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lunes, 3 de julio de 2017

Camarón: la penúltima noche

Cádiz, 1991. La imagen de Camarón proyectada sobre el espejo del camerino. Foto Los fardos

No está muy claro cuándo y cómo el mito anida en uno. En qué momento los hilos invisibles de la emoción empiezan a horadar tripas y cuándo y de qué forma la música comienza a proporcionarte un bienestar que nunca serás capaz de devolverle. Lo cierto es que las emociones vienen para quedarse. No avisan. Se instalan. Se arrellanan cómodas en un rincón invisible de tu personalidad y, compatibles con otros lenguajes musicales diferentes (incluso de idiomas que no alcanzas a comprender, salvo el musical, que es una suerte de esperanto), sus notas y ritmos te acarician el alma.



Asocias canciones a momentos vividos, como las viejas fragancias que los cajones de la memoria esparcen al ser abiertos, y un olor, a orilla y algas de arribazón, es capaz de fijar en tu cerebro la imagen justa de tu infancia en la que un día de clase gris exploraste lo prohibido: el viejo acantilado de arcilla y piedra ostionera, con un yodo que la espuma esparcía mezclada con el viento. Y había música en las olas rompientes, rociando notas que la mente reproducía. Faltaba que el tiempo armonizara aquellos sutiles acordes de la naturaleza.




El tocadiscos gris presidía en el centro la única mesilla de noche que dividía ambas camas a cada lado de la habitación prohibida. Camas de hermanos mayores, de tubo de hierro ribeteado y somieres chirriantes. Cuarto de acceso restringido. Territorio vedado. Territorio clandestino. Sólo la música podía servir de visado. Solamente la afinidad musical era capaz de conciliar las disputas cainitas. El mero hecho de compartir héroes sonoros rebajaba las estrictas exigencias fronterizas que el dintel de la puerta establecía, en aquellas normas soberanas de dormitorio: permisos de entrada, por mor de gustos musicales. Aquel cuarto tenía una acusada personalidad: pósters de ADENA amarillos ocultaban pequeños huecos que quedaban de pintura azul, desvaída, de mala calidad. Tocabas la pared y un añil intenso de polvo de tiza de color se quedaba impregnado en tu dedo índice, como cuando se estampaba la huella digital en las comisarías de la Transición. Culebras y ratones diseccionados en formol dentro de frascos de cristal de todos los tamaños, coronaban en alto un viejo armario de cuatro patas, en cuyos fondos se escondió aquella cría de gata gris, atigrada, preciosa y agresiva, que la paciente matriarca devolvió inmediatamente al polvoriento callejón del Cementerio, su lugar de origen. Aquel armario, repleto de libros antiguos y singularidades, albergaba: minerales rarísimos; conchas exóticas, esqueletos de bichos de todo género y condición. Pieles disecadas; una enorme y dura bola de papel Albal y un omnipresente olor sulfhídrico a laboratorio, que la lejía de doña Encarna y las ventanas abiertas, orientadas a levante, no eran capaces de orear. 

Singles —ninguno comprado: "en casa de viuda: discos prestados"— esparcidos encima de una cama desecha, sobre la colcha de hilo: The BeatlesDeep PurpleJanis JoplinJimi HendrixBob DylanCat StevensPink FloydJoe CockerSimon & GarfunkelSantanaCreedence Clearwater Revival... y la humareda densa de Ducados y Celtas (sin boquillas) inundaba la estancia. El picú giraba y la música elevaba el espíritu, haciendo de aquella alcoba el epicentro luminoso de toda una vida por venir.




Camarón —el flamenco en general— se incorporó algo más tarde a mi universo particular. Llegó al poco tiempo de aquel cosmos hippy, contracultural y pacifista, que servidor respiraba, por mor de hermanos mayores, los cuales, en avanzadilla, trazaban sendas de tendencias e ilusión; un firmamento calidoscópico de largas greñas, pies descalzos, paz y psicodelia, cimentado todo sobre un gran respeto por la naturaleza y la biodiversidad no en balde, los dos mayores cursaron carreras de ciencias puras, siendo aún más bichero el segundo que el primero, que hizo biología—. Digamos que los melismas de José, templando el metal de su cante, como su padre Luis templó alcayatas en la fragua de la calle Orlando, llegaron después del yeyeísmo Beatle y su enorme consecuencia en el pop mundial; pero superó —complementó, sería más correcto— todas las propuestas anglosajonas. Descubrí que había otra orilla musical, propia, fresca e igual de fantástica que la rockera; un mundo nuevo; un nuevo mundo, que el caballo blanco y negro del día y de la noche atravesaba a galope por las sendas de las piezas de estero del salinar de Cádiz y sus Puertos, uno de cuyos puertos de mar es Real y asienta su real carenero y es Isla de León.

Una cinta cassette de expositores de gasolinera, con una etiqueta de color verde en su interior y una fotografía doble, anunciaba en la portada del estuche un mano a mano, como si se tratase de un pugilato boxístico de barrio: Camarón y El Lebrijano. Juan Peña El Lebrijano gozaba de una voz sobrecogedora, muy potente y diáfana y hacía en aquella cinta la mejor versión buleaera que servidor haya oído de La Tarara (incluida la posterior camaronera de La Leyenda del Tiempo). Camarón desplegaba su dominio por bulerías, e iba por la calle abajo y cuando miraba pa´rriba, subir le costaba trabajo. He ahí el Big Bang. El principio del todo. El Génesis a las puertas del arte flamenco; desde el "observatorio" de mi perspectiva, claro está. El universo camaronero en expansión que crecía como un agujero negro, y que los astrofísicos melómanos no alcanzaban a comprender su dimensión. El poeta Carlos Lencero lo intuyó y lo retrató bien bonito. Certero, como un dardo:

                        Y ahora va a cantar José,

                   plata de luna en Los Puertos
                   y oro de vino en Jerez.

                              Temblando entre las estrellas
                   la voz de Camarón viene
                   y el corazón de la tierra
                   la sostiene.


La voz de Camarón era un prodigio de afinación. Lo decía, absolutamente convencido, Paco de Lucía, que lo conoció mejor que nadie y que de armónicos, notas y registros tonales, sabía un rato largo. El gitanito de la calle Carmen, además de su insólita afinación, tenía un metrónomo en la barriga que la naturaleza le había regalado, como la plata de luna (en los Puertos) y el oro de vino (en Jerez) que engastaban el precioso diamante de su voz y que le hacía ganar porfías en Abbey Road a las claquetas prusianas de los ingenieros de sonido, en presencia de la Royal Philharmonic Orchestra. Veamos un ejemplo. Las bulerías que siguen son inéditas. José está en un estudio con los cascos puestos oyendo las guitarras, verticales y veloces, de Paco y Tomate, con las palmas de Antonio Humanes y Pepe de Lucía. Se escucha hasta su respiración. Se "oyen" hasta sus silencios, llegado el caso de que éstos suenen.

Camarón canta con la misma naturalidad que respira y ve. Llega un punto en el cual, para no forzar la voz (1: 22) baja una octava el tono y canta aliviado, implorándole a la luna: "Quédate conmigo y no te vayas". Me maravilla el descenso de esa octava; ¡la octava maravilla!, porque muestra su lado humano, perecedero y frágil, y el control de las tonalidades, aunque en cualquier momento asciende (lo hace en el minuto 1: 54) para decir que "No me aprietes más la llaga que tengo en mi corazón". Prosigue el descenso (2: 15) "Yo pienso en aquella tarde" para retornar arriba y regresar a la octava maravilla (3: 02): "Sólo mirarte a los ojos, sé si es mentira o verdad", preciosa estrofa que no formará parte de la grabación original que, bajo el título de Ná es eterno, vuelve José a aliviarse (3: 42) en los acrobáticos melismas de su 'ná' para concluir.


Ná es eterno, José. Cierto. ¡Salvo tú!



Viajemos por el agujero de la leyenda del tiempo hasta situarnos en julio de 1991. La Peña Juanito Villar, emblemática, tenía mucho contacto con José. No en vano, su titular, Juanito Villar, entroncado, por línea materna, con La Perla de Cádiz y con la familia de Camarón, a través de dos dinastías flamencas: los Jiménez de Cádiz y los Monje de La Isla, guardaba mil y una vivencias en aquel Madrid de los años 70 que compartió con el de Las Callejuelas, entre juergas interminables y partidas de billar. Billar con Villar. Hasta el alba. José iba a buscar a Juanito en Los Canasteros de Manolo Caracol, cuando acababa, para llevárselo de juerga y mangarle algunos detallitos literarios por bulerías de Alfonso del GasparCamarón, por otra parte, mantenía muchos lazos con la peña, con el barrio y con Cádiz, en general. Infinidad de veces paraba en casa de Luis el Telaraña, con Juanito Villar, su hermano El PijoteEl Maera y otros muchos, en interminables partidas de billar. 




Camarón concursando de niño en La Cueva del Pájaro Azul. Cádiz


Camarón de niño con el toque de Miguel Borrul, ante el micrófono de Radio Cádiz
Camarón con Eugenio Salas "El Niño de los Rizos"


Camarón, El Cojo Peroche y Paco Cepero

"¡Acuérdate de Cái y cantamos algo del Cojo Peroche!", se oye la voz del Yeyé de Cádiz, que acompaña en esta grabación por bulerías a Camarón, remedando la media lengua y los aires desenfadados del Cojo Peroche:

                                   Ya está el pájaro verde
                           puesto en la esquina,
                           esperando que pase,
                           rondín, rondando
                           la golondrina (bis)


Aparte, claro está, que una notable proporción de la trayectoria artística de Camarón está impregnada de Cádiz y su Bahía, no sólo de AurelioLa PerlaEl Cojo Peroche y otros muchos, sino desde su mismo debut, siendo un niño, en el Concurso de la Cueva del Pájaro Azul, de Radio CádizCadena SER, con el toque de Miguel Borrul de Cádiz, y el posterior acompañamiento de dos tocaores: Juan Doblones y El Niño de los Rizos, antes de su posterior etapa en Málaga con Miguel de los Reyes y de su ulterior período en Madrid.

Si bien su obra fue amplia y el isleño bebió de muchas fuentes maestras y de otros territorios flamencos 
(JerezTrianaMálagaAlcalá, Extremadura...), así como de otros espejos personales (ChacónCaracolManuel MolinaEl GloriaLachernaEl Rubiode la CalzáJuan el Camas...), su obra está claramente impregnada de Cádiz y Los Puertos, tanto en su vertiente rítmica, como estilística y en su repertorio literario, mediante sus grandes intérpretes y enmarcada en su comarca de origen: por alegrías y todo tipo de cantiñas; por tangos y bulerías en la práctica totalidad de su discografía: 

Con los aires de seguiriyas cortas de Cádiz y La Isla (LP Detrás del tuyo se va); el fandango de Magandé (LP El espejo en que te miras); fandango de El Niño de Barbate (LP El espejo en que te miras); la malagueña del Mellizo (LP Caminito de Totana); la soleá de Cádiz (LP Soy caminante y LP Castillo de arena); los tientos del Mellizo (LP Rosa María); tientos gaditanos (LP Castillo de arena); Bulerías de Cádiz (LP Calle Real); Soleá del Mellizo (LP Te lo dice Camarón)...

El interesado, puede consultar la mejor guía de audición de su obra que se haya escrito nunca: el mejor estudio musicológico hecho sobre la obra camaronera, a cargo de José Manuel Gamboa y Faustino Núñez, la cual recomendamos encarecidamente. (1)

Primavera de 1991. El presidente de la Peña Juanito Villar era, Ruperto Castro y su socio más carismático y relaciones públicas de la entidad —que a todos los medios de comunicación nos trataba de maravilla— Pepe Suazo. Ambos, puestos al habla con su representante catalán, el caché artístico de Camarón de la Isla quedó establecido. El manager que, a la sazón, administraba los jurdeles de las actuaciones de Camarón, fue bien clarito... como la estrella de la mañana; como el agua clara que baja del monte:

—¡Un millón de pesetas, limpio para él! En dinero "español" ¡¿eh?!, ¿D´acord? No en talones... (advirtió el catalán, cristalino como un manantial).

En los día previos al concierto, los directivos de la peña gaditana fueron a casa de Camarón. En su estancia humilde, José, siempre apegado a lo sencillo, degustaba un cafe con leche y galletas María. Le comunicaron a Chispa, su mujer, el extremo del contrato y le reservaron un palco para toda la familia Montoya con un buen surtido de marisco. Tomatito no pudo venir a Cádiz. Se encontraba inmerso en otro compromiso ineludible, fijado ya con mucha antelación. Camarón escogió para sustituirle a uno de los —entonces— tocaores más cotizados, por detrás del suyo y del genio de Algeciras, y con el cual José se entendía; y lo más importante: se encontraba a gusto: Moraíto Chico, que cobró, exactamente, 250.000 pesetas.





La noche de verano se presentó espectacular. Primera quincena de julio del 91. Los grillos cantaban. El viento, siempre subordinado a las indiscutibles órdenes de la marea, cayó, pero una pequeña brisa cimbreaba las damas de noche en flor y los jazmines florecidos del centenario Parque de Genovés, inundando con su fragancia todo el Teatro José María Pemán. El albero estaba regado e irradiaba frescor. Las fuentecillas de piedra surtían sus chorros y la arboleda mostraba su característica poda espiral. 





Gitanos y gitanas llegados de todos los puntos de Andalucía y del resto de España, más toda la gitanería de los alrededores de la Bahía gaditana, guardaban cola a la entrada del parque, todavía con la reja cerrada. Lucían sus mejores vestidos. Resplandecían sus más destacados corales rojo-bouganvilla, en zarcillos y collares. Caras muy guapas de pieles muy tostadas, por etnia y por estación estival. Bellísimos ojos oscuros, pintados con la raya de lápiz negro, profusamente perfilada, como antiguas egipcianas, egiptanas, gitanas. Cajas de dientes blanquísimos en contraste con cabellos oscuros, de negro cante del Romancero lorquiano. Ellos muy elegantes también: matas de romero, pañuelo asomado en bolsillo frontal y pañuelitos de lunares. Camisas de seda, con las mangas vueltas en chaquetas finas. Pelos negros ensortijados, peinados y dejados caer largos, como su gurú en rostros cobrizos de piel cetrina. Y oro, mucho oro en sus cuerpos de bronce: sellos protuberantes en manos muy curtidas. Bastones de rango y mascotas patriarcas. Y alegría, mucha alegría en los rostros para ver al Mesías. El culto empezaba a las 9 en punto y el resto del cartel era "pura homilía"; "ofrenda de relleno": sus primos querían la parte más importante de la sagrada liturgia: comulgar con su DiosJosé Monge Cruz, Camarón de la Isla.

Había también infinidad de gachós y gachís en al aforo del teatro de verano y alrededores del Mentidero. Igual de entusiasmados, igual de elegantes para la ocasión e igual de entregados al rito litúrgico de José. Flamencos hasta las trancas, de los barrios de Santa MaríaLa Viña y El Mentidero. Pocas ciudades como Cádiz despejaron la disquisición banal y la ridícula (pseudo) dicotomía, inventada, queriendo hacer distinciones de cante gitano o no gitano, una controversia decimonónica, a la que no se sustrajo Demófilo y otros coetáneos, pero que hoy se nos presenta obsoleta. Un Diccionario de voces jitanas explicó muy bien esa convivencia característica de los gitanos del barrio de Santa María, en el siglo XIX, alejada de la polémica pueril, que hacía inexistente la diferencia. Eso mismo que Chano Lobato, un siglo después, explicó mejor que nadie: "En Cádiz nunca ha habido diferencias de gitanos y gachés; aquí en el barrio éramos tos flamencos y a nadie se le pedía explicaciones ni se hacía distinción de ningún tipo."

El libro antes referido lo escribió Augusto Jiménez y fue editado en Sevilla, en el año 1846. (1) O sea, un año después de que el cantaor de CádizLázaro Quintana, (sobrino de El Planeta y de Luis Alonso) fuera a la Villa y Corte a cantar; hecho que quedó recogido en el periódico; siendo —hasta el momento presente— la primera vez que en la prensa periódica española aparece la palabra 'flamenco', refiriéndose de manera inequívoca al género, según hallazgo de Alberto Rodríguez Montemar:

"UN CANTANTE FLAMENCO. Hace pocos días que ha llegado a esta corte donde piensa residir algún tiempo, según nos han asegurado, el célebre cantante del género gitano, Lázaro Quintana. El nombre de este célebre 'quirrabaor', es generalmente apreciado entre los aficionados de Sevilla, Cádiz y el Puerto." (2)



Así describía el escritor decimonónico la inusual integración para la época, en el caso de Cádiz capital, y el roce de los gitanos con las familias "más decentes" (sic); siendo el autor del libro, fedatario de un rasgo diferenciador, respecto del resto de ciudades. Aun expresado con cierta carga de prejuicio, desde nuestra actual perspectiva, es un texto de gran valor antropológico:

"(...) En Cádiz es donde se diferencian de las demás provincias: particularmente cierta clase de ellos viste muy decentemente y se confunde con la aristocracia. Tienen algunas casas propias y establecimientos de carne; pues son los que trabajan en el matadero y espenden (sic) aquella. Hay muchos de color claro y se rozan con las familias más decentes: otros son marchantes de ganado, toreros, corredores de cuatropeas ó picadores de caballos, y la clase más indingente tienen fraguas ó esquilas. Ls mujeres venden el menudo de las reses en las tabernas, y otras fríen morcillas de sangre, que ellas hacen. Por último en esta ciudad y algunos pueblos de su provincia son los más civilizados y tienen mejor fortuna." (3)

Volvamos al Parque Genovés, al antiguo Teatro José María Pemán, la última noche que cantó Camarón en Cádiz. Servidor, se había hecho con una cámara fotográfica medio decente: una Nikon, pero cortito de buenas lentes y aún más cortito de conocimientos de fotografía. Mas me gustaba mucho revelar carretes en blanco y negro y disparar diapositivas de color. Compré un carrete Agfa de 36 diapositivas (de haberlo sabido, hubiera comprado cinco) y lo reservé, con la ilusión de colarme en el camerino de José y hacerle fotos "a tó lo que se movía". Tenía el pase de prensa que, obviamente, no daba acceso a su camerino, al que sólo entraba quien quisiera y dijera un señor de camisa estampada roja y blanca, que lucía un grueso cordón de oro sobre su pecho y que, a todas luces, hacía allí el papel incómodo de filtrar la entrada. ¡No se cortaba un pelo si tenía que pegarle un corte al más pintao, por más que el que llegase se creyera capitán general! Doy fe. Supe que se llamaba Luis, y supe que era de La Ardila, muy amigo de Gabi el de 'Los Tarantos', a quien yo sí conocía y por quien me sonaba su cara. ¡Objetivo: Luis! Ése era el hombre que tenía que camelarme. Ése mi objetivo, no el de la cámara. Mi única mira. El que cortaba el bacalao y el que decidía quién entraba a ver al mito y quién no.

Me postré al lado del camerino, dejándome ver, pero con la distancia suficiente y calculada para no molestar. Estaba, pero no estaba; sí, pero no; como un toque sutil de azafrán en el guiso, sin invadir nunca espacios y muy atento a todos los movimientos. Y expectante. Bajó a verle toda una cabalgata biodiversa de personas, personalidades, personajes y personajillos de toda clase, tipo, subtipo y condición social. Políticos que lo veían como un souvenir. Algunas pijas guapas, a punto de romperse, confiadas en que su belleza de "o sea", les iba a dar pasaporte directo como en las discotecas acostumbraban a conseguir (no entró ninguna, por más que lo intentaron). Muchos artistas, compañeros de fatigas, entraron a verle sin molestarlo, respetándole su espacio: Curro la Gamba, el marido de La Perla de Cádiz, que fue su gran maestra, llegando a acompañarle el matrimonio Perla & Curro en las palmas de alguna de sus grabaciones (bulerías del LP Caminito de Totana) y a la que José Monge adoraba, como así se lo reconoció cantándole por lo mucho que le debía:


                                El cante por bulerías
                     como lo decía La Perla
                     nadie lo dirá en la vía.

                     Las estrellas se asombraron
                     de ver de pasar una Perla,
                     morena, guapa y gitana,
                     que del cielo había llamao.

La Perla y Camarón

Dos generaciones distintas: La Perla de Cádiz y Camarón, ante un mismo guitarrista: Paco Cepero. Dos eslabones por bulerías en el que la cadena transmisora es evidente; incluso al oído inexperto. La Perla, con las palmas de su marido Curro la Gamba y Pepín Cabrales, hace en el vídeo los cantes de su madre, Rosa la Papera, hermana de Joseíco. Camarón los amplía, los incorpora a su acervo y los engrandece. La cadena es larga y engarza siglos de eslabones:



Santiago Donday
Al camerino entró su admirado Santiago Donday, gitano excéntrico, imprevisible y desafiante, de trato especial; siguiriyero rancio, que luego improvisó unas bulerías en un camerino anexo. Su primo Juanito Villar, compañero de fatigas, tablaos y correrías. El Pinto, polifacético bailaor y cantaor, hermano de Pansequito... Moraíto se mostró muy respetuoso y lo dejó tranquilo; de hecho, afinó fuera del camerino, en presencia de Curro la Gamba y sólo entró para ponerse de acuerdo con los tonos. Accedieron al camerino, asimismo, los directivos de la Peña Juanito Villar que lo habían contratado. Y pocas personas más.

Después de haber entrado medio Cádiz y medio San Fernando, cesó la peregrinación, y habiendo ya empezado el espectáculo con el resto de cantaores, Luis, el hombre moreno de la camisa roja y blanca estampada; el que decidía quién sí y quién no entraba a ver a José, seguía impertérrito escoltando la puerta y me había mirado ya varias veces. Pero siempre le quité la vista, sin brusquedad gestual, con naturalidad, y nunca me dirigí a él. Sabía de sobra que me había endiquelao y que era muy largo y se había dado cuenta de mis intenciones con la cámara colgada desde el principio; y tuve la corazonada de que lo mejor —y así lo usé como estrategia— era esperar paciente a que me dijera algo, como cuando en la pesca de la urta se usa la técnica de "la espera" y el pescao "te entra". Como así fue. Aprovechó que había menos gente. Me miró y me dijo:

—¡¿Qué!? ¿Loco por entrar, no?

¡Loco es poco! (le contesté)


¡No te preocupes! Ahora te doy cuartel. Cuando te haga una seña, entra conmigo; yo le hablo antes y le digo que quieres echarle unas fotitos; pero no me lo agobies mucho, ¿¡vale, picha!?

—¡Palabra, palabra!


El camerino era pequeño. Entró y le dijo: "¡José, mira, que éste es mi primo y se va a echá unas fotitos contigo en un momento!" Camarón me miró y asintió con la cabeza. Hacía dos años que lo había entrevistado y lo encontré algo desmejorado. Dentro estaba El Pitu, que entonces regentaba en La Viña una tasca-bar; también su cuñado, el hermano de La Chispa, junto a Luis, mi amable "benefactor", que se quedó dentro y que se dejó fotografiar. Había botellas de Casera, un termo sin abrir, dos botellas prácticamente vacías de JB, una botella de Coca-Cola casi acabada y un plato con mojama y fiambre. No había ningún olor aromático, delator de nada; si no, lo contaría aquí. Tan sólo un paquete de tabaco Winston de contrabando con el sellito azul (recuerdo ése detalle, pues era justo el que yo fumaba). Al fin y al cabo fue el cáncer de pulmón el causante de la enfermedad que provocó su muerte, no su anterior coqueteo con la cocaína y la heroína, al decir del doctor Rafael Rosell Costa, jefe de la Unidad Médica Oncológica del Hospital Germans Trías i Pujol de Badalona, que lo trató y en donde falleció, tal día como hoy, de hace veinticinco años, un 2 de julio de 1992. (5)




Poco más había en el pequeño camerino. El rostro de José era de cansancio acumulado. Acusaba una mirada tristona, muy apagada, incluso cuando se esforzaba y sonreía. Por respeto a él, apenas permanecí allí tres o cuatro minutos; tampoco quise abusar ni fallarle al hombre que, sin conocerme de nada, había tenido el detallazo conmigo. Por eso, en la última foto, le di la cámara a Luis y le pedí por favor retratarme con José.

Parte de su actuación la vi en la pata izquierda (derecha para el público) de la tramoya del escenario, donde fotografié al Pinto y a un cuadro de baile. Allí estaba sentado para verlo y oírlo, un magnífico cantaor gaditano, amigo suyo también: Juan Silva, que no quiso perderse la actuación de su colega. Cuando el presentador de sala anunció a Camarón, se desplegó la catarsis: el rugido del parque fue espectacular. El teatro se vino literalmente abajo. Luego llegó el silencio respetuoso, si bien, roto por los gritos de emoción y admiración. José: elegante traje marrón de brillo, con camisa oscura estampada y zapatos marrones. Sus manos cuajadas de anillos y muñecas de esclavas, con la media luna y la estrella de David de seis puntas tatuada en su mano izquierda. Su pelo largo, icónico y rizado, era oscilado por el viento. Moraíto: traje oscuro y zapatos negros. Atento, muy atento al maestro y con ese toque suyo, rancio, de la escuela antigua jerezana, de los Morao, tocándole con un respeto digno de resaltar, teniendo muy claro que estaba ante el jefe de la tribu. 


Lo que nadie sabía, ni Moraíto, ni Luis, ni José ni ninguno de los presentes... ni las estrellas que se asombraron; ni la luz de aquella farola; ni la vara de los chalanes; ni Samara; ni la nana del caballo grande; ni las campanas del alba; ni Thamar y Ammón; ni el pez más viejo del río; ni el potro de rabia y miel... ni siquiera el viento que cambió a brisa ni las fragancias del parque... ¡que aquella era su penúltima noche en Cádiz!

—¡Buenas noches, señores! Voy a cantar un poquito por alegrías, luego un poquito por tango, un poquito por bulerías y eso, ¿no?... y ya luego to lo que ustedes quieran. ¿Vale?

¡La formó! Arriba fue un chamán que invocó a las deidades del fuego y del agua, lejos del hombre enfermizo que hacía unos minutos languidecía en el camerino. En el escenario se creció; era un espectáculo verlo. Gigantesco. Mítico. De otra galaxia. Cantó José su personal versión de La Cigarra con una fuerza extraordinaria y el público enloqueció. Rescató de su viejo repertorio la bulería que en su última etapa, puso nuevamente en circulación: Te doy un más que me pides / y to te parece poco; y remató por los fandangos del Rubio y de la Calzá.

Ya no cantó más en el teatro del parque de Cádiz, donde buscaba a su admirado Alfonso del Gaspar en la circunscripción sentimental entre El Maestrito y El Manteca; en la fragua de su amigo Santiago Donday, en los pagos del Mentidero del Cojo PerocheAmós o su Tito Beni (como José lo llamaba); o en la jurisdicción de Santa María, con Chano Lobato, en casa de Manuela la de Charol con CharolRosa la Papera, madre de La Perla, donde su hermano Joseíco le puso el precioso mote que lo hiciera universal, por los siglos inmortales de su leyenda:

"Camarón de la Isla".



© Foto Los fardos


Con Luis, mi "benefactor". Foto Los fardos


© Foto Los fardos


© Foto Los fardos


© Foto Los fardos


© Foto Los fardos


Juanito Villar y parte de la junta directiva de su peña. Foto Los fardos


Moraíto calentando por bulerías. Detrás, Curro la Gamba. Foto Los fardos


Santiago Donday por bulerías. Foto Los fardos


Moraíto, Juanito Villar y El Pinto. Foto Los fardos


© Foto Los fardos


Santiago Donday a gusto. Foto Los fardos


El Pinto, enorme artista, hermano de Pansequito. Foto Los fardos
El Pinto en el escenario. Foto Los fardos

El Pinto en el escenario. Foto Los fardos


Siempre hay espacio para la sonrisa. Foto Los fardos



© Foto Los fardos


© Foto Los fardos


© Foto Los fardos

© Foto Los fardos


© Foto Los fardos


© Foto Los fardos


© Foto Los fardos

_________________________

(1) GAMBOA RODRÍGUEZ, José Manuel y NÚÑEZ NÚÑEZ, FaustinoCamarón vida y obra, Madrid: Iberautor Promociones Culturales, 2003 (Págs. 297-588).

(2) JIMÉNEZ, AugustoVocabulario del dialecto jitano por D. Augusto Jiménez, Sevilla: Imprenta de D. J. M. Gutiérrez de Alba, calle del Lagar, nº 14, 1846; (edición facsimilar de la Asociación de Libreros de Viejo). Esta obra fue reeditada en 1853.

(3) El Clamor Público, 8 de junio de 1847.

(4) JIMÉNEZ, Augusto, Ob. cit. Págs. 7 y 8.

(5) Véase, de TORO, JuanY el médico que lo trató, el Doctor Rafael Rosell Costa, en revista Sevilla Flamenca, nº 79 Año XIII julio y agosto de 1992 (Págs. 42 y 44).

domingo, 23 de abril de 2017

Curro Dulce: anécdota y muerte de un siguiriyero (A Seve Izquierdo Gutiérrez)


Hay terrenos que no son nada fáciles de transitar. Resbaladizos, como la piedra ostionera que, en función del tipo de algas que las colonice y del tiempo que permanezcan descubierta por la marea, mostrará un piso más o menos deslizante. Hay territorios que parecen entroncar con un estereotipo. También con una forma de ser; e incluso con una forma de estar ante la vida. ¿Vieja actitud? ¿Arquetipos que se repiten y perpetúan en el tiempo, que parecen conectados con la madre tierra? ¿Es Cádiz una urbe proclive al humor, cuando el humor es común y apátrida? ¿Ante cuánta proporción de tópico y cuánta de realidad estamos?

Los textos más tempranos (1881), específicamente flamencos, parecen apuntar en la dirección afirmativa. Antonio Machado Demófilo en El Folk-lore Andaluz en el capítulo Los sombreritos, hacía referencia indirecta a unas coplas que le habían llegado desde Cádiz, territorio desde el que —según su criterio— se hacía pronta copla humorística:


"Los gaditanos que por menos de un pimiento inventan una copla" (1)


Posteriormente, en 1885, con motivo de haberse constituido en Cádiz la Sociedad del Folklore Provincial Gaditano y de haber aceptado Demófilo ser el presidente honorario (y su amigo Alejandro Guichot secretario honorario), el "Padre del folklore" mandó una carta en la que expresaba el cariño que sentía por la tierra de su padre:



"(...) Cádiz es para mí una de las ciudades más simpáticas de Andalucía, y Andalucía, donde han nacido mis padres, mi mujer y mis hijos, y yo he vivido desde la edad de cuarenta días, la región más querida de España. (...) El Folk-lore de Cádiz es 'sui generis'. En la Bahía, en el muelle, en el barrio de la Viña, en la Mirandilla... (...) Mi saludo afrectuoso á los iniciadores y mantenedores del 'Folk-lore de Cádiz', cuna de mi padre y de mis mejores amigos y ustedes dispongan de la inutilidad de amigo.
                        Antonio Machado y Álvarez" (2)

"En el barrio de la Viña y en la Mirandilla", es decir, en el barrio de Santa María, en cuyo colegio del mismo nombre (La Mirandilla) estudió Aurelio Sellés; conocía perfectamente Demófilo los territorios especialmente fértiles para 'lo flamenco' en Cádiz.


De Curro Dulce conocemos su jondura, su innegable aportación siguiriyerasoleaera y cañera; el conocimiento de los jaleos y el polo; la viudita, la petenera, la guajira; dominador de todos los estilos de cantiñas, sus bailes por tangos americanos (aportados por Gerhard Steingress); su oficio de puntillero de la plaza de toros de Cádiz; la gran admiración que Silverio Franconetti le profesó; la enorme influencia que sobre don Antonio Chacón ejerció... Mas un aspecto novedoso sobre su persona y personalidad hemos de incorporar ahora al conocimiento de su figura: su enorme gracia —según el literal tenor de los textos que enseguida mostraremos— ¿Otro gaditano más a la nómina de flamenquitos guasones? ¿Tú quoque Curro mi? Leamos al cronista, porque la reseña no tiene desperdicio:


"La actualidad.

Curro Dulce, á quien todo el mundo conoce y estima en Cádiz, fue en sus buenos tiempos uno de los más renombrados cantaores flamencos de Andalucía.

En Seguidillas no tenía rival: su voz varonil y delicado estilo y hasta la misma elección de las coplas, daban á su cante un atractivo especial, mezcla de gracia sin desgarro y de sentimiento sin quejumbres.


Nuestro ilustre amigo y paisano Navarrete, á quien lo puramente 'flamenco' horripila, ha sacado a Curro Dulce en uno de los capítulos de su novela María de los Ángeles.

Es una juerga en la Primera de Cádiz; y el cantaor entona una 'serrana', cuya preciosa letra copia el autor de la obra:

                         Una paloma blanca
                    como la nieve
                    me ha picado en el alma:
                    ¡Cómo me duele!

Curro Dulce tiene muchas y buenas relaciones, que sabe cultivar u aumentar con su trato agradable y viva inteligencia.

Es de esas personas que sin echárselas de graciosas, han nacido para hacer reír, tanto por la agudeza y lo imprevisto de sus dichos, como por el contraste entre el aire zumbón de las palabras y la naturalidad y aspecto serio del sujeto.


Desde hace años Curro Dulce se dedica al tráfico de caballerías, y por esta causa ha sido ocupado infinidad de veces para servicios de esa índole en las corridas de toros.


En una de éstas los cornúpetos pegaron duro, y la matanza había sido espantosa.


Terminada la lidia, el empresario, que, valiéndose de Curro había hecho la compra de caballos, ajustaba sus cuentas para calcular lo que salía perdiendo.


Como siempre sucede, no habían costado un precio igual, y convenía recordar dónde y a quién se habían comprado.


—Hombre, Curro, lléguese V. á la cuadra, a ver los pobres que han pagado el pato.

El tratante echó un vistazo y, entendiendo el encargo a la letra, volvió con la noticia.
—Pues allí están el 'tordillo', y el otro 'calin', y aquella jaquilla 'carca'...
—No hombre, Curro, no es eso.
—¡Cómo que no! ¡Vaya V. allá y lo ve!
—Para hacer mi cuenta necesito otra cosa, replicó con algo de impaciencia el empresario.
—Bueno, pues V. dirá, —dijo muy condescendiente Curro.
—Véalos V. otra vez y a ver si V. recuerda quiénes nos lo vendieron.
Curro Dulce no se pudo ya contener:
—Pero oiga V. fulano; ¿Les va V. a mandar el pésame?
                                   
                                   FRANKLIN JR & CÍA" (3)


Diario de Cádiz, 6 de septiembre de 1896

Antes de detenernos en esta espléndida reseña sobre Curro Dulce, recordemos una segunda alusión que este mismo rotativo hizo, en donde se especificaba, claramente, su entronque con Rosario la Mejorana, a propósito del embarque de su hija Pastora Imperio a La Habana —a los diez años de haber fallecido el cantaor—, y cómo se le seguía recordando, también por su extraordinario gracejo:


Diario de Cádiz, 30 de abril de 1908

El parentesco de Curro Dulce con Rosario la Mejorana fue apuntado después por el cantaor trianero, Rafael Pareja en sus memorias:

"(...) También hubo un Curro Dulce de Cádiz, de la familia de La Mejorana, también cañí que —sacando al gran Silverio— les ganó a todos." (4)


Empecemos por desvelar que tras el seudónimo de Franklin Jr & Cía se encontraba Juan Manuel de Martín Barbadillo, un periodista que formó parte del movimiento pionero en la génesis de la Asociación de la Prensa de Cádiz (1909) (5). Considerado el primer gran articulista que, de forma periódica, cubrió la información cultural en el decano de la prensa andaluza: Diario de Cádiz, en una columna diaria, enormemente popular, titulada Actualidades, en la cual tenía cabida la actividad cultural y las semblanzas relacionadas con ella. Todo un modelo periodístico en la prensa decimonónica gaditana que marcó un estilo propio. No obstante, es muy verosímil que, a partir del año 1894, y tras el seudónimo de Franklin Jr. & Cía, se "escondiesen" varias personalidades periodísticas, pues el "coronel Franklin" —que además de periodista era capitán de Infantería de Marina— fue destinado a Sevilla. Por tal motivo la Revista Teatral lamentaba su marcha (6).


Su popularidad en la ciudad hizo que el 15 de febrero, Domingo de Piñata de 1903, se presentara en el Teatro Cómico, a las once de la noche, un coro de niños, titulado: "Los enanos montesinos", con un nuevo popurrí que, en honor al citado periodista, se titulaba: "Franklin Jr. & Cía". El coro alcanzó mucho éxito y firmó contratos en Jerez de la Frontera. Ya e1912, como secretario particular del Gobernador Civil y a partir de un incidente doméstico, la prensa local testimonia nuevamente su presencia en la ciudad gaditana (7).


Para la investigadora Aurora Labio, la columna Actualidades de Diario de Cádiz: "se trata de una nueva forma de enfocar el periodismo, porque predomina en ella la información breve y amena" (8). Sin embargo, la prensa coetánea, como La Semana Cómica o Cádiz por Dentro, deslizaba sus críticas contra el articulista al que tachaban de cultivar crónicas monocordes y de no "mojarse" nunca (9).


Respecto de la referencia que hemos hallado sobre Curro Dulce, destacaríamos, en primer lugar, la forma en la que queda explicado su innegable gracejo, magníficamente retratado en la escena del tratante que le está pidiendo cuentas al calé, y éste le profiere una larga cambiada, con una salida imprevista, llena de comicidad. En segundo lugar, conviene apreciar la descripción que el escribano hace de su voz, adjetivándola de 'varonil'; bastante próxima y coincidente con la idea que de su tesitura ya teníamos: "Curro Dulce cantaba con la voz natural" (dejo dicho Aurelio Sellés); "dueño de una voz de las llamadas naturales, de gran poderío" (había escrito Fernando Quiñones). 


En tercer lugar, nos llama la atención el hecho de aparecer su figura en la novela costumbrista del portuense José Navarrete y Vela-Hidalgo (El Puerto de Santa María1836). Militar de profesión y Diputado a Cortes, muy ligado a la villa de Rota en donde residió, de donde era su madre y en donde lo nombraron Hijo Adoptivo, según acuerdo de 1873. De ideas muy avanzadas, intentó abolir la pena de muerte en 1872 (10). De su producción literaria se destacan algunos trabajos, entre comedias y novelas: Cuantas veo, tantas quieroLa cesta de la plazaLas llaves del EstrechoDe Niza a Rota; El drama de Valle-Alegre; Desde Vad-Ras a Sevilla (episodios de la Guerra de África), o la citada María de los Ángeles, obra editada en 1883, que cuenta con una reedición de 1992 de la extinta Fundación Alcalde Zoilo Ruiz-Mateos, que es la que aquí hemos usado. Es su obra más conocida y fue muy elogiada por el dramaturgo, poeta y periodista gaditano, Carlos Fernández Shaw.



El Liberal, 10 de mayo de 1880

José Navarrete era colaborador del periódico de Madrid, El Liberal, fundado en 1879; tabloide que alcanzó hasta 1939, fecha en la que quedó incautado, como tantos otros periódicos. No sólo sus artículos, también se anunciaban sus trabajos costumbristas, e incluso figuraban recensiones sobre ellos a cargo de Francisco de Asís Pacheco.


Cádiz. El muelle los faluchos y los tinglados. Foto: Ramón Muñoz

La trama de la novela María de los Ángeles no transcurre sólo en Rota, como así se dice en la mayoría de las escasas notas que sobre ella existen —incluso así se afirma en el mismo prólogo de su reedición—, sino que transita también por Cádiz, ciudad de la que el autor demuestra ser un buen conocedor, como así lo evidencia su narrativa precisa, magníficamente descriptiva sobre la capital, sobre sus barrios más populares y la arquitectura de la ciudad.

Descrita queda en ella la Plaza de Mina con sus bailes aristocráticos, armonizados por las bandas militares del cercano Cuartel de la Bomba; sus freidores —especialmente el de Veedor— "mostrando todos, en término principal, en el lebrillo la sabrosa pescadilla que cortan como el salchichón y venden a cuarto la raja" y los pintorescos ventorrillos de Puertatierra"presididos por la sombría mole del Cementerio y arrullados sobre la mole, con sus mesas al aire libre o debajo de una parra tísica, sus fiestas de caña y cante y su sopa al cuarto de hora". Descrito el barrio de La Viña y sus viñeras, aludiendo a cantables de vito:

                      Quién no ha visto en el mundo
                    la novena maravilla,
                    que vaya fletando un barco 
                    para el barrio de la Viña


Cádiz. El falucho descargando. Foto: Ramón Muñoz

Un Cádiz, calidoscópico, de tiendas de montañeses, con betuneros de gorrilla y señoritos de puro y calañé a las puertas de las tiendas de vinos: La ParraEl SolanoLa SacristíaLa Escalerilla; la célebre Casa de la Camorra "primera sociedad recreativa que hubo en España"; la Plaza de San Juan de Dios en donde José Navarrete refleja, con sobrada propiedad que: "Sanz Pérez encontró al tío Caniyitas vendiendo hierro viejo", o del Teatro del Balón "sobre cuyo tablao hicieron sus primeros desplantes la Nena y la Petra Cámara"


Foto: Ramón Muñoz


La novela María de los Ángeles fue editada, como ya hemos dicho, en 1883, pero Navarrete, a la hora de describir a Cádiz (en el capítulo XXV Nueva decoración), usó párrafos, prácticamente idénticos de un escrito suyo anterior, ya publicado en prensa, concretamente en El Liberal el 6 de abril de 1880, bajo el título Un chico excelente, en donde ya estaba descrita la juerga en La Primera de Cádiz. (11)


Foto: Ramón Muñoz

Allí, vía "el barco de la hora", aquel falucho que comunicaba la villa de Rota con Cádiz, discurre el pasaje que nos interesa sobre Curro Dulce, el cual se desarrolla en la tienda La Primera de Cádiz, del que hace una pormenorizada y exacta descripción, hasta recrear en el lector la atmósfera reinante de aquellos colmaos decimonónicos, en donde el cante se enredaba en los cuartos reservados. El establecimiento estaba ubicado en las confluencias de las calles, entonces, del Óleo y Teniente (hoy Cervantes y Zaragoza). Dejemos que sea el propio José Navarrete el que nos ponga en situación:

"La Primera de Cádiz, más espaciosa y flamante que las demás tiendas, tiene, como todas, su anaquelería con botellas detrás del mostrador, sus andanas de botas pintadas de verde, unas llenas de manzanilla y otras de amontillado, y sus corredores con muchas puertas de entrada a los cuartos, o camarotes, que son de tablas y están al descubierto por arriba desde la altura de dos metros del suelo: de éstos el número doce es el más grande y su menaje el mismo que los restantes: la mesa de pino sin pintar, los bancos, la percha y el mechero del gas.


En la taberna se escuchaba el ruido de vajillas y de cristal, de rasgueo de guitarras, de suspiros de soleás, de oles y de disputas y se respiraban los miasmas característicos de tales establecimientos, a los que van en Andalucía todas las clases y categorías sociales: el capitán de navío y el marinero, el Duque y el peón de albañil.


—¿Qué va a ser, caballeros? —preguntó el montañés Ventura, metiendo, para recogerlas, un dedo de la mano izquierda en cada una de las cuatro cañas vacías que otros inquilinos habían dejado sobre la mesa y limpiando ésta al propio tiempo con un paño que llevaba en la derecha.


Momentos después, Ventura, ayudado por otro dependiente, extendía sobre la mesa un mantel de gusanillo, planchado, pero lleno de manchas añejas y oliendo a tienda de montañés, distribuía los cubiertos de peltre, los platos, las servilletas y las roscas, y ponía sobre la mesa seis botellas de manzanilla recién sacada de la mejor bota y equivalentes a las cañas pedidas, once cañas vacías, una bandeja con vasos llenos de agua y con palillos y dos platos de aceitunas."



 Gente del Puerto. Foto: Fito Carreto
En El Puerto de Santa María existió la taberna La Burra, (desde la que se conoce documentación desde 1863) con el interior, con los cuartos reservados de madera de caoba, las losas de Tarifa y azulejos, con un parecido bastante próximo a la descripción que Navarrete hace de La Primera de Cádiz, "con los cuartos o camarotes de tabla y descubiertos por arriba". Al parecer, la fisonomía de las fotografías corresponde a 1880, fecha próxima al pasaje que se relata, cuando era regentada por el montañés, Miguel Felices, de Santillana del Mar.


 Gente del Puerto. Foto: Fito Carreto
Reseñada la taberna y una vez que la reunión de los personajes de la novela han almorzado salmonetes, langostinos y riñones en salsa, tras los pertinentes brindis llega el pasaje en el que figura el célebre siguiriyero:

—Niño, —preguntó Carlos a Ventura, cuando volvió con lo que había pedido —¿qué personal hay en la casa?


—Aquí junto, —respondió el montañés, gente de capa parda, que está remojando la venta de un jaco; más allá unos marineros alemanes de la fragata que entró ayer tarde...


—¿Y en ese camarote de enfrente, de donde no sale ruido?


—Uno con una.


—En el ocho —prosiguió Ventura— están cuatro o seis caballeros diciendo romances, accionando como los cómicos, y en él uno o varios señores del Casino con las coristas de la zarzuela y tres o cuatro cantadores, entre ellos, Curro Dulce y Molina, que es el que ahora echa esa seguidilla.


Molina, con una voz de hermoso timbre, llena de sentimiento y con el más puro estilo gitano, cantaba:

                         
                     Ayer, en misa mayor,
                     me miraste y te reíste;
                     que le parezcas a Dios
                     lo que a mí me pareciste.

—Olé, olé —gritó Manuel.

No tardaron mucho tiempo en confundirse la reunión de los artilleros y la reunión de los socios del Casino, cambiándose sus individuos varones fuertes abrazos y cañas de vino y echando requiebros, los paisanos a las costureras acompañantas de los militares y éstos a las coristas de las zarzuela, que cenaban, como ellas decían, con los niños del Casino.


En el cuarto número uno, que es tan grande como el 12, se juntaron quince hombres y doce mujeres; la atmósfera no era respirable, podía cortarse; hubo que abrir las dos ventanas que dan a la calle, aun a riesgo de tener público en las partes de la reja no cubiertas por las celosías; se comió y se bebió hasta lo mitológico; Federico y Carlos pidieron veinte botellas de Champagne, que, sin disfrutar del encanto de asustar a las mujeres con las detonaciones de los corchos, se abrían dándoles con los cuchillos un golpe fuerte en cada gollete; al Champagne siguió el aguardiente de Cazalla; Molina cantó primorosamente y Curro Dulce produjo una explosión terrible de entusiasmo, arrancando aplausos, vivas a su madre y olés, del público de las rejas y del de la calle, al salir, con una voz hermosísima, por serranas, con la copla:


                          Una paloma blanca
                        más que la nieve,
                        me ha picado en el alma,
                       ¡cómo me duele! " (12)

El capítulo prosigue y como en toda juerga en la que el alcohol ha corrido generoso, el pasaje acaba "como la comedia de Ubrique". Sitúa Navarrete en su novela apuntes de la realidad y a personalidades conocidas de su época: el periódico El Penínsular, fundado en 1861; así como los poetas gaditanos, el becqueriano Arístides Pongilioni (Cádiz1833—1882) y al poeta, autor dramático y periodista, Víctor Caballero (Cádiz1838 —1874),

"Las mujeres cantaron y bailaron sobre la mesa con un barbián que se coló en la fiesta, haciendo entre todos pedazos la loza y el cristal; moviose pendencia, sin más gravedad que una bofetada dada por Federico con unos guasones que entraron a cenar a última hora y metieron el palo en candela, a consecuencia de estar dos de ellos metidos con dos de las coristas; la redacción de El Peninsular, establecida en la calle del Oleo esquina a la de la Torre, envió al gacetillero Morera, que fue acompañado de los ilustres poetas gaditanos Pongilioni y Víctor Caballero, que estaba allí de tertulia de última hora para que tomara apuntes de aquella bacanal; el alcalde de barrio y el comandante de los municipales estuvieron rondando, por precaución, la tienda toda la noche, pero sin atreverse a llamar al orden a los señores; por último, cerca de las cuatro de la madrugada, después de un ruidoso altercado sobre quién había de pagar, requiriendo seis o siete al montañés para que les tomara el dinero, y rondando, entre unas y otras, por el suelo, los billetes y las monedas de cinco duros, y después de tomar todos en el mostrador, por tres veces, la moza, la última copa de aguardiente, los unos solos y los otros con sus hembras del brazo, roncos, balbucientes, con los párpados caídos, las pupilas extraviadas, los cerebros inflamados, las piernas flojas, dispuestos a hacer cuanto el diablo pudiera inspirarle, dándoseles de todo un bledo, provocando a los transeúntes y a los serenos, hablando a voces los unos, cantando los otros, y arrimándose mucho a las paredes para infringir los bandos municipales, desfilaron por fin en distintas direcciones, siguiendo Carlos y Julio la de los pabellones de Artillería."


De la terna de "tres o cuatro cantadores" (sic) que Navarrete sitúa en la tienda La Primera de Cádiz, además de Curro Dulce, el escritor se refiere a un Molina, de quien no proporciona nombre; mas por paisaje, por época y paisanaje; por enorme siguiriyero —como el primero— por coetáneo suyo y por ser un: "hombre de negocios de ganado y carnes, teniendo entendido que sufragaba por su cuenta numerosas e interminables fiestas de cabales, en la que gustaba reunir artistas que invitaba de distintas localidades, tanto en Jerez, Sevilla, Cádiz y otras ciudades y pueblos bajoandaluces, reuniéndose con los intérpretes más destacados, a los que pagaba por su arte y con los que alternaba en sus propias fiestas..." —al decir de Ríos Ruiz (13)— nos inclinamos ante la factible posibilidad de que se trate de El Señor Manuel Molina, o Curro Molina. Las andanzas de ambos, en comandita, y la celebridad que suponía verlos juntos, habían quedado recogidas por Antonio Machado Demófilo un par de años antes (1881) de escribirse la novela que nos ocupa, como así lo glosaba la soleá de tres versos que el Padre de Folklore había recopilado:


                             Juntitos iban los tre:
                       Curro Durse y Bayaares
                       y Molina er de Jeré. (14)

Una prueba, bastante clara, de la gran capacidad del arte flamenco para absorber y anexionar letras ajenas a su cancionero folklórico (se entiende al andaluz) y alejadas de sus solar natal, es la incorporación de materiales de otras provincias. Es el caso de la seguiriya que José Navarrete sitúa en boca de Manuel Molina:

                            Ayer, en misa mayor,
                      me miraste y te reíste;
                      que le parezcas a Dios
                      lo que a mí me pareciste.

Cuatro versos que ya estaban recopilados en un cancionero castellano-leonés, editado en el País Vasco en 1871, dentro del capítulo Cantares para rondar por las noches (15); posteriormente recogidos por Rodríguez Marín, en 1882 (16); más tarde, recopilados por Rafael Calleja, en 1901 en Cantos de la Montaña (17); y por último, reunidos en el folklore salmantino por el sacerdote leonés, César Morán, en 1924 (18).


Más llamativo aún nos parece la copla de serrana que Navarrete coloca en boca de Curro Dulce, al tratarse de una composición del siglo XVIII, a cargo del sacerdote salmantino, José Iglesias de la Casa, editada en 1820, bajo el título La palomita:

                                                       
                          Una paloma blanca
                       como la nieve
                       me ha picado en el alma:
                       ¡Cómo me duele! (19)

Se da la circunstancia —por otra parte— de ser una copla, ampliamente cantada y divulgada, siendo en nuestros días un clásico en los conciertos y repertorio del cantautor valenciano, Paco Ibáñez, que la grabó en 1979 (20).

La enorme presencia de materiales folklóricos procedentes de todo el territorio español en el arte flamenco hace que, una vez aflamencada y metía en verea la influencia foránea, se enriquezca el resultado y se configure un enorme y variopinto mosaico musical y literario. La consecuencia no puede ser más enriquecedora. Esta circunstancia, sin pretensiones de ser exhaustivas, fue estudiada por uno de los folkloristas más prestigiosos, el profesor Manuel García Matos, en Sobre el flamenco, estudios y notas, en donde halló similitudes en los martinetes flamencos en cantos extremeños y salmantinos. (21) Por su parte, José Manuel Gamboa, en Una historia del flamenco, constató abundantes ejemplos de letras de rondas, de boda, sobre todo de Cantabria, y otras comunidades; siendo Cádiz, según su criterio, "la provincia que más adopta y adapta":


"Se trata de una simple muestra de las infinitas conexiones que el arte andaluz mantiene con el folclore español, pues la influencia de otros terruños es muy superior a lo que podría pensarse. Por desgracia, las invasiones, persecuciones, expulsiones y repoblaciones fueron continuas en nuestro suelo. Por suerte, somos consecuencia de la mixtura, y el único camino posible es el hermanamiento." (22)


El musicólogo Guillermo Castro, apoyado en los trabajos de Menéndez Pidal y Carmen García Surrallés, en su II tomo de Génesis musical del cante flamenco, ha encontrado similitudes entre El Romance de la Loba Parda, considerado oriundo de Extremadura e irradiado por rutas trashumantes de cañadas reales a los valles de Alcudia, Montes Cantábricos o El Bierzo, con la bulería corta de Jerez. Este mismo romance —como refiere Castro en origen de montaña y pastoreo, luego esparcido entre la gente de la mar de Cádiz, en labores rederas y marineras— según lo materiales estudiados por Joaquín Díaz. (23)


Ha de tenerse muy en cuenta la gran población mixta que habitaba en Cádiz entre los siglos XVIII y XIX, fecha en que 'lo flamenco' cristaliza. Citemos como curiosidad, según los datos estadísticos que arrojan los padrones del barrio de Santa María del Cádiz de las Cortes, que la población montañesa era, en su mayoría, la que regentaba las tabernas y tiendas de vinos (lugar donde, mayormente, se gestaban las juergas flamencas); siendo la colonia genovesa la que se dedicaba, fundamentalmente, a la freiduría de pescado y a la fabricación de pasta y fideos (fideeros) —con el correr del siglo XIX, los gallegos relevarían en Cádiz a los genoveses en el 'noble arte' de freír pescado—; y la población gallega se ocupaba entonces de forma muy numerosa en el oficio de mandadero y haciendo aquellos trabajos de mayor dureza. No hay que perder de vista tampoco a las importantes poblaciones de vascos y levantinos, ligados a la mar y a la pesca del bou, muy presentes en la ciudad desde temprana fecha. (24)





Entre las milicias urbanas que combatieron en Cádiz durante el Sitio de 1812, se encontraba un batallón artillero de milicias provinciales con el nombre de Voluntarios gallegos de Cádiz, formados por cuadrillas de palanquines y mandaderos (25). Alcalá Galiano en sus Recuerdos de un anciano, anotaba:

"De la antigua milicia urbana fue aprovechada una parte, que fue la de los artilleros, servicio que era exclusivo de los gallegos, lo cuales abundan en Cádiz, siendo de esta provincia los mozos de cordel o esquina y gran parte de los criados. Los artilleros gallegos hicieron buen servicio durante el sitio de Cádiz, y destinados a un lugar de algún peligro, como era el castillo de Puntales, no pocos de ellos perdieron allí la vida. Bien está pagarles este leve tributo en recompensa de sus ignorados méritos y sacrificios." (26)


No debe sorprender que Joaquín de Olea y Herrera, socio de número, once "por orden de escalafón" (sic) de los sesenta y nueve que constituyeron la Sociedad del Folk-Lore Provincial Gaditano, entre los que se encontraban —por citar a aquellos más conocidos—: Federico Joly y Dieguez, Manuel Grosso Romero, José del Toro, José Larrahondo, Cayetano del ToroRomualdo Álvarez Espino o Patrocinio de Biedma (por cierto, la única mujer), recopilase en 1885 el siguiente cantable, incorporado al corpus de las alegrías, cuando se instalaron las fuentes públicas en Cádiz y los gallegos —todavía— hacían el trabajo duro de portar los carruajes. Grabado luego por Pericón de Cádiz con la letra deformada de "los gallegos llorando":


                           ¡Qué bonita está la fuente!
                           los chiquillos acarreando,
                           las cigarreras contentas,
                           los gallegos con los carros.

Es conclusión de Guillermo Sena Medina, en Antecedente teresiano del mirabrás, la aportación gallega en las cantiñas, el mirabrás y las romeras, al encontrar un antecedente del villancico teresiano en los versos de Santa Teresa de Jesús y raíces comunes con el folklore de otras regiones. Analiza la copla anterior (Qué bonita está la fuente) apoyado en Concha Carriedo, que usa la versión que popularizó Pericón con el verso final de: (los gallegos llorando). (27)

Ramón Solís, por su parte, nos informa que durante la Guerra de la Independencia: "(...) las tabernas eran de número elevadísimo. En su mayor parte eran de montañeses, como puede comprobarse en multitud de textos del Archivo de Protocolos..." (28) Proporciona Solís el dato curioso de que en la calle San Juan, a inicios de 1812, un familiar del Santo Oficio abrió una taberna... ¡Ni por esa se escapó de la guasa meridional!:


                            A esa ermita no entro, hermano,
                         no le tengo devoción;
                         su vino será cristiano
                         pues la puso un don fulano
                         miembro de la Inquisición.

No es de extrañar que los cánticos de la Montaña estén trasvasados a la romera, con apenas variaciones de un sólo verso: Debajo de los laureles / tiene mi amante la cama / cuando se queda dormía / (hasta aquí todo cántabro) sale el sol y le da en la cara... versos de los que da buena cuenta Venancio González, (médico gaditano, descendiente de cántabros) en su novela El montañés de la esquina, en el personaje del chicuco Fulgencio (29). El mismo Ramón Solís, en su obra maestra sobre la Historia del Periodismo Gaditano, nos da noticias de la existencia de un periódico de la tierruca en el XIX, cuya finalidad era informar a los residentes cántabros de Cádiz:

"También es necesario señalar por su originalidad la publicación de 'El Eco Montañés', que aparece por esta fecha (se refiere Solís hacia 1850) y tendrá una larga existencia. El propósito de este periódico era informar a la numerosa población santanderina de Cádiz de la vida social y económica de la Montaña." (30)



Ya en el siglo XX, la población jándala de Cádiz conocería otra publicación periódica: la revista semanal ilustrada Cantabria, cuya biblioteca del Centro Cántabro, conserva en la actualidad muchos ejemplares.

Con estos antecedentes... ¿alguien se extraña, a estas alturas, que Enrique el Mellizo y Magandé interpretaran montañesas, grabadas luego en 1910 por El Niño de la Isla?


A veces, un material fragmentado del siglo XV aparece, de súbito, como viajado por un agujero del tiempo, en boca de un cantaor que por tradición oral lo mantenía, ignorando su prosapia. Le ocurrió al gran romancerista Luis Suárez Ávila —a quien siempre hay que recurrir— en los 70, cuando en los preparativos de la Fiesta del Cante de los Puertos, una gitana de rancio abolengo y extenso repertorio de romances arcaicos, Jeroma la del Planchero, salió cantando por bulerías unos versos, que la intuición y el olfato investigador de Suárez Ávila, le condujo a hallar una variante de esta copla en La Celestina, de 1499, en el acto XIX en que Melibea canta sola:


                          Papagayos, ruiseñores,
                          que cantáis por la mañana,
                          llevarle carta a mi amante
                          que lo espero aquí sentada. (31)

Volvamos a Curro Dulce. Es bastante factible que el J. Navarrete que el 14 de mayo de 1874 firmara una entrega titulada Sevilla en el mes de abril, en donde se menciona a CantoralCurro Dulce como eminentes siguiriyeros; a Molina, dominador de livianas y tonás; al chiclanero Tío José El Granaíno como maestro de cantiñas, se trate del mismo escritor portuense. Lo hizo en el periódico La Andalucía, según la minuciosa recolección hemerográfica de Ortiz Nuevo:

"(...) Ni las seguidillas de Cantorá y de Curro Dulce, ni las Serranas de Silverio, ni las livianas y tonadas de Molina, ni la soledá de Juraco, ni siquiera los torrijos del Granadino, que de todo eso se había ya cantado haciendo furor..." (32)


Francisco Fernández BohigasCurro Dulce para el arte flamenco —y taurino pues, al igual que El Mellizo, fue puntillero—, había nacido en Cádiz en 1823 y falleció en 1898. Cantaor y bailaor. Ahijado de Enrique el Gordo. Hijo de Juan Fernández y de Francisca Bohigas. Casado con Rufina Espeleta Machuca, de cuya unión nacerían, Rufina (Agustina) y Antonio Fernández Espeleta. Su hija Rufina contraería matrimonio con José Ortega Feria 'El Águila', de cuya unión nacería Caracol el del Bulto, por lo tanto, bisabuelo de Manolo Caracol; en semblanza harto reducida de su biografía.





Plaza de Toros de Cádiz. Fondo: Antonio Accame

Plaza de Toros de Cádiz. Foto: Ramón Muñoz

El Archivo Histórico Municipal de Cádiz conserva tres carteles excepcionales para la historiografía flamenca, según el rastreo de Guillermo Boto (33). El primero de ellos corresponde a la corrida del 13 de agosto de 1876, con el espada gaditano Francisco DíazPaco de Oro (padre de Pepa de Oro, cuya milonga grabaría Chacón) y el espada británico Juan O´Hara. En la cuadrilla de Paco de Oro, figuran juntos, de puntilleros Enrique el Mellizo y Curro Dulce. Ambos emparentados familiarmente y empleados en la Casa de Matanzas, el Matadero de Cádiz, donde se fraguó una auténtica escuela taurina gaditana.




A los estudios de Boto Arnau debemos la brillante aportación que está efectuando sobre la historia del toreo en Cádiz. En ése sentido ha constatado que el linaje de Manolo Caracol de los Ortega de Cádiz se retrotrae aún más, conectando "tres generaciones anteriores a los cuatro banderilleros, cinco antes de Joselito y seis antes de Manolo Caracol, los progenitores siguen siendo toreros y flamencas" (34) con Lorencillo, el primer torero conocido de la historia, que era gaditano y fue el que, de la mano del Marqués de la Ensenada, llevó el toreo a pie a Madrid en 1737. El toreo a pie comenzó en Cádiz en 1661 y en Sevilla en 1730. (35)


Es criterio de Boto Arnau que en la tercera fiesta Asamblea General, descrita por Serafín Estébanez Calderón, con El Planeta, y los que "vengan y lleguen de Cádiz", junto a Dolores, Enriquillo, El Granaíno y la Mosca, figura Espeletilla, a su entender, Francisco Espeleta Machuca, hijo del torero Francisco Espeleta Moreno; hermano de Rufina Espeleta Machuca, la mujer de Curro Dulce; por lo tanto, su cuñado con dieciséis años.






Plaza de Toros de Cádiz. Foto: Ramón Muñoz

Plaza de Toros de Cádiz. Foto: Ramón Muñoz

El segundo cartel corresponde a la corrida celebrada el 29 de junio de 1877 en la Plaza de Toros de Cádiz, y figura Curro Dulce (Francisco Fernández) de cachetero en la cuadrilla de Paco de Oro y Enrique el Mellizo de cachetero en la de Manuel Hermosilla:


AHMC Sig. 6.26

Plaza de Toros de Cádiz. Foto: Ramón Muñoz

Plaza de Toros de Cádiz. Foto: Ramón Muñoz

El tercero anuncia la corrida celebrada el 15 de julio de 1877 en la Plaza de Toros de Cádiz, figurando Enrique el Mellizo de puntillero en la cuadrilla de Fernando Gómez El Gallito; y Curro Dulce (Francisco Fernández) de puntillero en la cuadrilla de Antonio Ortega el Marinero:


AHMC Sig. 6.27
Plaza de Toros de Cádiz. Foto: Ramón Muñoz
Plaza de Toros de Cádiz. Foto: Ramón Muñoz


Su relación con Silverio Franconetti fue muy estrecha, con el que compartió escenario en numerosas ocasiones. Silverio había vuelto de hacer las Américas en mayo de 1864 (36). Al año siguiente se produjo la célebre Función del Siglo de 1865 en la Fonda del Turco de San Fernando, aportada documentalmente por José Blas Vega, gracias a la generosidad del bibliófilo gaditano, Federico Joly que le regaló el cartel original. Allí Curro Dulce cantó "lo más escogido de su nuevo repertorio" e hizo la petenera. Sus hijos bailaron en compañía de las hijas de El Viejo de la Isla.


Función de 28 de octubre de 1865. Silverio, Curro Dulce, Enrique Ortega,
José Patiño; los hijos de Curro Dulce y de El Viejo de la Isla. Archivo: José Blas Vega

Obsérvese el encabezamiento del cartel anunciante, que dice que "Don Silverio Franconetti vuelve á presentarse al respetable público de San Fernando, acompañado de las tres primeras notabilidades que se conocen en el arte de VALLADARES Y PLANETAS." O sea, el enigmático Valladares que juntito iba con Curro Dulce y Manuel Molina, en la soleá de tres versos que Demófilo recopilara en 1881.


A colación de Silverio, recordemos la valiosa información que José Blas Vega obtuvo de Aurelio Sellés, en su magnífico trabajo Conversaciones flamencas con Aurelio de Cádiz. Silverio era gachó y para la gitanería gaditana del XIX, sus cantes estaban agachonaos; aunque en el fondo, muchos de los testimonios de los cantaores calés, evidencian que lo admiraban mucho; pero una mentalidad etno-cultural les impedía reconocerlo y menos en público:




José Rebujina y Aurelio Sellés. Foto: Gente de Cádiz
"—De María Borrico, ¿se acuerda usted de algo?

—De María Borrico lo que conozco son adagios suyos, las cosas que le dijo Silverio, que le preguntaron... salió cantando Silverio, como cantaba Silverio, que era un fenómeno y dijo Curro Dulce: "este gachó canta que le parte los huesos a su puñetera madre, pero no tiene el gusto de que yo le diga ole". Fíjese usté del amor propio que tienen los flamencos...


—Pues Silverio era al revés, porque le preguntaban: 'Oiga, mejor que usté ¿quién canta?' Y decía Silverio: '¿Mejor que yo...? ¡Mejor que yo nadie!' Y decían: 'Bueno, ¿y después de usted? Algunas veces, después que yo, Curro Dulce' O sea, que para Silverio le merecía una consideración.


—A Chacón no le gustó nadie más que Curro Dulce..., na más que Silverio; porque Curro Dulce cantaba con la voz natural y Silverio cantaba con la voz afillá." (37)


Don Antonio Chacón, como reconocido admirador de su escuela cantaora, recuperaría y continuaría parte del legado siguiriyero de Curro Dulce, en el caso de Santiago y Santa Ana, recreado luego por Manuel Torre, en aquella célebre letra, en la cual se aludía a la propia madre de Curro DulceFrancisca:

             Ay, ay //
            y era una madrugá 
            de Santiago y Santa Ana // Santa Ana 
            ay, ay, a eso de la una 
            las fatiguitas grandes le diñaron
            ay, a mi madre Curra.


Continuaba Aurelio con Blas Vega:

—Bueno, por eso; es que lo tengo como lo hacía Chacón y él, por lo visto, ese cante lo había aprendido de Curro Dulce... (...) Y de ahí fue de donde lo cogió Manuel Torre y lo hizo 'Un día señalao'. (38)


Al respecto, apunta Ramón Soler(...) El jerezano era un rendido admirador de Curro Dulce, cuya seguiriya canta aquí de nuevo. Es bien conocida la versión que hizo Manuel Torres ("Era un día señalao") que hizo arreglos a la letra y música para componer de forma genial un cante propio que ha contado con muchísimos adeptos. (...) Es bastante probable que Chacón imitara en ello a maestros suyos como Curro Dulce o El Mellizo. (39)

En la conocida entrevista que el propio Chacón concedió en 1922, había todo un reconocimiento a Silverio Franconetti, dándole su lugar prominente, así como a los gaditanos Curro Dulce y Paquirri Guanter, como modelo paradigmático y matriz de seguiriya (en el caso de Curro) y de soleá (en el de Paquirri); y en ambos ejemplos por la dificultad de su ejecución y por la belleza de su melodía, técnica y virtuosismo:


"(...) Cada día me explico menos (no hoy, que soy viejo, sino cuando era joven, igual) (continúa Chacón) por qué se ha perdido el recuerdo del hermoso cante por seguiriyas de Curro Dulce, y, en general, todo el cante de Silverio Franconetti, como no sea por el temor a no poder vencer las grandes dificultades que tenían los cantes del uno y del otro. ¿Qué me dice usted de aquellas serranas y aquellas cabales de Silverio, y aquellas soleares de Paquirri?" (40) 


                         A las dos de la noche,
                    los campanilleros
                    con el ruío de las campanitas
                    me quitan el sueño.



El cantaor y bailaor gaditano, José Ortega MoralesJoselito la Morala, (Cádiz, 1880), nieto de El Gordo Viejo, hijo de Enrique el Gordo, padre de Rafael Ortega y abuelo de Manzanita, en una entrevista concedida en 1922, así valoraba el cante de Curro Dulce:

Diga usted conmigo continuó— que nadie las ha cantado como Curro Dulce, de Cádiz. ¡Y había también que oír a Curro cuando se arrancaba por seguirillas! Diciendo malagueñas, pa mí, Enrique el Mellizo, y por alegrías para baile, el Quiqui y el Chato Granadino. (41)


                       Dicen que duermes sola:
                       ¡mienten como hay Dios!
                       porque de noche con el pensamiento
                       dormimos los dos.



          Redoblaron las campanas señores
         de San Juan de Dios
         habían redoblao por mi mare de mi alma
         y de mi corazón.



                          Salí de la Breña
                     me metí en San Pablo
                     a rezarle como le rezo 
                     a mi madre de mi alma
                     mi parte del Rosario.






Para Fernando QuiñonesCurro Dulce"representa para la historia flamenca gaditana un papel parangonable al de Haydn con respecto al inminente Mozart o al de Marlowe en cuanto a Shakespeare, si es que, en su terreno, se nos permite pensar en Enrique el Mellizo como en el incomparable niño de Salzburgo o como en el mayor poeta de todos los tiempos." (42) 



El tenor lírico Alfredo Kraus siempre mostró una especial querencia por el arte flamenco, a pesar del velo de ínfula pretenciosa que rodeaba —aún lo hace— al mundo operístico, que ve al flamenco como un género de arte menor, tabernario y tosco; más o menos la misma visión antiflamenquista de la que hizo gala toda la Generación del 98. Por eso, entre tanto divismo, sus palabras laudatorias para con el arte flamenco suenan encomiables, al estar expresadas y argumentadas desde la sinceridad:

"Yo me siento muy unido, pero muy unido, a toda Andalucía. Y, además, para colmo, me gusta también el flamenco. Y además digo una cosa —que nadie ha dicho nunca, pero que es cierta—, que los flamencos son los que cantan con mejor técnica del mundo. Mejor que los cantantes. Los flamencos no saben por qué, pero lo hacen. Y es muy sencillo. Ellos buscan la defensa de la voz ante el estrés que significa cantar flamenco, y una noche seguida, y otra noche, y venga mandándose copas de vino, o de lo que sea, y fumando y no sé qué... Entonces se defienden, ¿cómo?: ¡a través de la técnica!" (43)


Sostiene Luis Suárez Ávila, por su parte, que la aparición del café cantante, junto a las exigencias derivadas de 'lo contractual', aparejó la necesidad de ampliar repertorio y esto obligó a los artistas a darle cabida a cantes de procedencia familiar externa, ya que eran los propios núcleos familiares, por tradición oral, los depositarios de determinadas letras y giros melismáticos, conservados casi sólos de forma gregaria y transmitidos en el ámbito parental. De ahí que al repertorio clásico español haya 'saltado', sobreviviente del repertorio familiar decimonónico, las 'Coplas de Curro Dulce', ampliamente cantadas por las voces líricas de mayor reputación.




¿De dónde obtuvo el compositor catalán Fernando Obradors el material folklórico de su pieza titulada 'Coplas de Curro Dulce'? Parece ser que éstas sus cuatro volúmenes de Canciones Clásicas Españolas— deben su popularidad al hecho de que fueron compuestas en un estilo directamente obtenido de la canción folklórica y de la tonadilla de varias regiones de España, cada una de ellas, tratada de una manera particular. Cádiz y toda su Bahía eran, especialmente, granero depositario de una riqueza inusual de cantes y cantos; de textos y letrillas. Lo supo bien Manuel de Falla y su amigo Álvaro Picardo, cuando encontraron en los hijos de Enrique el Mellizo (Antonio y Enrique), en 1922, todo un legado siguiriyero: de su padre, de Andrés el Loro, de Tomás el Nitri, de Curro Dulce, el polo y la caña de este último; muestras de saetas viejas y martinetes en ambos casos, anunciadas "estilo Mellizo"; el fragmento de romance la nana moruna e incluso cantes en trance de desaparición, como la giliana, probablemente su última interpretación en los salones de la Real Academia de Santa Cecilia de Cádiz:

                           Chiquitita es la novia,
                      chiquitito es el novio,
                      chiquitita la sala
                      y el dormitorio;
                      por eso yo quiero (bis)
                      chiquitita la cama
                      y el mosquitero.
                                              (Curro Dulce)

Oigamos las 'Coplas de Curro Dulce' en la voz del gran tenor Alfredo Kraus:



Murió Curro Dulce. Rodeado de los suyos, en su humilde alcoba del domicilio viñero de la Plaza Pinto, en el número 16, un 9 de diciembre de 1898, cuando hacía poco tiempo que del muelle gaditano habían zarpado las tropas para la Guerra de Cuba. Se apagaban sus facultades; quedaban los moldes de sus seguiriyas; la caña y el polo bien fijados, que el tiempo, siempre caprichoso y arbitrario, quiso conservar. Otros muchos cantes y variantes de su inmenso repertorio se extinguieron para siempre, como asimismo se perdieron cantables de otros acuíferos salobres en los que él mismo había bebido: de El Planeta, de Los Loros, de Lázaro Quintana, de Agualimpia, de El Granaíno, de María Armento, de El Muerto, de La Cachuchera, de Juan Feria, de Juana la Sandita...


"Número 1.737
Francisco Fernández Bohiga.

                                                En la ciudad de Cádiz, término municipal, partido y provincia  de ídem, á las diez de la mañana del día diez de Diciembre de mil ochocientos noventa y ocho, ante el Sr. Lcdo. D. Rafael Laraña y Ramirez, Juez Municipal del Distrito de San Antonio, y D. Ángel Rodríguez y Díaz de la Bárcena, secretario, compareció Francisco Reina, natural de Cádiz, mayor de edad, soltero, domiciliado calle de la Soledad número siete, manifestando: que Francisco Fernández Bohiga, natural de Cádiz, de ochenta y dos años de edad, corredor, domiciliado calle de Pinto número diez y seis, falleció en dicha casa a las tres y media de la tarde del día de ayer, a consecuencia de Hipertrofia vértice del corazón, según certificación facultativa.

En vista de esta manifestación y de la certificación facultativa, presentada, el Sr. Juez Municipal dispuso se extendiese la presente acta de inscripción, consignándose en ella, además de lo expuesto, y en virtud de las noticias que se han podido adquirir, lo siguiente: =

Que el referido finado era hijo de Juan y de Francisca, difuntos. Que era de estado casado con Rufina Espeleta. Que ha dejado dos hijos llamados Rufina y Antonio, habidos con esa dicha esposa. Que no ha otorgado testamento.

Y que al cadáver se le dará sepultura en el cementerio de esta ciudad.

Fueron testigos presenciales del acto. D. José Allande y Díaz, Joaquín Garibardo, ambos mayores de edad, empleados y domiciliados en esta Capital.

Leída íntegramente esta acta é invitadas las personas que deben suscribirla á que la leyeran por sí misma si así lo creían conveniente, se estampó en ella el sello del Juzgado Municipal y la firmaron el Sr. Juez, el declarante y testigos artífices.

(Cinco firmas y rúbricas) 

 Rafael Laraña
 Francisco Reina y Moro
 José Allande
 Joaquín Garibardo
 Lcdo. Ángel Rodríguez." (44)



Certificación Literal de Defunción de Curro Dulce.Tomo 154-1, página 115 de la Sección 3ª.
Certificación Literal de Defunción de Curro Dulce.Tomo 154-1, página 115 de la Sección 3ª.


Enterramiento de Curro Dulce. Libro de Registro de Inhumaciones de 1898 AHMC


Su mujer, Rufina Espeleta Machuca, viuda de ochenta años y uno de sus hijos, Francisco Fernández Espeleta de treinta, se van a vivir al barrio de Santa María y en el censo de 1900 figuran residentes en el número 33 de la calle Santo Domingo. (45)


Censo de 1900. L-2.993, folio 1.173. AHMC


________________________

(1) MACHADO ÁLVAREZAntonioEl Folk-lore Andaluz, órgano de la sociedad de este nombre, dirigida por Antonio Machado y Álvarez "Demofilo"1882 á 1883Sevilla, en BLAS VEGAJosé y COBOEugenioEdición conmemorativa del Centenario. Estudio preliminar, Sevilla: Tres-catorce-diecisiete, 1981 (Pág. 37).

(2) MACHADO ÁLVAREZ, Antonio, Una carta un documento, Boletín Folk-lórico Gaditano. Año I, Cádiz, julio de 1885. Número I (Págs. 2 y 3), en LÓPEZ ÁLVAREZ, Juan, La Sociedad del Folklore Provincial Gaditano, Junio-Noviembre 1885, Cádiz: Cátedra Adolfo de Castro, 1990 (Págs. 62 y 63).


(3) Diario de Cádiz, 6 de septiembre de 1896.

(4) RONDÓN RODRÍGUEZ, Juan y MOLINA, RomualdoRecuerdos y confesiones del cantaor Rafael Pareja de Triana, Córdoba: Ediciones La Posada colección Demófilo, 2001 (Pág. 108).


(5) Según el escritor de su época, Ernesto López, su nombre completo era Manuel María de Martín Barbadillo y Fernández de Herrera Dávila, y era oficial de Infantería de Marina. Véase: LÓPEZ FERNÁNDEZ, Ernesto, Siluetas gaditanas. Detalles biográficos, apuntes, opiniones, juicios sobre cuantas personalidades de la capital y de la provincia son conocidos como políticos, literatos, artistas, hombres de ciencia, comerciantes, industriales, etc. por Ernesto Lopez Fernández, Cádiz: Tipografía Gaditana del Boletín Oficial, Argantonio, 5 y 7, 1891 (Págs. 81 y 82). Hemos usado una edición facsimilar: Extramuros Edición, 2008.

(6) "Martín Barbadillo deja en el reporterismo gaditano un vacío difícil de llenar. Maestro en el arte de informar al público, á la manera que exige el modernismo periodístico, mucho han de trabajar otros para llegar á donde él". Véase El coronel Franklin en Revista Teatral, 10 de noviembre de 1894 (Hemeroteca Municipal de Madrid).


(7) "Esta tarde tuvo la desgracia de causarse dos heridas en una mano, al cerrar una puerta y romperse un cristal de ella, nuestro estimado amigo don Juan M. de Martín Barbadillo, secretario particular del señor gobernador civil. El señor Barbadillo fue asistido inmediatamente por el doctor don Rodrigo Lavín, no siendo de gravedad, por fortuna las heridas que se causó y de las que deseamos cure rápidamente". El Comercio, 28 de agosto de 1912.


(8) LABIO BERNAL, Aurora, Diario de Cádiz: historia y estructura informativa (1867-1898), Cádiz: Diario de Cádiz, Universidad de Sevilla y Asociación de la Prensa de Cádiz, 2000 (Pág. 313).


(9)"Se inauguró El Gran Teatro, como se pudo. Con una Compañía bastante endeble y con un gran público en las primeras noches, que aplaudió la esplendidez y grandiosidad del teatro, las bellezas del exorno y decorado de Felipe Arbazuza y las decoraciones pintadas por Manolo Sancho. Porque de la Compañía nada notable se puede decir, dicho sea con perdón de las 'Actualidades' que todo lo ve siempre de color de rosa". Cádiz por Dentro, 22 de enero de 1910. Véase también La Semana Cómica, 8 de marzo de 1897 (HMM).


(10) Para conocer una mayor semblanza sobre José Navarrete, véase de Antonio GutiérrezJosé Navarrete y Vela Hidalgo. Diputado, militar y escritor, intentó abolir la pena de muerte hace 143 años.


(11) El Liberal, 6 de abril de 1880. La descripción es muy similar, con idénticas oraciones gramaticales. Si bien, José Navarrete aquí 'coloca' al cantaor cordobés Rojas el de Córdoba de quien transcribe una serrana: 

                                                
                                                             Quien quisiere madroños
                                                             vaya a la sierra,
                                                             que se están desgajando
                                                             las madroñeras.

(12) NAVARRETE VELA-HIDALGOJoséMaría de los Ángeles, Rota: Fundación Alcalde Zoilo Ruiz Mateos, 1994 (Págs. 154-181).

(13) BLAS VEGA, José y RÍOS RUIZ, ManuelDiccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco Tomo II, Madrid: Cinterco, 1988 (Pág. 500).


(14) Citamos una edición reciente: MACHADO Y ÁLVAREZ, AntonioColección de cantes flamencos, recogidos y anotados por Antonio Machado y Álvarez "Demófilo". Edición, introducción y notas de Enrique Baltanás, Sevilla: Portada Editorial, 1996 (Pág. 119).


(15) Album dedicado a los mozos de Verdeña, que lo son al comenzar el año de 1871 por su compañero el Doctor D. M. B. M. C. de la U. L. de V., Vitoria: Imprenta de Ciprinao Guinea, calle del Prado, número 8, 1871 (Pág. 35)


(16) RODRÍGUEZ MARÍN, FranciscoCantos populares españoles, recogidos, ordenados e ilustrados por Francisco Rodríguez Marín, Sevilla: Francisco Álvarez y Cía Editores, Tetuán, 24, 1882 (Págs. 277 y 382).


(17) CALLEJA, RafaelCantos de la Montaña. Colección de canciones populares de la provincia de Santander, harmonizadas por el maestro Rafael Calleja, precedidas de dos cartas de los maestros Don Ruperto Chapí y Don Tomás Bretón y de diversos artículos y poesías, Madrid: 1901 (Pág. 32)


(18) MORÁN BARDÓN, CésarPoesía popular salmantina (Folklore), colección del P. César Morán Bardón, Salamanca: Establecimiento Tipográfico de Calatrava a cargo de Manuel P. Criado, 1924 (Pág. 149).


(19) IGLESIAS DE LA CASA, JoséPoesías póstumas de don Josef Iglesias de la Casa, presbítero. Tomo primero que contiene las poesías serias considerablemente aumentadas en esta segunda edición, Barcelona: Imprenta de Sierra y Martí, año de 1820 (Pág. 35).


(20) A flor de tiempo. Paco Ibáñez. Ariola Récords.


(21) GARCÍA MATOS, Manuel, Sobre el flamenco, estudios y notas, Madrid: Cinterco, 1984 (Págs. 35-44).

(22) GAMBOA RODRÍGUEZ, José Manuel, Una historia del flamenco, Madrid: Espasa Calpe, 2005 (Págs. 477 y 478).


(23) CASTRO BUENDÍA, Guillermo, Génesis musical del cante flamenco (Volumen II), Sevilla: Libros con Duende, 2014 (Págs. 1.344-1.347).

(24) Véase: Padrón General de la Parroquia Matriz de Santacruz (Libro 1.058) Archivo Histórico Municipal de Cádiz. Documentación usada para teatro radiofónico: OSUNA GARCÍA, Javier, Radio la Pepa 18.12 de la Banda de Onda Corta, Cádiz: Consorcio para la conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812 y Quorum Editores, 2011.

(25) Diario de las discusiones y actas de las Cortes. Tomo IX, Cádiz: en la Imprenta Real, 1811 (Septiembre de 1811, sesión del día veintisiete).

(26) ALCALÁ GALIANO, Antonio, Recuerdos de un anciano, Barcelona: Biblioteca de Autores Andaluces, 2004 (Pág. 103).

(27) SENA MEDINA, Guillermo, Antecedente teresiano del "Mirabrás". Consejero C. del Instituto de E. Giennenses (Pág. 48).

(28) SOLÍS LLORENTE, Ramón, El Cádiz de las Cortes, Madrid: Silex, 1987 (Pág. 113).

(29) GONZÁLEZ GARCÍA, Venancio, El montañés de la esquina, Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2006 (Págs. 125 y 126).

(30) SOLÍS LLORENTE, Ramón, Historia del periodismo gaditano 1800-1850, Cádiz: Instituto de Estudios Gaditanos, 1971 (Pág. 330).

(31) SUÁREZ ÁVILA, Luis, Jaleos, gilianas, versus bulerías (Págs. 6 y 7)

(32) ORTIZ NUEVO, José Luis, ¿Se sabe algo? Viaje al conocimiento del arte flamenco en la prensa sevillana del XIX, Sevilla: El Carro de la Nieve, 1990 (Pág. 261).

(33) BOTO ARNAU, Guillermo, Curro Dulce, puntillero en la Plaza de toros de Cádiz, XXXV Congreso Internacional de Flamenco, 2007.

(34) BOTO ARNAU,  Guillermo, El eslabón sorprendente (Págs. 5 y 6).

(35) BOTO ARNAU, Guillermo, Cádiz, origen del toreo a pie (1661-1858), Industrias Gráficas Gaditanas, 2002 (Pág. 36).

(36) STEINGRESS, GerhardSilverio Franconetti en Uruguay. La aventura taurina del cantaor sevillano (1857-1864). Revista de Estudios Taurinos nº 22 Sevilla, 2006. (Pág. 182).

(37) BLAS VEGA, José y SELLÉS NONDEDEU, Aurelio, Conversaciones flamencas con Aurelio de Cádiz, Madrid: Librería del Valle, 1978 (Pág. 35).


(38) Ibídem. Ob. cit. Pág. 34 y 35.

(39) SOLER DÍAZ, RamónDon Antonio Chacón, en Análisis del cante y de la guitarra, Madrid: Colección Carlos Martín Ballester, 2017 (Págs. 245 y 246)

(40) La Voz, 28 de junio de 1922.


(41) La Voz, 17 de junio de 1922.


(42) QUIÑONES CHOZAS, FernandoDe Cádiz y sus cantes. Guía de un folklore y una ciudad milenarios, Barcelona: Seix Barral, 1964 (Pág. 181).


(43) Entrevista realizada a Alfredo Kraus en 1996 por Domingo Postigo en el Parador de Nerja (Málaga). Véase: Ópera, siempre. Bitácora sobre actualidad operística y cantantes líricos del pasado.


(44) Registro Civil de Cádiz. Certificación Literal de Defunción. Tomo 154-1, página 115 de la Sección 3ª. Obsérvese que el testigo que acude a notificar su defunción, Francisco Reina, declara que Curro Dulce tiene "ochenta y dos años de edad" que, de ser cierta esa afirmación, habría que retrotraer a 1816 su año de nacimiento. No obstante, nos inclinamos más porque su fecha natal sea 1823.


(45) Censo de 1900. Libro 2.9993, folio 1.173 Archivo Histórico Municipal de Cádiz. Véase del compañero Antonio Barberán, noticias sobre Curro Dulce, relativas a su empadronamiento en 1860 y 1862, respectivamente.