Alegoría de Ñoto. periódico Juan Palomo. Hemeroteca Municipal de Madrid |
José Salas Ñoto fue un gitano de arte. Irrepetible. Provisto de una gracia natural. Hermano de Cáncamo, Yesca y Majalaolla —según distintos testimonios de sus coetáneos—, dejó ver su figura por el Cádiz de la primera mitad del siglo XIX. Depositario, como sus hermanos y como tantos gitanos de las poblaciones de la Bahía, de una larga tradición romancista. Fue descrito por el portuense Pedro Ibáñez Pacheco —de cuyos Cuentos gaditanos tiene publicado un trabajo la doctora y especialista en Literatura Española Marieta Cantos (1)—, también por el religioso José María León Domínguez en sus Recuerdos gaditanos (2) y por Adolfo Vila Valencia en varias de sus monografías (3).
Dibujo de Ibáñez Pacheco. periódico Juan Palomo. Hemeroteca Municipal de Madrid |
Notable en lo callejero
éralo en Cádiz el Ñoto
por vender la mercancía
de cerdos ó sus destrozos,
dedicado a las coles,
que es comida, si no bodrio,
á que son aficionados
los que quieren gastar poco.
Un día, cual otros muchos,
salió el hombre muy orondo
á circular por las calles,
y en lenguaje tartajoso
pregonaba con voz ronca:
"para laz colez eztrozos".
Acertará por fortuna
para solazar á otros
recorrer en dicho día
por donde en tiempos remotos
Porriños tuvo su asiento
en las esquinas que nombro.
También existiera allí
almacén, tienda ó chinchorro,
de vendedor genovés
que llamaron por apodo
Tarrafa ó el "Carcamán"
en lo de sisar muy lobo.
Pasáronse luengos años,
casi desde el terremoto
y la tienda de Tarrafa
llegó a producir muy poco.
Véndela los herederos,
se hace en ella gran trastorno
y al desarmar los estantes
hizo, sin duda, el demonio,
que los chuscos carpinteros
allí encontraban un bolo
ó queso de bola, viejo
cubierto de pelo o mojo
más duro que si de acero
se hubiera hecho á propósito.
Laváronle, pues, la cara,
lo pusieron muy lustroso,
como para dar un palo
asomando su figura
aquél hombre, medio oso,
con la nariz aplastada
y orejas de perro dogo,
con más boca que la espuerta
de su guiso apetitoso.
Llámanle los operarios,
y aunque algo receloso,
y con alguna jindama
en la tienda se entra el Ñoto.
–¡Con que buen amigo Salas,
dícele el más revoltoso,
aquí tiene este regalo
que es un queso muy remono,
y lo trajeron de Flandes
para curar un antojo
de la esposa de Tarrafa
cuando anunció el primer roro!–
Coge el queso en una mano
poniendo el semblante hosco,
lo examina, pesa y huele
y como viejo muy zorro,
luego lo vuelve a mirar,
lo coge y se hace el bobo,
y cual si diese en el quid
de regalo tan sabroso,
¡hasta lueeego, caaaballeros!
dijo najándose el Ñoto,
y hace frente al Matadero,
donde estaba su acomodo,
con tan suculenta carga
se encaminó presuroso.
Los chavales que le esperan
le achuchan formando corro,
pues en la mano llevaba
el queso limpio y hermoso.
–¡Pepa, dice á su gachí
en catorce ó quince tonos,
güerca, hija, la puchera
que hoy es día de jorgorio,
y paa jacé tan mar tiempo
no ha sio malo er negocio!–
Hizolo así la flamenca
y se tragaron a sorbos
el manró con las lentejas,
á cual despacha más pronto,
mirando de hito en hito
al queso con ambos ojos.
Acabaron de comer...
llegó el momento dichoso,
y el bueno de Ñoto Salas
le echó al queso este piropo:
–¡Ven acá, queso de gracia,
preciosísimo pimpoyo,
pa mí y pa los churumbeles,
va se la noche de novios!–
Esto diciendo el flamenco
echó mano á los manojos,
y de primera intención
hizo rodar aquel corcho
al querer, para probarlo,
cortarle de golpe un poco.
Resistiérasele el queso
al cuchillo del destrozo,
é hizo traer una sierra,
el martillo y un escoplo,
á ver si romper podía
aquél queso ó aquél monstruo;
mas a todo resistía
el queso maravilloso,
que parecía fundido
de hierro, cual ningún otro.
Sin perder Ñoto la calma,
pues era hombre muy docto,
cual dijo Correspondencia,
papel insulso y aun tonto,
en un camelo de gracia,
mandado por un gomoso
que también los hay en Cádiz,
sobre el entierro de Ñoto,
no perdió su calma, pues,
y como hábil piloto
dejó pasar el mal tiempo,
reflexionándolo todo.
Echóse sobre la mesa,
tiró el sombrero redondo
y se confundió su calva
en la del queso aratoso.
Pasóse un cuarto de hora
sin que respirase el Ñoto,
sólo la lluvia y los truenos
turbaban aquél reposo,
hasta que los churumbeles
armaron tal alboroto
al ver la calma del padre,
que despertarán á un sordo.
Entonces el buen Don Salas
con mucho de reconcomio
le dice á señá Pepiya
á manera de responso:
–Pichoncita de mi vía,
maresita de mis chorros,
¡la tormenta está muy fuerte!
¡¡¡mira qué truenos tan gordos!!!
Abre mare, la ventana,
por si quié el Topoeroso
que entren dos rayos y partan
á este quesito ¡de oro!
que me diñaron, ¡carapé!
pa que yo jisiese el oso...
El texto confirma la sospecha de Marieta Cantos de que su apellido era Salas. Hay una nueva mención al periódico La Correspondencia, si bien, da a entender —a nuestro modesto entender, al menos— de que aquella publicación de su entierro fue una broma que le gastaron.
A principio de siglo XX, Ñoto aún era recordado en las coplas del Carnaval gaditano, en este caso por la comparsa "Rojo y verde" de 1904 (4).
_________________________
(1) IBÁÑEZ PACHECO, Pedro, Cuentos gaditanos. Edición, introducción y notas Marieta Cantos Casenave, Cádiz: Diputación de Cádiz, 1997 (XXXII Los algodones, Pág. 160 y 161 y Apéndice de variantes, Pág. 237).
(2) LEÓN DOMÍNGUEZ, José María, Recuerdos gaditanos, Cádiz: 1897.
(3) Precisamente, Vila Valencia que, como la mayoría de los escritores de su época, no acostumbraba a dotar a sus trabajos de fuentes bibliográficas, nos cuenta otro episodio de Ñoto y el queso: "El Yesca, El Ñoto y El Cáncamo, (1864), tres gitanos que absorbían la atención de los gaditanos por sus repetidas anécdotas y su pergeño en el vestir. En cierta ocasión, molesta una señorita por una mala diligencia hecha por El Ñoto le regaló un queso tan duro que no había fuerza humana que alcanzara a partirlo, lo cual fue una pena cuando lo llevó a casa del Cáncamo para probarlo; más quiso la Divina Providencia que en aquellos instantes se desatara una horrible lluvia y tormenta. Ello pareció ser una solución. Ya habían intentado ambos gitanos partir el malhadado queso con un mazo y una porra, y... nada; amoscados con mucha razón el Yesca, que también estaba en la reunión, y viendo la cantidad de truenos que se dejaban de oír, cogió aquella bola indestructible y fue a ponerla en una ventana que daba a la calle, por lo que le preguntó el Ñoto qué pensaba hacer, a lo que le contestó el otro, de mal humor: ¡po a vé si lo parte un rayo!". Véase VALENCIA VILA, Adolfo, El barberillo de Cádiz o entre majas siempre hay celos, Cádiz: El autor (Jiménez-Mena, 1973), Págs. 31 y 32.
(4) Conozco a una anticuaria
(2) LEÓN DOMÍNGUEZ, José María, Recuerdos gaditanos, Cádiz: 1897.
(3) Precisamente, Vila Valencia que, como la mayoría de los escritores de su época, no acostumbraba a dotar a sus trabajos de fuentes bibliográficas, nos cuenta otro episodio de Ñoto y el queso: "El Yesca, El Ñoto y El Cáncamo, (1864), tres gitanos que absorbían la atención de los gaditanos por sus repetidas anécdotas y su pergeño en el vestir. En cierta ocasión, molesta una señorita por una mala diligencia hecha por El Ñoto le regaló un queso tan duro que no había fuerza humana que alcanzara a partirlo, lo cual fue una pena cuando lo llevó a casa del Cáncamo para probarlo; más quiso la Divina Providencia que en aquellos instantes se desatara una horrible lluvia y tormenta. Ello pareció ser una solución. Ya habían intentado ambos gitanos partir el malhadado queso con un mazo y una porra, y... nada; amoscados con mucha razón el Yesca, que también estaba en la reunión, y viendo la cantidad de truenos que se dejaban de oír, cogió aquella bola indestructible y fue a ponerla en una ventana que daba a la calle, por lo que le preguntó el Ñoto qué pensaba hacer, a lo que le contestó el otro, de mal humor: ¡po a vé si lo parte un rayo!". Véase VALENCIA VILA, Adolfo, El barberillo de Cádiz o entre majas siempre hay celos, Cádiz: El autor (Jiménez-Mena, 1973), Págs. 31 y 32.
(4) Conozco a una anticuaria
que está la pobre medio “chiflá”
y a usted le da la lata
si es que le habla de antigüedad...
Dice que ella tiene en su colección
los calzoncillos de Napoleón.
Y del moro Tarfe, con estimación,
conserva el turbante
que en Granada usó.
Dos tiras de encaje
y además dos cocas,
de la papalina de Juana la Loca.
Y también la pipa
de Guzmán El Bueno,
que dice que era
del pobre su abuelo.
De Novaliche conserva
una espada y un plumero,
guardando como recuerdo
de Ñoto un retrato entero.
De Capriles tiene el pito,
de Corrales su bastón,
y el gorro frigio famoso
de Juanillo El Aguador.
"Rojo y verde" (1904)
"Rojo y verde" (1904)
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