No podemos hablar de Las bailarinas de Cádiz como un sedimento arcaico protoflamenco, por seductora que sea la tentación. Lo ignoramos todo de ellas, salvo las descripciones que nos dejaron los autores clásicos. En algo sí hay consenso: la profusa carga sensual de su baile.
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Telethusa. Venus Calpigia Museo Napolitano |
Marcial hablaba de las Puellae Gaditanae en los siguientes términos: "expertas en adoptar posturas lascivas al son de las castañuelas béticas y en danzar según los ritmos de Gades". Proseguía Marcial: "su cuerpo, ondulando muellemente, se presta a tan dulce estremecimiento, a tan provocativas actitudes, que harían excitarse al casto Hipólito".
Ven Telethusa romana de Cádiz,
ven a bailar bajo el sol marinero,
ven por la sal y las dunas calientes,
por las bodegas y verdes lagares.
Diestra en quebrar la delgada cintura,
en repicar los palillos sonoros,
diestra en volar sin dormirte en el vuelo,
en no pesar al pisar en la tierra.
Ven Telethusa romana de Cádiz,
ven a bailar bajo el sol marinero,
ven por la sal y las dunas calientes,
por las bodegas y verdes lagares.
Diestra en quebrar la delgada cintura,
en repicar los palillos sonoros,
diestra en volar sin dormirte en el vuelo,
en no pesar al pisar en la tierra.
Juvenal lo confirmaba: "Acaso esperes muchachas gaditanas que en coro se pongan a entonar lascivos cantos de su país y enardecidas por los aplausos, exageren sus temblorosos movimientos de cadera".
La obra, Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar (1) aporta la siguiente cita: "Me gustaba sobre todo la gimnástica sutil de las danzas; descubrí que sentía cierta debilidad por las danzarinas de crótalos, que me recordaban la comarca de Gades, los primeros espectáculos a que había asistido de niño. Amaba ese ruido seco, los brazos levantados, el despliegue o el repliegue de los velos, la bailarina que deja de ser mujer para convertirse en nube o en pájaro, en ola o en trirreme".
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Puellae gaditanae. Obra Angelo Todaro |
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Puellae Gaditanae. Julio Ceballos Óleo sobre lienzo |
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Bailaora en aguada. Obra de Manolo Morgado. Aguada sobre papel de estraza |
El baile flamenco es pura seducción. Argucias estéticas, persuasión visceral. Trampa que atrapa; tragaera que te traga. Es un juego sensual profundo, en cada movimiento y en cada intención. Cartas marcadas. Indistintamente —además— del género que lo baile.
Esa carga erótica de la danza, usada por otras culturas con iguales resultados estéticos, ha hipnotizado históricamente a todos los mortales, emborrachándole sus sentidos, con contoneos de caderas; explícitos movimientos de manos, insinuantes pies, hipnóticos giros de cabeza y colocación de hombros.
Esa carga erótica de la danza, usada por otras culturas con iguales resultados estéticos, ha hipnotizado históricamente a todos los mortales, emborrachándole sus sentidos, con contoneos de caderas; explícitos movimientos de manos, insinuantes pies, hipnóticos giros de cabeza y colocación de hombros.
Y miradas. A veces se baila con la mirada. Embaucadora. A veces con poco se baila mucho. Y se transmite. Y nuestros instintos se encienden, y la sonrisa aflora porque te ha transmitido hasta el tuétano. Le dicen 'transmisión', pero es pura seducción. Es artimaña que ha tratado de atraparnos y nos ha encantado que nos atrape la encantadora de serpientes o quítenle, si prefieren, la preposición: la encantadora serpiente. Un arte que cala y un arte que se cala y luego se cobra la pieza. Un trasmallo —de tres mallas, cómo no— que enmalla tus sentidos con las (h)erbitanas exteriores, atrapándote como un velo de seda que te enreda en la red. ¿Dónde si no?
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Manuela Carrasco. Efigie de una deidad |
Merche Esmeralda baila hasta sonriendo. Parece que sonríe bailando, sin embargo es al revés.
Manuela Carrasco te parte los huesos nada más que sus ojos negros se claven al frente. Mirada del alto y del bajo Egipto, el papiro del delta norte y la flor de lis del sur; bronce ancestral de diosa mitológica; Telethusa de Alberti, gitana de poderío.
Rocío Molina es la joven seducción danzística, la artimaña —arte y maña— perfecta para dejar que tus atávicos sentidos se convenzan y transiten por los sinuosos caminos del peligro.
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Rocío Molina |
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La Macarrona, óleo de Alfonso Grosso |
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Muzaffer Uddin (1853–1907) Shah de Persia. (Fotografía W & D Downey/Getty Images) |
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París. Exposición Universal de 1889 |
Que se lo digan al Sha de Persia, allá por mil ochocientos ochenta y nueve, con motivo de la Exposición Universal de París, cuando una de las mejores y más raciales bailaoras de la Edad de Oro del flamenco, Juana Vargas, La Macarrona (Jerez de la Frontera, 1860-Sevilla, 1947) gitana "de aquí te espero" (como diría Chano Lobato), desdibujó al iraquí y le cautivó hasta hacerle exclamar:
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(1) Agradezco a "María Jesús", lobeliana como quien suscribe, la localización de la cita.
(1) Agradezco a "María Jesús", lobeliana como quien suscribe, la localización de la cita.