, prorrumpieron en aplausos á la hermosa devota del Nazareno.
Isabelita Camerino, joven rubia con dos ojos del color del hermoso cielo de ayer, y muy guapa, parienta de la anterior, cantó entre otras las siguientes saetas:
En este día se observa
Un eclipse extraordinario,
Le da un desmayo a María
En el Monte del Calvario
Y está Cristo en su agonía.
–
Está sentado en la piedra
Aguardando los barrenos
Para enclavarlos en la Cruz
a Jesús el Nazareno.
–
Lo descuelgan de la Cruz
Descuartizao y hecho peazos,
Se lo entregan a María,
Y lo recibe su mare
En sus santísimos brazos.
La ovación a la simpática cantante fué muy grande.
Mercedes Jiménez, otra joven no menos simpática que la Isabel, y dándose las mejores trazas para el plañidero canto, dijo muy bien entre otras las coplas que siguen:
Pilato lava sus manos
Porque culpa no encontró,
El pueblo lo acriminaba
Por embustero y traidor.
–
¡Válgame Dios, madre mía!
¡Qué tres clavos más mortales!
Desde la una del día
Hasta las tres de la tarde
Que le duró la agonía.
–
Con el peso de la Cruz
Que le ahogaba la sed
Pidió una poca de agua
Y el pícaro de Pilato
Le da vinagre con hielo."
(Continuará)
_________________________
(1) SBARBI OSUNA, José María (carta a Antonio Machado Álvarez "Demófilo"), Revista La Enciclopedia, 5 de marzo de 1880.
(2)"(...) Ahí fue donde yo canté la primera saeta de mi vida. ¿Tú ves ese hueco de las dos columnas? ¡Ahí! pues tendría unos doce años. Salí cantando Y canté una saeta muy trágica:
Virgen del penal de Ceuta
saca a mi padre que está en presidio...
Mi padre estaba escuchando y decía: ¡será hijo de la gran puta! Ahí estaba el Lolo de Soledad, el Armando, unos bichos... A Jesús Nazareno, iba dedicada la saeta. Virgen de Ceuta, patrona del presidio, me acuerdo era una tragedia de aquí te espero, no se qué, no se cuanto, todas las mujeres llorando y mi padre el pobrecito... Y mi padre estaba en la esquina escuchando". TÉLLEZ RUBIO, Juan José y MARQUÉS PERALES, Juan Manuel, Chano Lobato. Memorias de Cádiz, Cádiz: Diputación Provincial de Cádiz, 2003 (Págs. 66 y 67).
El Nazareno de Santa María delante de la Cárcel Vieja |
Abramos el fardo. Es Jueves Santo, por lo tanto la luna llena alumbrará en la oscuridad de los testimonios, cómo la saeta flamenca, siguiriyera, directamente influenciada por las tonás de la Cárcel Vieja, se cultivaba con profusión y no menos devoción, en el último tercio del siglo XIX, en el barrio de Santa María, alrededor de El Greñuo, la imagen venerada por los gitanos gaditanos, que le imprimieron su personalísimo sello de jondura, con los Ortega, los Monge, los Fernández, los Espeletas... todos los taurinos viviendo a la verita de la Plaza de Toros del Campo del Sur: el espada El Marinero, los carniceros, los del Matadero y los tablajeros, junto al primogénito de una saga de veintidós hermanos: Chele Fateta, magnífico saetero, hermano mayor —nunca mejor dicho— de Aurelio Sellés; compartiendo barrio, cante y devoción con Chano Lobato, al que por cierto una saeta por poco le cuesta la trena (2).
Antonio Ortega El Marinero |
Sin alquimia ni suposición. Lean, lean, no es mera ciencia infusa, es la transcripción periodística, decimonónica, de un foco creador de la saeta flamenca: Cádiz y sus Puertos.
Entretanto llegan los papeles de otros arrabales; otras supuestas cunas de saetas flamencas, cuya "flamencología de salón" elevó lo inexistente a categoría de mito, aquí datos, fechas, lugares, letras de saetas, nombres, domicilios y demás circunstancias, con exquisito detalle y pulcra redacción:
"(...) La saeta es un rezo más que un canto, es un poema religioso verdaderamente tal, que pronuncia el hijo del pueblo, acongojado á la vista de cualquier catástrofe ó episodio del que no puede salir á salvo, sin que algo sobrenatural, divino, la misma mano de Dios, le auxilie en su tribulación, poniendo en él los ojos como la última esperanza.
Cantó una saeta el marinero que dijo en los supremos instantes de peligro:
El que no sepa rezar
que vaya por esos mares
y verá qué pronto aprende
sin enseñárselo nadie.
También es magnífica la conocida saeta del hijo que junto al lecho de la madre moribunda dijo con profunda pena:
¡Jincarse de royllas
Que ya biene Dios;
Ba a resibirlo la mare e mi arma
e mi corasón! (sic)
Claro es que el paso de las imágenes de las procesiones que representan escenas de la Pasión, inspira á los corazones de os siervos de Cristo, contraídos por inmensa pena, saliendo á los labios la traducción del dolor que sus almas experimentan.
Y si á la posesión de esos sentimientos se agregan facultades de voz y expresiones angelicales y de hermosura, en el ser que pronuncia la oración de que venimos ocupándonos, no hay que decir cuanto gozaremos los que hemos tenido la dicha de escuchar á las mujeres de nuestros barrios populares, agrupadas al rededor del Jesús de Nazareth ó de la Santa Urna que se veneran en la Iglesia de Santa María, ó asomadas a los balcones de las casas de las calles por donde aquellos pasos transitaran en estos últimos días.
Cuando anteanoche llegamos al barrio del mismo nombre que aquella Iglesia, eran ya la una y media y subía el Nazareno la rampa de madera que conduce á la Iglesia.
La concurrencia era exhorbitante, formando una extensa, compacta y negra masa de criaturas de todas clases, sexos y edades, desde el paso de la Virgen, que cerraba la procesión, hasta la Plaza de Toros.
El bullicioso y vocerío eran ensordecedores; las coplas del pueblo, las voces de los que de una gran parte del mismo, protestaban de que se recogiera la procesión tan temprana y los acordes de las bandas de música, no nos permitieron coger al oído ninguna de las saetas entonadas en aquél término del trayecto recorrido en el barrio.
Y bien que lo sentimos, pues de uno de los balcones del piso principal de la casa núm. 25 de la calle de Santa María, se dejaba oír alguna que otra palabra de las coplas que entonaba una gallarda joven de potente y bien timbrada voz, que en algunos momentos lograba sobreponerse á tanto ruido.
Pero, á la vuelta nos detuvimos en la Plaza de San Juan de Dios, bajo los balcones de la casa señalada con el número 11.
Antonio Ortega El Marinero |
En cumplimiento de una promesa que había hecho, estaba cantando saetas con el singular estilo y maestría ya conocidos en Cádiz.
Hé aquí algunas de las que pudimos alcanzar oír:
¿Dónde va mi Dios metío
Entre medio los romanos
Difunto y muy mal herido
Y de faroles rodeao.
–
¿A quién buscáis señores?
¿Al rey Jesús Nazareno?
Sólo oír mentar su nombre
Los judíos caen al suelo.
–
Es tan estrecha la cama
Que el rey de los cielos tiene
Que para dormir en ella
Un pié sobre el otro tiene.
–
Caminemos, caminemos
Hasta llegar al Calvario,
Por muy pronto que lleguemos
Ya lo están sacrificando.
Los que abajo admirábamos, más que el contenido y sentir de la letra, el tono y acento con que eran cantadas, prorrumpieron en aplausos á la hermosa devota del Nazareno.
Isabelita Camerino, joven rubia con dos ojos del color del hermoso cielo de ayer, y muy guapa, parienta de la anterior, cantó entre otras las siguientes saetas:
En este día se observa
Un eclipse extraordinario,
Le da un desmayo a María
En el Monte del Calvario
Y está Cristo en su agonía.
–
Está sentado en la piedra
Aguardando los barrenos
Para enclavarlos en la Cruz
a Jesús el Nazareno.
–
Lo descuelgan de la Cruz
Descuartizao y hecho peazos,
Se lo entregan a María,
Y lo recibe su mare
En sus santísimos brazos.
La ovación a la simpática cantante fué muy grande.
Mercedes Jiménez, otra joven no menos simpática que la Isabel, y dándose las mejores trazas para el plañidero canto, dijo muy bien entre otras las coplas que siguen:
Pilato lava sus manos
Porque culpa no encontró,
El pueblo lo acriminaba
Por embustero y traidor.
–
¡Válgame Dios, madre mía!
¡Qué tres clavos más mortales!
Desde la una del día
Hasta las tres de la tarde
Que le duró la agonía.
–
Con el peso de la Cruz
Que le ahogaba la sed
Pidió una poca de agua
Y el pícaro de Pilato
Le da vinagre con hielo."
Diario de Cádiz, 4 de abril de 1896 |
(Continuará)
_________________________
(1) SBARBI OSUNA, José María (carta a Antonio Machado Álvarez "Demófilo"), Revista La Enciclopedia, 5 de marzo de 1880.
(2)"(...) Ahí fue donde yo canté la primera saeta de mi vida. ¿Tú ves ese hueco de las dos columnas? ¡Ahí! pues tendría unos doce años. Salí cantando Y canté una saeta muy trágica:
Virgen del penal de Ceuta
saca a mi padre que está en presidio...
Mi padre estaba escuchando y decía: ¡será hijo de la gran puta! Ahí estaba el Lolo de Soledad, el Armando, unos bichos... A Jesús Nazareno, iba dedicada la saeta. Virgen de Ceuta, patrona del presidio, me acuerdo era una tragedia de aquí te espero, no se qué, no se cuanto, todas las mujeres llorando y mi padre el pobrecito... Y mi padre estaba en la esquina escuchando". TÉLLEZ RUBIO, Juan José y MARQUÉS PERALES, Juan Manuel, Chano Lobato. Memorias de Cádiz, Cádiz: Diputación Provincial de Cádiz, 2003 (Págs. 66 y 67).
Como la luna llena que alumbra, ese ha sido tu papel protagonista en este post. Gracias Javier
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