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domingo, 11 de mayo de 2014

Espacio Camarón o El Crustáceo de la Ínsula (no vayan a querer cobrarme)


En un pueblecito del sur, en una casita de la calle del Carmen, entre callejuelas próximas a las piezas o esteros de laberínticos caños de mar y mantos de fango, nació del vientre de Juana, José. Era el 5 de diciembre de 1950. Su padre era Luis, herrero, ocupación atávica de aquellos hombres bronceados, desde los primeros tiempos en que los "castellanos nuevos" pusieron pie y caravana en la Península Ibérica. Hacia 1427, se estima que "con sus galgos, sus caballos, sus salterios, argollas de oro en las orejas y anchos sombreros, con sus mujeres con mechones color de mora, procedentes de Egipto Menor, ya han franqueado los Pirineos" (1). La calle Orlando fue testigo de sus primeras alcayatas, luego la calle Amargura, inmediata al coso isleño. Su madre, ya enviudada, con callados dolores en la rótula de arrodillarse sobre una media luna de foamen, limpiaba escaleras de mármol de Carrara de los ricos caseríos de la antigua Isla de León y sacaba adelante, con el coraje de aquellas madres de posguerra, a su enorme prole. Nueve (diez con ella).


Preciosa foto de sus padres: Juana Cruz y Luis Monge

Salina del Río Arillo. Foto: AHMC




Pirámides blancas de sal con exactos triángulos coincidentes rodeaban un paisaje blanquísimo y fulgurante, que al poeta Manuel Machado le hicieron mezclar las sensaciones de órganos distintos, en descriptiva figura retórica: Cádiz, salada claridad. Pirámides saladas como las estructuras geométricas que los antiguos egiptanos, egipcianos —gitanos— construyeron a modo de túmulos funerarios, rindiéndole culto a sus antepasados.

Salina del Río Arillo. Foto: AHMC




                     El barquito de vapor
                está hecho con la idea
                que (en) echándole carbón
                navega contra marea. (2)

                Bajo Guía, Salmedina,

                espejos de los esteros,
                bandeja de agua salada
                donde están los salineros.

                ¡Qué (se) me importará a mí

                que se sequen las salinas
                mientras yo te tenga a ti!

                Esteros de Sancti-Petri

                salinas de San Fernando,
                espejos de sol y sal
                donde se duermen los barcos...

Así lo recogieron Demófilo y Fernando Villalón. Y así de bonito lo cantó José, en el laboratorio de Umbrete, a bordo de un candray pilotado por Ricardo Pachón, rumbo a una leyenda, con una tripulación de músicos, como: Rubem Damtas, Tomatito, Raimundo Amador, Jorge Pardo, Kiko Veneno, Gualberto García y los Alameda:



Salina del Río Arillo. Foto: AHMC





Salinas donde, al tiempo que se machacaban maderos para cimentar tinglados en el fango, se cantaba, haciendo referencia a la bola del Observatorio de Marina, y cómo ésta ascendía y marcaba el mediodía:

                   Ya subió la bola

                   pa que la capataza
                   eche el arró en la olla.

                   Se va el tren de las ,

                   ya falta menos
                   pa que se esconda el .

                   Ya se va el lucero

                   pa que den de mano
                   los compañeros. (3)


Salina del Río Arillo. Foto: AHMC

Observatorio de Marina. Siglo XIX. Repárese en la bola. Foto: AHMC


Paisajes reflejados en las coplas flamencas del siglo XIX, como esta soleá de tres versos, recogida por Antonio Machado Demófilo, en su (célebre) Colección de cantes flamencos, de 1881:

                    Tú tienes muy poca sá;

                    Corre bete a las salinas
                    Que te la acaban de echá. (4)




Al fondo del horizonte, como un vergel pintado al óleo y visto desde la distancia: Chiclana de la Frontera, flamenca desde la cuna, de rica huerta y salinar y una uva prodigiosa. Hacia poniente y unida a ella por un angosto tren de dunas, Cádiz, aún con mayor insularidad que la propia Isla.

Plano francés de la Bahía de Cádiz. Finales de siglo XVIII


Salina del Río Arillo. Foto: AHMC

El tranvía pasa por el Río Arillo, que delimitan los términos municipales
entre Cádiz y San Fernando

La Estación de San Fernando a principios de siglo XX. Al fondo el puente de La Casería





Santa Teresa. Camino de La Casería. Foto: Los fardos

Gallineros fabricados con chatarra de diversa procedencia, con enrejados de condensadores frigoríficos, herrumbrosos. Chabolas de madera y latas, como Villalata, al Sureste de San Fernando. Caminos polvorientos, delimitados por chumberas y pitas engastadas a colinas arcillosas. Geranios en terracotas de latas de chícharos. Cochineras pestilentes dentro de un pilón, con cochinos alimentados con basura orgánica. Eucaliptales, a la vera de El Castillito, que ululaban cuando el levante se instalaba sin permiso y esparcía el aroma balsámico de sus hojas con la brisa de La Casería. Conejeras llenas de yerba. Lavaderos con cientos de moscas en un incansable ballet zigzagueante y sombrío. Güichis y ultramarinos con cortinas de palillos multicolores, que olían a Chiclana de barril. Vendedores de merengue coloreado, colilleros, betuneros y tenderos de fruta picada, oficios pobres para clientelas sin recursos.


Santa Teresa. Camino de La Casería. Foto: Los fardos

Salina del Río Arillo. Foto: AHMC
Preciosa postal de un viejo falucho salinero de vela latina

No todo era gris en aquel San Fernando de los años 50. A pesar de la dureza de los tiempos de dictadura, para un niño había lugares fantásticos y embarcaciones con nombres maravillosos: Gallineras, Zaporito, con su pequeño muelle al Sureste; Candrays, barrigones de sal o arena; el Caño Herrera (donde los chiquillos del barrio aprendían a nadar), el Cerro de los Mártires... Cada patio o corral tenía nombre propio: "el patio de Felipa", "el corral de Matías", "la Casa Honda", "la Casa Grande", "de San Antonio", "de El Toro", "de El Algarrobo", "de Los Escalones", "de La Chicuca"...

Y el reverso paisajístico, que reflejaba la otra Isla de los años 50, la del Panteón de Marinos Ilustres, del laureado general Varela, burguesa y plegada a la servidumbre militar. En el polo opuesto del güichiLa Mallorquina, café-restaurante exclusivo para la gente bien vestida que tenía criadas en sus casas (5). Una Isla bipolar que, difícilmente, juntaba y sociabilizaba sus dos polos, ni siquiera en los recreos o puntos de entrada del Liceo, entre los "gratuitos" y los "de pago": por la Iglesia los primeros; por caminos lindantes de huertas y chumberas, los segundos. (6) A veces la vida esparce como diablillos voladores, semillas de caprichosas e irónicas circunstancias: el general Varela, que junto a López Pinto y refuerzos procedentes de Marruecos, ocupó la ciudad de Cádiz en el golpe de estado del 18 de julio de 1936, se convertiría con los años en el suegro —póstumo— de Paco de Lucía.

En esa preciosa Isla, de pregones de bocas y moras, de búcaros fríos y de huevos blancos de gallinas negras, nació un chiquillo de pelo rubiasco y piel muy blanquita. Pijote —chico— fue su primer mote, heredado de su hermano. Sagitario, él. Soñó con tentaderos imposibles y toreó vaquillas a la luz de la luna Sanfernandina, que iluminaba sus huertas espaciosas, como la de Bernal, donde trabajó El Chato de la Isla (7), la del Lagarto, la del Almendral... Jugó a pescar "a tiento" lenguados en el fango y robalos con la caña y la corchuela. Aquel niño escuchó el cante de manera tan natural como olió la leche recién ordeñada, vio los atardeceres diarios, la floración de almendros e higueras o las mareas vivas que desecaban los caños, para que expertos coquineros anduviesen sobre el cieno que —ríase usted— de pasajes bíblicos de "andar por las aguas".


A la luna de enero / con mi capote y muleta /
iba a los encerraeros... (bulería)
Era rubito y de piel blanca (ya se ha dicho), lo cual significa que contradecía al estereotipo de los de su etnia de bronce oscuro y pelo negro. Un gitano chiclanero, afincado en el barrio de Santa María, Joseíco, hermano de Rosa la Papera y tío de La Perla de Cádiz, le puso un sobrenombre, bello y descriptivo, por su tono blanquecino.

Pero ahora, listísimos de allende de nuestra provincia quieren hacer caja con su universal y gaditano remoquete; así que —en adelante— le llamaremos: "El Crustáceo". Un decápodo común a la Bahía de Cádiz, tanto a sus esteros como común a los roquedales de su mar atlántica y al Saco interior de la Bahía

"Tortillitas de crustáceos". Foto: Cosas de Comé
La pobreza siempre engendra una maravilla culinaria. Siempre. Y en la génesis de un buen plato hay una enorme dosis de necesidad y de ingenio. Hay un estómago que protesta eternamente en un contexto de escasez. La huerta arrimó la cebolleta y el perejil. Las tahonas gaditanas, regentadas por aquella numerosa colonia genovesa, hicieron el resto, con la harina de garbanzo. Todavía, en el Cádiz de las Cortes, los oriundos de Génova monopolizaban las fábricas de harinas y pasta, y el arte de la freiduría, en 1813 (8), mucho antes que la colonia gallega tomase el relevo de su maestría. Las "tortillitas de crustáceos", (llamémosla así, no nos vayan a reclamar royalties) nacieron en la Bahía gaditana, difícil precisar dónde, porque los notarios de la buena mesa nunca están de guardia cuando alguien inventa un plato; por otra parte, debate tan estéril como determinar si los ángeles están circuncidados.

"Tortillitas de crustáceos". Foto: Cosas de Comé

Un cartuchito. Foto: Los fardos




Se acuñaron bellas coplas flamencas en torno a la especie, como aquella bulería de la saga de los Méndez, en torrente fortísimo de La Paquera de Jerez: (cuya letra modificaremos convenientemente) 


                   Si te llamas Dolores
               llévame al río
               y coge crustáceos
               con el vestío.

Blanco impoluto y marisco fresco.
Playa de la Victoria (Cádiz). Foto: MdC


Muchas son las subespecies de este animal marino que, asimismo, han generado un rico léxico: (Crustáceo) del porreo o porrúo, (tan buen manjar como mejor carná); rayao, acorazao, tigre, blanco, verde, caletero, de estero, de poza, de salina... incluso el utensilio en el que se le captura, llamado gazapete, salabá o (por imperativo legal) crustacera






Tradicional marisco en las playas gaditanas. Foto: Los fardos

Playa de la Victoria (Cádiz) con las antiguas garitas de mimbre.

José creció. Se hizo un hombre sorprendentemente tímido, pero con una deslumbrante vida interior. Sus ojos hablaban todo lo que su boca no. Sus miradas sentenciaban. Le costaba hablar. Pero no cantar. Para él cantar era algo tan natural como respirar o pestañear. Y cantaba como los ángeles, al fin y al cabo, era Monje y los monjes cantan con angelical introspección, aunque su convento fuera el paisaje de su Isla. ¿Su Isla? A partir de ahora nos referiremos a ella como su Ínsula, porque barrunto peligro como el viento del sur barrunta el agua. 


Joselito se juntó con otro sagitario que se le cruzó por el camino, hijo éste de una humilde y luchadora portuguesa, de circunstancias sociales y estrecheces, muy similares: José ("el de Juana"); Paco ("el de Lucía"). Los dos formaron una montaña musical de esas que la providencia arroja cada ciento y pico de años. 





Con Antonio Mairena
José, "El Crustáceo de la Ínsula" fue agigantando una leyenda sin saberlo. Él seguía apegado a la humildad y abrazado a la sencillez: a potajes de acelgas, a acedías frescas y a pucheros con yerbabuena. 

Enceló a Antonio Mairena. Maravilló a Manolo Caracol. Contó con el visto bueno de La Niña de los Peines y de Pepe Pinto. Para La Perla de Cádiz era su gitano rubillo, el que le había "robao" to sus cantes.





Con La Perla de Cádiz
Con Manolo Caracol


Llamó la atención de la gran Fernanda y de Bernarda de Utrera. A la primera le llamaba "La Tita" y de ella decía con enorme admiración: 

"—¡To lo que tú quieras, pero La Tita nos coge en un cuarto por soleá y nos manda por tabaco a tos!"

Con Fernanda de Utrera

Antonio Mairena, Manuel Mairena, Enrique Morente, Camarón, José Menese y Chocolate
Foto: Flamenco en mi memoria


Con Lola Flores, que lo adoraba


Con su hermano, Juan Monge "El Metepata"
Su hermano mayor, Manuel Monge, gitano cabal y honrado donde los haya, que en ausencia de su padre Luis asumió el papel paterno, cultivó el cante de atrás. Aquí lo vemos en compañía de Manuel de Jesulito, Jineto y La Mela, cantando para el baile de un joven Dieguito de la Margara, antes de que éste le diera al Cádiz CF, inmensas tardes de gloria y el gol de su primer Trofeo Ramón de Carranza, contra el Sevilla:




Asombró a todos y luchó contra una ortodoxia que no le perdonaba la seguridad que mostraba desde su heterodoxia insolente para ellos. Después de todo era la misma anarquía, caprichosa e intuitiva, que practicaron, antes o al mismo tiempo, otros gigantescos gitanos, raros, extravagantes, lunáticos y excéntricos de su provincia, como Enrique el Mellizo, Manuel Torre, Magandé, Santiago Donday, Fernando Terremoto o Manuel Agujetas..., siempre con un orgullo racial que parece decir: ¡En mi hambre mando yo! 



En una entrevista que le concedió a Francisco Rivas para la revista El Europeo, en 1991, dijo al respecto:

"(...) Me estoy acordando ahora mismo de Santiago Donday, o de tantos otros fenómenos, y yo muero con ellos. Salvajes, como lo era Terremoto. Decía que era imposible cantar con las campanas contás. O como lo fue Manuel Torre." (9)



Juanito Villar, Camarón y Santiago Donday


Él sonreía. Fumaba mucho y por lo bajini decía: "—¡Ya me entenderán!". Y llegó su primer disco de vinilo: Al verte las flores lloran, en cuya portada le antecedía el título: El Crustáceo de la Ínsula con la colaboración especial de Paco de Lucía. Luego vendrían más trabajos, hasta que un nuevo concepto de marketing decide quitarle "de la Ínsula" y dejarlo sólo en "Crustáceo". De ahí nace el disco Te lo dice Crustáceo, ya con la guitarra del almeriense Solanumcito, diminutivo del fruto de la planta mexicana que tanto tiene que decir en nuestro gazpacho.

Acrílico, 130 x 100. Jimena Aragonés Talavera

Luego vinieron más y más microsurcos...
Y conciertos... 
Y giras...
espantás...
Y una leyenda negra y otra leyenda del tiempo que lo elevaría al mito...
Y un desenlace de muerte que lo enterró para siempre una calurosísima mañana de julio de 1992


Puente Zuazo. La Isla parecía Teherán enterrando a su Jomeini.
Sus restos son llevados por Paco de Lucía y Tomatito.
Entre otros, Pansequito y El Carlé. Foto: Kiki

Su primera escultura de Antonio Mota
Han pasado veintitantos años de su muerte. El Crustáceo tiene una Peña, más un Memorial y una Ruta, junto a dos esculturas de bronce, una en La Línea de la Concepción y otra en la Ínsula del Felino; y una Venta lo vincula permanentemente a su persona. Sumen una tesis doctoral que se escribió desde Francia (10) y su primera biografía en francés (11)... y resten a cientos de avispados pseudo empresarios comercializando fraudulentamente con su imagen, en forma de llaveros, camisetas, posavasos, póster, postales, ceniceros...

Mientras tanto, su Isla de San Fernando y su Bahía entera ya llega tarde, muy tarde para hacerle justicia al hijo pródigo, siempre a golpe de oportunismo político o de redondeada efeméride para acordarse de él. ¿Por qué siempre nos acordamos de los desaparecidos tan sólo en los años de cifras redondas? ¿Qué enorme estupidez nos empuja? 



Sí. La dicha es buena, pero la fragua de su padre no se puede visitar, ni su casa natal, ni el paraje natural donde jugó de niño, ni su colección particular de guitarras y stradivarius, ni nadie ha sido capaz de sacar a flote la Fundación del Crustáceo de la Ínsula, que perpetúe su nombre, desde el estudio científico, desde la divulgación y conservación de sus pertenencias. Un legado que se gestione con amplitud de miras, que implique a su vecina Bahía, sin la cual, no se entiende el desarrollo de su gigantesca figura. 


Foto: Alberto García Alix

Porque El Crustáceo de la Ínsula, además de callejolero, es de Cádiz y los Puertos, queremos decir, que fue un cantaor, adscrito, consecuencia, hijo y producto de dicha comarca geográfica cantaora, llamada "Cádiz y sus Puertos", en donde se nutrió de sus soniquetes, de sus formas y peculiaridades rítmicas, así como de su manera de decirlo, en lo musical, en la afinación, en cada tercio, en las glosolalias y en el acento. Y, sobre todo, en su repertorio. Todos sus antepasados: la comunidad gitana y la no gitana. Desde las Pragmáticas hasta el teatro, la tonadilla y el aporte ultramarino, con todo un Panteón de cantaores ilustres: de los pueblos porteños que circundan su Bahía: El Planeta, El Fillo, Curro DulceEl Viejo de la Isla su hermana María Borrico, Lázaro Quintana, Tomás El Nitri, El Niño de la Isla... y Puerto Real y El Puerto y Rota y Sanlúcar y Chiclana y Cádiz...

Foto: José Lamarca

En la misma capital y en El Puerto de Santa María se podría hacer, de manera complementaria al gran Espacio Crustáceo, un itinerario o Ruta Crustácea de Cádiz y sus Puertos. ¿Enseñando qué? Enseñando esa amplitud de miras, y esa realidad, repito, complementando el núcleo expositivo de su ciudad natal. Por ejemplo las gitanerías portuenses que custodiaron los corridos, o la casa de La Perla que tanto influyó en su cante; de su madre La Papera (que influyó todavía más), de Manuela Charol y de Joseíco, que le diera su remoquete universal: ¡el único que moralmente tendría derecho a registrar marca alguna! todos del barrio  de Santa María; y enseñar la huella de Aurelio, y de todos los antepasado de Caracol (su cantaor más admirado, con permiso del linense Chaqueta, de no menor huella en él), o la de Magandé en comandita con su padre Luis Monge, o la casa natal de El Niño de los Rizos que tenía la guitarra que José quería y que Eugenio le prometió darle; o la casa de Juan Doblones, uno de sus tocaores olvidados por la flamencología, aún siendo de los primeros en acompañarle a nivel profesional…


Con Eugenio, El Niño de los Rizos. Foto: Juman

Últimas noticias. Alguien —algunos— a la sombra fresca de leyes y al amparo de la Propiedad Industrial y del cenagoso mundo de las marcas y de los copirráis, han dicho ¡Quieto, José! que el primero que mencione al Crustáceo en el Espacio Crustáceo sin contar con nosotros, tiene que pasar por caja. El flamenco será Patrimonio de la Humanidad, pero El Crustáceo de la Ínsula nos pertenece a nosotros: Belowgroup, una empresa, cuyo registro mercantil lo efectuamos desde el coñotita, a cientos de kilómetros del Castillo de San Romualdo, de las brisas de Camposoto, del Freidor del Deán y de La Ardila... porque nos gustan las cañaíllas de pico... ¡y también coger un pico por el Cañaílla!


¡Si es que estos de provincias no entienden nada! 








POSDATA:

DONDE DICE Crustáceo DEBE DECIR Camarón.
DONDE DICE de la Ínsula DEBE DECIR de la Isla.
DONDE DICE de la Ínsula del Felino DEBE DECIR de la Isla de León.
DONDE DICE Solanumcito DEBE DECIR Tomatito.


Debe. Pero yo no lo he hecho —por si acaso— no vaya a tener que pagar por escribir en un blog la palabrita de marras, porque: "Crustáceo que se duerme se lo lleva la corriente" que está próximo a la quisquilla... ¡Y la cosa se está poniendo quisquillosa!




_________________________


(1) LEBLON, BernardLos gitanos de España, Barcelona: Gedisa Editorial, 2001 (pág.11).

(2) Antonio Machado Demófilo, en 1881, recogió esta copla e hizo la siguiente anotación a pie de página: "Creo que es un hecho verdadero y de importancia, señalado por el eminente autor italiano señor Pitré, que la mayoría de las producciones populares nacen a la raíz de los hechos a que se refieren. Esta copla, como la que dice:

                                                         El barquito del vapó
                                                         Está jecho con idea,
                                                         En echándole carbón
                                                         Nabega (sic) contra marea.

la creemos nacida en la época en que se vio por primera vez en Andalucía la aplicación de estos dos importantes descubrimientos. El pueblo parece como que se apresura a dar en sus canciones la bienvenida a todas las aplicaciones científicas que son para él motivo de progreso y bienestar. Exponemos esta creencia y opinión, no como teoría." Véase: MACHADO Y ÁLVAREZ, AntonioColección de cantes flamencos, recogidos y anotados por Antonio Machado y Álvarez "Demófilo". Edición, introducción y notas de Enrique Baltanás, Sevilla: Portada Editorial, 1996.

(3) ALEU ZUAZO, SalvadorFlamencos de la Isla en el recuerdo, San Fernando (Cádiz): Isleña de prensa, 1991 (pág. 20).

(4) MACHADO Y ÁLVAREZ, AntonioColección de cantes flamencos, recogidos y anotados por Antonio Machado y Álvarez "Demófilo". Edición, introducción y notas de Enrique Baltanás, Sevilla: Portada Editorial, 1996 (pág. 147).

(5) "La aristocracia de mi pueblo era estúpida elevada al cuadrado. Tenían bailes para ellos y de ellos en la Alameda de Moreno de Guerra y la banda de Infantería de Marina les amenizaba los domingos y festivos desde la Marquesina de la misma alameda donde 'la crema' paseaba a sus anchas y los pobres también oían pero generalmente desde lejos. Había la acera de los señoritos y la de los tramposos, aunque ya por aquellos años empezaron a pasar de una acera a otra, los pobres a la de los señoritos. 'La Mallorquina' café-restaurante era el lugar exclusivo para gente bien vestida y buena presencia. Si cualquier obrero osaba entrar aunque fuera bien vestido se encontraba aislado del público y visto de mala manera por el personal del mostrador. Era el lugar de ellos, de la burguesía, de sus reuniones vespertinas y sobre todo después de la misa del domingo y fiestas de guardar, así cerquita se vigilaban mutuamente y donde ponía su nota de gallo deseado el celebérrimo padre Franco entre las solteronas beatas". Véase: CASADO MONTADO, José, Memorias de un mal nacido, Cádiz: El Autor, 1989 (Cádiz: Jiménez-Mena, pág.47).

(6) MONTIEL SÁNCHEZ, Enrique, Camarón, vida y muerte del cante, Barcelona: Ediciones B, 1992 (pág. 35).

(7) ALEU ZUAZO, Salvador, El Chato de la Isla, entre la vida y el cante, San Fernando (Cádiz): Ispren, 1995 (pág. 42).

(8) Tan sólo un muestreo de los habitantes del barrio de Santa María de 1813 y de sus profesiones, nos dio como resultado una abrumadora supremacía de genoveses, dedicados a la fabricación de pastas y a los freidores. Entonces, la colonia montañesa y la gallega (ambas, también, muy numerosa en Cádiz) se dedicaban, principalmente a las tabernas (en el caso de los jándalos) y al oficio de mandaderos (en el de los gallegos):

— Manuel Maineto (Génova), domiciliado en Jabonería, 39. Profesión: freidor.
— José de Castro (Génova), domiciliado en Santo Domingo, 78. Profesión: fideero.
— Juan Castanetto (Génova), domiciliado en Santo Domingo, 82. Profesión: fideero.
— Santiago Guilarda (Génova), domiciliado en Sopranis, 86. Profesión: fábrica de fideos.
— Vicente Blasco (Génova), domiciliado en Sopranis, 93. Profesión: freidor.
— Lorenzo Grillo (Génova), domiciliado en Sopranis, 107. Profesión: fábrica de fideos.
— Santiago Mayo (Génova), domiciliado en Sopranis, 109. Profesión: fideero.
— Antonio Grillo (Génova), domiciliado en Sopranis, 115. Profesión: fábrica de fideos.
— Ángel Montes (Génova), domiciliado en Sopranis, 118. Profesión: freidor.
— Agustín Aicardo o Ricardo (Génova), domiciliado en Sopranis, 123. Profesión: freidor.
— Vicente Perfumo (Génova), domiciliado en Sopranis, 142. Profesión: freidor.
— Jorge Pito (Génova), domiciliado en Del Boquete. Profesión: fideero.
— Tomás Bruzón (Génova), domiciliado en Nueva, 39. Profesión: fabrica masa.
— Tomás Masa (Génova), domiciliado en Nueva, 39. Profesión: fabrica masa.

Véase: Padrón General de la Parroquia Matriz de Santacruz (Libro 1.058) Archivo Histórico Municipal de Cádiz.

(9) RIVAS, FranciscoLa historia empieza mañana, Camarón. Revista El Europeo, número 33, junio de 1991 (págs. 50-65).

(10) GARCÍA PLATA, Mercedes, Camarón de la Isla 1969-1992, entre tradición y evolución, Cádiz: Diputación de Cádiz, 2002.

(11) FILIU, Jean-Pierre, Camarón la révolution du flamenco, 2010.