Fotografía: Jaime Gorospe |
La vida no le dio a Camarón la oportunidad de estudiar a Lorca, sin embargo lo intuyó y, a su forma, lo comprendió. Ricardo Pachón le acercó a Federico, en clase de bulería por soleá, con textos que hablaban de cuándo había que cortar las adelfas de un patio o, a ritmo de tango, de lunas que venían a la fragua, pongamos que de su padre Luis Monge, cuando templaba las alcayatas gitanas. José interpretaba La Tarara, y con la te y las tres mismas vocales –ahora en tiempo de bulerías de Cádiz– le cantaba también a La Tarraya (voz cubana, puertorriqueña y nicaragüense), o sea, al decorado marino que le había oído a La Perla y a su madre Rosa, con el arte de pesca (y el arte flamenco) que atrapaba en su red "un bichito mu feo por la orilla de la playa"; el mismo litoral donde se cantaban las playeras, siguiriyas de Cádiz y los Puertos, barrio y playa… de Santa María, en ambos casos.
Salitre de Fernando Villalón del barquito de vapó, el que echándole carbón navegaba contra marea; de la Viña o del Nuevo Mundo reflejado en el sainete de González del Castillo; o del Viejo Mundo del poeta árabe Omar Khayyam, en bulerías frigias o cadencia andaluza de La leyenda del tiempo.
Ya contamos aquí, que detrás de la fabulosa imaginación de Pericón aguardaba, asimismo, una poderosa intuición: Juan le fantaseó a Ortiz Nuevo, vía los Mellizos, sobre el proxeneta de un pulpo que le suministraba piedras preciosas, sin saber (o quizá sí) que a los simpáticos cefalópodos, todo lo que brille le servirá luego para decorar la entrada de la cueva marina, lo mismo una concha de nácar que un anillo de oro. Lo saben bien los mariscadores. ¿Lo sabía Pericón? Seguro que sí. Como también intuía que la música más rica del mundo es aquella tremendamente mestiza, capaz de contagiarse, porosa y permeable; la que más y mejor haya incorporado los elementos externos, melódicos, rítmicos y armónicos, por eso su disparatada teoría del origen del flamenco, aquél navío que encallara en La Caleta, allá por 1512, esparciendo los fardos con las partituras flamencas (cuyos mejores pentagramas se quedaron, por este orden: en Cádiz, Jerez y Sevilla), tiene, como toda leyenda, un substrato de verdad. Los últimos hallazgos historiográficos (léanse Bohórquez, Gamboa y Barberán en torno a El Planeta y El Fillo) le está dando la razón a Pericón, demostrando su sabia clarividencia.
Cachuchas, fandangos, jaleos y olés se oían en el Teatro del Balón durante el asedio de 1812, y un corpus de cantiñas daban fe de la contienda y sus destrozos; un parte de guerra de romeras, de rosas, caracoles, alegrías y mirabrás con "barrios desgraciaítos"; un parte descriptor de "la batalla del Cerro", con "voluntarios que sueltan carabinas", dibujando "baluartes invencibles" y "murallitas que son de piedra y no se notan":
¡Viva Fernando y Jorge
muera el francés!
que luzca en la diadema
palma y laurel
muera el francés!
que luzca en la diadema
palma y laurel
La petenera fue veracruzana antes que de la rivera de Paterna, en boca flamenca del cantaor Lázaro Quintana (teatro del Balón), como el tango americano, ya imbuido del elemento afro-negroide, se instaló en Cádiz… y lo bailó Curro Dulce: De la Habana vengo, señores, / de bailar un fandango / entre mulatas y chinas / que ya lo están chancleteando; y las autoridades municipales gaditanas discutieron y trataron de legislar sus diferencias, buscando la imposible cuadratura de un círculo rítmico que los buenos musicólogos (escuchen bien a Faustino Núñez) definen el compás con una ‘palabrota’, tan técnica como aclaratoria: ‘anfíbraco’.
De Guatemala a Puerto Rico
como tan chico
a Veracruz
traigo la fama de una habanera
tan hechicera
como eres tú
como tan chico
a Veracruz
traigo la fama de una habanera
tan hechicera
como eres tú
Cádiz |
San Juan de Puerto Rico |
Cádiz |
Y se refleja en el Carmen
sus espadañas
y alumbra el continente
de las Españas.
sus espadañas
y alumbra el continente
de las Españas.
Huella lexicográfica, arquitectónica y de cantos populares. Y zarzuela que viene y cantable que va; género ínfimo con la marea del muelle gaditano al corazón del porteño de Buenos Aires; al uruguayo de Montevideo. Y llega a Villoldo –sombrerito Orión– la copla lunfarda y canalla en un pentagrama escrito a Tiza –con el sombrero en la mano, como personas de diplomacia–. La arribazón de la polirritmia desembarca en el Río de la Plata y lo hereda Gardel, del arrabal a París, con un Cádiz en medio, puerto y puerta de cantes que recibe y que da, situado en el eje geográfico de todo este proceso que Fernando Quiñones bautizó: "De ida y vuelta".
Cádiz |
De la Guaira hasta Cienfuegos,
de Veracruz a Caracas,
de San Juan a Barranquilla,
hay detallitos del Mentiero:
La Habana y Santiago
y la Guayana,
conservan una huella
que es gaditana.
Santa Marta no es tan santa
por más que la santifiquen
ni tan mala Guatemala
ni tan rica Costa Rica (1).
San Juan de Puerto Rico |
Cádiz |
El que tiene la llave
del Virreinato,
no es el Virrey de España
que es mi mulato.
La Bodeguita del Medio, La Habana (Cuba) |
Y en el Mentidero pirulís de La Habana, sultanas de coco, guayaberas y tejeringos de La Guapa. Latitud americana y Longitud africana. Ése fue el rumbo. Ésa la rumba. ¡Y punto! (el punto cubano).
–"Home date cuenta que en aquella época para uno de Cái era más fácil embarcarse pa la Habana que ir a Madrid…"
(Marcos Zilbermann)
–"Hay que recordar aquí la vinculación constante de Cádiz con La Habana, a través de un tráfico ininterrumpido. Las clases más modestas de Cádiz nutrían aquellos buques de camareros, marmitones y marineros. Tripulaciones y tripulaciones gaditanas se impregnaban de los ritmos dulces y cadenciosos de ultramar. La población de Cádiz, año tras año, se renovaba en aquellos buques, y los que volvían traían para siempre una añoranza que unía más y más con los puertos del otro lado del mar Océano. La Habana fue, de todos ellos, el que más se vinculó a Cádiz en su folklore. Sólo un gaditano con añoranza pudo cantar":
(Ramón Solís)
Me gusta por la mañana
después del café bebío
asomarme por La Habana
con mi cigarro encendío. (2)
después del café bebío
asomarme por La Habana
con mi cigarro encendío. (2)
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(1) Haciéndole un guiño atrevido (e insolente) a la soleá apolá que nos grabó Pepe el de la Matrona:
Ni Veracruz es cruz
ni Santo Domingo es santo
ni Puerto Rico es tan rico
pa que lo veneren tanto.
le escribimos a Carmen de la Jara las alegrías arriba insertadas: Alegrías de las Américas (Javier Osuna) en su precioso trabajo Puerto de Indias, Fonoruz, CDF-2432
(2) Artículo publicado en el periódico El Conciso, 26 de julio de 2012, (Pág. 8. Tercera época. Número 7), cabecera conjunta, editada por Diario de Cádiz con motivo del Bicentenario de las Cortes.
Ni Veracruz es cruz
ni Santo Domingo es santo
ni Puerto Rico es tan rico
pa que lo veneren tanto.
le escribimos a Carmen de la Jara las alegrías arriba insertadas: Alegrías de las Américas (Javier Osuna) en su precioso trabajo Puerto de Indias, Fonoruz, CDF-2432
(2) Artículo publicado en el periódico El Conciso, 26 de julio de 2012, (Pág. 8. Tercera época. Número 7), cabecera conjunta, editada por Diario de Cádiz con motivo del Bicentenario de las Cortes.
Preciosidad de artículo, Javier. Un diez pá ti.
ResponderEliminarMuchas gracias, maestro. Todo un honor que leas y participes. La aportación de tu línea editorial 'Demófilo' -que seguro te habrán dicho mucho- déjame decirte que fue impagable.
EliminarAmericádiz es la exposición que se inaugura el viernes, ¿no?
ResponderEliminarJajajaja... eso he leído, sí.
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